La mujer de antes, un pacto de amor eterno con graves consecuencias

Por: María Teresa Adalid — 1 de mayo, 2008

Tras una historia de guerras, incidentes, y desencuentros, Alemania se ha caracterizado por ser un país que ha aprendido de sus fallas recuperando poco a poco su economía para convertirse en una de las más desarrolladas del mundo. Situación que implícitamente influye en la cultura y el arte cuya retribución económica es beneplácito para el sector artístico.

El teatro que se realiza en Bochum, Munich, Frankfurt, Berlín y Hamburgo es diverso, lo mismo tradicionalista que polémico y al mismo tiempo vanguardista. Al igual se representa a los grandes clásicos como se apoya y sorprende con la incursión de nuevos dramaturgos.

Entre una talentosa lista de autores que hoy en día proponen la escena teatral en el país germano, destaca Roland Schimmelpfennig (Gotinga 1967) como uno de los más prolíficos dramaturgos, en la actualidad se desempeña como autor dramático en el Teatro Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo.

Su trabajo ha sido premiado con varios reconocimientos como el Premio Else Lasker Schüler por la obra Fisch um Fisch, 1997; el Premio para el Patrocinio de Obras en Conmemoración de Schiller de Baden-Wurtemberg, 1998; y el Nestroy 2002 como mejor autor joven.

Entre sus obras destacan Erase una vez en mayo, Push up, Antes, después, Noche árabe -la cual se presentó en México bajo la dirección de Mauricio Lozano)- y La mujer de antes (Die Frau von früher), una muestra de la poderosa escritura de este joven dramaturgo que actualmente se escenifica dentro del Ciclo de Teatro Germánico Contemporáneo que se lleva a cabo con el apoyo del Instituto Goethe en el Centro Cultural del Bosque, bajo la dirección de Jorge Vargas.

Una propuesta donde el concepto y diseño espacial de Héctor Bourges y Karla Rodriguez recrea la estructura de una casa, ausente de decorado, de formas superpuestas e intersecciones de paredes. Entre butacas en tono negro con tendencia minimalista, los espectadores quedan “atrapados” dentro de la casa y otros como testigos del relato a través de las ventanas. Lo que no se contempló, es la poca visión que alcanza el espectador -situado en los laterales- que al momento del desplazamiento de los actores queda expuesto -desde algunos ángulos, debido a la estructura- a una visibilidad casi nula, perdiendo parte esencial de la trama.

El argumento del dramaturgo parte de un hecho cuya consecuencia ocurre “fuera de tiempo”. La historia es la de una mujer adulta Romy (Erika de la Llave) que tiene la firme intención de reencontrarse con su antiguo amor adolescente Frank (Rodolfo Arias) para concretar lo que hace 24 años atrás, en un momento de euforia y enamoramiento veraniego, se convirtió en un pacto de amor eterno, por lo menos para ella…

El hecho se estructura a manera de espiral, dinámica que travesea con el tiempo de manera cinematográfica y con el recurso multimedia, el cual no se utiliza para comunicar imágenes sino para transmitir información espacial referente a las escenas: “10 minutos antes, un momento antes, más tarde, dos días antes, después de las 3:30, algo más temprano la misma noche, un par de minutos después, un par de minutos antes”.

Situaciones que se congelan, (freeze), vuelven atrás, (rewind), se repiten y avanzan (forward) para representar lo que en determinado momento y hasta cierto punto “inofensivo” (mujer desesperada insistiendo en hombre con otra relación) desemboca en algo trágico y monstruoso.

Una trama donde Frank y su esposa (Alicia Laguna) sobrellevan un matrimonio monótono, ambos se encuentran empacando sus pertenencias para mudarse de ciudad cuando la sorpresiva presencia de Romy aparece como un ser fantasmagórico que busca posesionarse del presente de Frank.

Esta mujer desequilibrada ejerce una persecución heroica para alcanzar su objetivo, en ese sentido su conducta es lineal y clara. Sus características retratan a una mujer que ha vivido en su pequeña eternidad, a pesar de que se jacta de haber tenido cuantiosos amantes, que aparentemente no resultaron nada relevantes. Aguijonea meticulosamente a su presa, lo que resulta más peligroso dada su precisión y capacidad de irritar. Su pensamiento es símil de poder. Romy se rige por la individualidad marcada por su interior y, está dispuesta a la desintegración total del individuo para cumplir sus propósitos.

Frank, no se compromete con el presente. Su percepción no es clara y real. Proyecta hastío y carencia de pasión, no sabe qué le espera y dirige su futuro a través de la inercia.

El triángulo amoroso es la base de La mujer de antes, una historia que plaga el desarrollo de interesantes tergiversaciones, celos, discordia entre mujeres, sentido de pertenencia, angustia de perder, y deseo de tener, lo que deja vulnerable la psique de los personajes y donde la pandemia se extiende hasta arrasar todo a una corriente del destino donde cada integrante de la familia, no es sujeto de su propia decisión.

La colisión de hechos, repercute en el hijo de Frank y su novia adolescente, que terminan por enfrentarse con los demás personajes. Destaca esta chica con la atribución de diálogos en primera persona, refiriéndose a la narración y sensibilidad del entorno al estilo del coro griego que acompaña el infortunio que se presenta.

Como consecuencia de los hechos, Frank se enfrenta ante la elección: dejar a su familia o irse con la mujer que le hostiga. Como un ser caracterizado por una terrible debilidad, incapaz de tomar las riendas del poder sobre sí mismo, Frank no es capaz de razonar otra opción y sucumbe ante la incertidumbre provocando un desmembramiento del todo.

Los momentos de tensión siempre se dirigen hacia la puerta, a la espera de la posible llegada de Romy. No es una villana común, que si bien, se apasiona por un deseo de venganza, no lo ejerce con grandes aspavientos, ni ríe maléficamente, es acaso impersonal, pero precisa, tan importantes son sus silencios como acciones y sus herramientas para acabar con todo, como la bolsa de plástico que resulta un arma ya conocida de la ciencia ficción.

La mujer de antes con Erika de la Llave, Rodolfo Arias, Alicia Laguna, Rocío Leal y Bernardo Benítez bajo la dirección de Jorge Vargas se presenta en el teatro el Granero hasta el 25 de mayo. Una obra que atrapa al espectador y en la que destaca la actuación de Erika de la Llave, que mantiene el equilibrio entre su comportamiento externo y sus impulsos más íntimos, cuya interrelación con Rodolfo Arias se percibe auténtica