
Por: Roberto Sosa — 8 de octubre, 2012
Juliana Faesler hace la adaptación y dirige la obra de August Strindberg, El sueño que el autor de origen sueco escribió en 1901. Un drama que narra la historia del regreso a la tierra de la hija del dios Indra, que la Faesler aborda desde la farsa, para cuestionar el modo de vida que como sociedad y como individuos, esgrimimos.
Un ejercicio que parte de la visión de Agnes, la hija de un Dios que viene a la tierra para vivir con los humanos; busca una pareja para casarse, tener hijos y ser feliz. El hombre al que une su vida no es uno solo, son siameses que representan la dualidad masculina.
A partir de esto, la escena se llena de metáforas que tienen que ver con el comportamiento humano; con situaciones absurdas y también dramáticas. Personajes delirantes aparecen como salidos de un sueño; una cantante de ópera, un cerrajero que insiste en abrir una puerta, un soldado que busca al amor de su vida; un matrimonio que sólo se soportan por su hijo.
El escenario es un muro que se fragmenta, que se cierra y encierra. Un castillo que crece y atrapa a los atormentados habitantes, “hay que abrir la puerta, la puerta es la salida hacia una esperanzaâ€. El tiempo apremia y es urgente abrirla, se llaman a los que saben, los decanos de una universidad para debatir la propuesta.
Por fin, la puerta se abre, una mujer entra, al salir su respuesta es contundente: “NO HAY NADA, y lo que más me hizo daño, fue existirâ€, la nada lo llena todo, la sin esperanza lo colma todo. En este lapso de la obra, se suceden escenas que recuerdan a “Alicia en el paÃs de las maravillasâ€, donde los actores interpretan dos o más personajes en una vorágine actoral.
En cada acción hay un sutil mensaje que se queda en el espectador: no tenemos remedio como especie de este mundo, un mundo injusto y cruel. Agnes llora por los hombres y su Dios llega para rescatarla. El muro se estrecha hacia el espectador… no hay salida.
El sueño es una experiencia que se queda en el espectador, un momento difÃcil de olvidar; el teatro como espejo que refleja una imagen que duele y para no llorar, se rÃe. La reflexión de August Strindberg –también autor de El padre y La señorita Julia, las más conocidas y representadas en teatro–, parte de sus vivencias personales, recuerdos de un perÃodo oscuro que él lo llamó “la crisis del infiernoâ€, fracasos matrimoniales, esquizofrenia, soledad y penuria económica, una etapa de su vida que lo llevo a refugiarse en las drogas, la bebida y los estimulantes.
Un sueño se presenta de jueves a domingo – hasta el 16 de diciembre– en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario con las actuaciones de Rolando Breme, Christian Diez, Sergio Cuéllar, Alejandra Corzo, Luis Escárcega, Gala Gutiérrez, Miguel A. López, Ana B. MartÃnez, Uriel Ochoa, Azalia OrtÃz Francisco Pita, Alan Uribe y Carolina Vidal.
Una comedia onÃrica de Strindberg en la que Juliana Faesler, reconocida por su su trabajo en Sueño de una noche de verano, Divina justicia, ¿Qué oyes Orestes? y la trilogÃa mexicana de Netzahualcóyotl, Moctezuma II y Malinche/Malinches, reconstruye el mundo de sueños, alucinaciones y pesadillas a manera de un cuento mágico, en el que los actores a través de un peregrinaje recorren los diferentes espacios, paisajes, tiempos y situaciones creando momentos de lucidez, divertimento y melancolÃa. Fotos: José Jorge Carreón.
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