
Por: Enrique R. Mirabal — 4 de octubre, 2011
Producto de dos años de trabajo, este es un texto se fue puliendo y desarrollando en uno de los talleres impartidos por The Royal Court Theatre de Londres en colaboración con el Centro Cultural Helénico…
El dramaturgo, narrador y periodista Alberto Castillo Pérez mantiene -como debe ser- una actividad incesante en las letras. Después de la exitosa temporada de su obra Fatwa en el Helénico y, posteriormente, en el Benito Juárez, continúa aportando textos originales y sustanciosos a la novela, El mentor, y a la escena mexicana.
Luna desmembrada, recién estrenada, ha convocado al espectador para acompañar a Guadalupe, una amantÃsima madre mexicana en la búsqueda de su hijo Juan, perdido en la jungla de la región más transparente (averigüe usted en qué rubro).
El viaje, las pesquisas, cual viacrucis mariano tras la huella del Ecce Homo, nos mete de lleno en un territorio que remite tangencialmente al Lowry cercano al volcán aunque, justo es decirlo, el inframundo de Castillo tiene sus variantes post-modernas en las que la ironÃa, a ratos sarcasmo y un humor ácido ajeno a correcciones polÃticas, nos obliga a reÃrnos de una realidad apabullante que nos toca de cerca.
A manera de GPS, el programa de mano nos guÃa por varias zonas y colonias de la Ciudad de México, hablando en la jerga contemporánea, por diversos códigos postales con sus más fieles y arquetÃpicos representantes. De la decadente vedette Laila con su madeja de carencias a la burguesa Pilar y también al artista epÃtome del egocentrismo y consumidor de buenos salvajes. Por el camino, aparecen policÃas y ladrones, lo cual es redundante.
Guadalupe, la madre, encarnada por una intensa Clementina Guadarrama, deambula con ciega obstinación pero consciente de que el destino es irrevocable (ya lo establecieron los griegos y dan fe de ello Orfeo y Edipo) asume su rol freudiano, primero con abnegación y después con algunos signos de rebeldÃa pero sin prisa por alcanzar la catarsis que al igual que la némesis tienen su timing.
Abel Ignacio Hernández dirige atinadamente a Gaby Ornelas, Noé Alvarado, FermÃn MartÃnez y a Mahalat Sánchez en elÃptica disposición alrededor de la presencia de Guadarrama. Actores todos, en perfecto casting al que la intuición del espectador corresponde afirmativamente.
La disposición de los exiguos elementos escenográficos y el cambio de luces acentúan, dentro de las medidas del Foro la Gruta, el sentido laberÃntico tras los pasos del hijo perdido.
Ciertos toques de suspenso narrativo e incisivos acentos en el comportamiento humano conducen y obligan a especular al público tras las huellas de un hombre, del que se ofrecen, cual retrato hablado, diferentes y distorsionadas cualidades. Sólo la madre conocerá la esencia.
“La obra nació de observar constantemente la piedra Coyolxauhqui, diosa mexica lunar representada como una mujer desmembrada por su hermano Huitzilopochtli, una escultura que tiene una fuerza impresionante porque es una mujer rota y uno sabe que fue por violencia, esta es la imagen donde nace la obra que está hecha en cinco partes, cada una es un pedazo de la protagonista. La intención fue trabajar con la violencia que se ejerce cultural y simbólicamente sobre esta mujer que en ocasiones quieren que sea la sirvienta, la madre abnegada o la indÃgena sometida y estereotipada como un “buen salvajeâ€, Alberto Castillo Pérez.
Luna desmembrada es, en contrapunto con su tÃtulo, una obra muy bien articulada, enriquecida por cosmogonÃas y vivencias, con nostalgias y guiños, entrañable y distante como la Luna.
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