
Por: Enrique R. Mirabal — 1 de junio, 2007
La realeza de la danza nos visita
Hubo que esperar 30 años para ver de nuevo, en México, al Royal Ballet el Covent Garden londinense. Dice mucho de muchos. Primero, de las polÃticas y el interés de las autoridades culturales mexicanas por la danza clásica aunque, en segundo lugar, hay que subrayarlo, el RB no viaja mucho, es una compañÃa sedentaria y, hasta hace unos años, algo obtusa para aceptar ideas nuevas y bailarines ajenos a la escuela inglesa. Precisamente, ese fue un lastre del que le costó bastante desprenderse. El primer bailarÃn extranjero que logró hacerse de un espacio y un rango estelar único fue el ruso Rudolf Nureyev, partenaire inseparable en las últimas décadas de vida artÃstica de Margot Fonteyn. Nureyev reconocÃa no haberse sentido aceptado por la compañÃa británica en su estancia londinense, a pesar de haber elevado el nivel de los hombres en la danza clásica occidental. El primer británico, largamente asociado a la historia reciente del RB, en alcanzar una categorÃa similar de estrella internacional fue Anthony Dowell, gracias a una rusa, Natalia Makarova, que lo convirtió en su pareja habitual dentro y fuera de Inglaterra.
Los ingleses están en deuda, asimismo, con otro ruso, Nikolai Sergeyev, responsable de una sólida y definitiva escuela clásica en Gran Bretaña además de haber sido curador del repertorio ruso y memoria viva de muchas coreografÃas y elementos de los grandes ballets que, de otra manera, se hubieran perdido en los dÃas posteriores a la llegada de los bolcheviques al poder. Sergeyev era maestro y regisseur en el Mariinsky de San Petersburgo y de ahÃ, extrajo partituras y apuntes que le sirvieron en su huida en 1918 para establecerse en Londres y dar a conocer los ballets de Chaikovsky, Giselle y otros clásicos como Coppelia. En los años 20 del pasado siglo, montó una versión reducida de La bella durmiente, la primera vez que era visto este ballet en Inglaterra y posiblemente, en Occidente. De esta versión, parte la actual en el repertorio del Royal Ballet y que presentarán en el Auditorio Nacional el 14, 15 y 16 de junio.
Por supuesto, este original ha sufrido adaptaciones y versiones de autores diversos. La versión actual fue estrenada en el pasado 2006, asà que estamos como quien dice, de manteles largos en el D.F. Como dato curioso y para reafirmar los lazos entre La bella y la danza clásica inglesa, diremos que fue el primer ballet representado en Londres, en 1946, al término de la Segunda Guerra Mundial. En los inicios de la carrera de Margot Fonteyn, quintaesencia de la escuela inglesa, asà como en su debut en Estados Unidos de Norteamérica, este ballet fue su mejor carta de presentación, Varios fragmentos de la obra fueron filmados para la TV y el cine por la Fonteyn. El otro ballet que debe sus primeros pasos en suelo inglés a Sergeyev es Coppelia que podrá verse sólo el domingo 17.
Romeo y Julieta es, por herencia directa del texto literario de Shakespeare, un obligado y un deber en el repertorio del RB. La música es del ruso Prokofiev y la coreografÃa original es de Leonid Lavrovsky pero esta versión que veremos se debe a Kenneth MacMillan y data de principios de los años 60, pensada expresamente para el dúo del momento, Fonteyn/Nureyev. Ellos consagraron esta puesta y también la filmaron bajo las órdenes de Paul Czinner, experto en su sistema de atrapar las coreografÃas con el uso de varias cámaras.
A disfrutar a los ingleses porque no sabemos cuándo volverán aunque, quizás, Ars Tempo los convenza de regresar.
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