
Por: Josué Romero — 21 de diciembre, 2017
Soy de los que piensa que la Navidad es la época más colorida del año, no sólo por las luces, las flores de nochebuena, los árboles con sus esferas, las envolturas de los regalos, los nacimientos de todos tamaños y el oloroso ponche acompañado de buñuelos, también, lo es por las pastorelas, los villancicos y por el mágico mundo de El Cascanueces.
Desde mi peculiar punto de vista, creo que sin la presentación de este mágico ballet no hay Navidad completa. Por ello, me emociono al llegar diciembre, esa fecha tan significativa donde la CompañÃa Nacional de Danza (CND) realiza su tradicional temporada de este bellÃsimo espectáculo como lo ha hecho desde 1980, cuando el escenario de este producción era el Palacio de Bellas Artes. Años después –2001–, se cambiarÃa al Auditorio Nacional con el propósito de acceder a una mayor audiencia.
Me confieso afortunado porque he sido de las más de 600 mil personas que se han recreado con los maravillosos momentos que nos brinda El Cascanueces, como la escena del juguetero de Herr Drosselmeyer, cuando Clara descubre ese fascinante mundo lleno de magia y de color a través de la danza, o aquella donde un arlequÃn, una colombina y un moro surgen a la vida en las vÃsperas de estas emotivas fechas decembrinas.
Pero no sólo eso. También he visto como al sonar las doce campanadas, los objetos crecen de una manera descomunal para convertirse, por un momento, en el campo de batalla donde se enfrentan el Cascanueces y los fieles soldados de plomo contra el Rey de los ratones y sus atolondrados ratoncillos. También me encantan esos momentos en el bosque encantado donde vive la Reina de las Nieves, quien deslumbra con la belleza y con su encanto baila con sus copos de nieve para celebrar, por siempre, la Navidad.
Este increÃble cuento coreográfico llega a su clÃmax en un singular segundo acto, en el cual la música de Tchaikovsky y los bellos momentos de la danza nos llevan “de puntitas” al increÃble PaÃs de Azúcar, un lugar magico que nos hace soñar. También aquella escena en la que Clara y el Cascanueces presiden un colorido desfile donde múltiples personajes interpretan pasajes que simbolizan suculentos platillos culinarios, de esos que a todos nos encantán, como el chocolate de España, el café de Arabia, el té de China, el nugat de Francia y, unas delicosas flautas de caramelo con las que Mamá bombonera y sus seis hijitos nos sorprenden.
Si la música es excepcional y la danza es maravillosa, esta nueva producción de Mario Galizzi, director artÃstico de la CND, se viste, literalmente, de gala pues este año estrena escenografÃa, vestuario e iluminación, una intervención de gran lujo realizada por Sergio Villegas, Tolita y MarÃa Figueroa, y Laura Rode, cuatro talentos muy reconocidos en México, que embellecen todavÃa más esta mágica coreografÃa de Nina Novak que basada en la coreografÃa original de Lev Ivanov nos ubica en la esplendorosa Rusia de los Zares.
El Cascanueces de este 2017, es ese cuento de Navidad que nos endulza los ojos, una narrativa que nos descubre un ballet que además de conservar el clasicismo de su origen, se dibuja con nuevos elementos escénicos, como pueden ser una enorme carroza que emula los históricos huevos de Fabergé, un inmenso sillón de nueve metros, un majestuoso árbol de Navidad y un elegante vestuario que otorga la elegancia que ilustra este singular espectáculo que este año celebra el 125 aniversario de su estreno (1892) en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo y como cada año cierra las actividades de la CompañÃa Nacional de Danza.
El Cascanueces, todavÃa se puede vivir en dos funciones mañana viernes 22 y una más mañana sábado 23 de diciembre en el Auditorio Nacional, un espectáculo basado en un cuento escrito en 1816 por el alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann y posteriormente adaptado al francés por Alexandre Dumas en una súper producción con la participación de más 150 artistas en escena.
Un elenco que conjuga a la CompañÃa Nacional de Danza, a la Academia de la Danza Mexicana y a la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA, tres ensambles que descubren la fantasÃa de este clásico enmarcado por la música de Pyotr Ilyich Tchaikovsky interpretada por la Orquesta del Teatro de Bellas Artes dirigida por el maestro Srba Dinic, una partitura idónea para este espectáculo que vive la Navidad en el Auditorio Nacional, el escenario de este gran clásico que la CompañÃa Nacional de Danza obsequia como el regalo perfecto para compartirlo con toda la familia.
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