Por: Claudia Magun — 31 de julio, 2006
Con gran éxito se viene presentando desde hace un par de meses Peer Gynt en el espacio del Foro Sor Juana Ines de la Cruz del CCU, puesta en escena escrita en 1867 por el gran dramaturgo Henrick Johan Ibsen (1828-1906), en coproducción de Teatro UNAM –léase Mónica Raya, quién también realizó la escenografÃa y el vestuario-, FONCA y Festival del Centro Histórico, con la actuación de Rodrigo Vásquez, Laura Almela, José Carriedo, JoaquÃn CosÃo, Mariana Giménez, Viridiana Olvera y Mariana Treviño.
Peer Gynt es la historia de un hombre que huye del compromiso y de si mismo… una parábola de un muy egoÃsta personaje, quien procrea un hijo monstruo con la hija del rey de los duendes. Situación por la cual es amenazado con ser convertido en cerdo y huye de su aldea.
Gynt es un reflejo de esa sociedad burguesa del siglo XIX que vivió el autor noruego, tan comparable con estos nuestros tiempos, como dice Carlos Corona, quien además de una excelente dirección, realizó la dramaturgia: “Después de la caÃda del Muro de BerlÃn, mi generación se hundió en un nihilismo posmoderno espantoso. Defender un ideal era estar out; los adolescentes colocaban, con orgullo, un signo de interrogación en sus gorras, blandiendo como postura ante la vida la ignorancia. No en balde hemos sido nombrados: la generación Xâ€.
¿Pero quien es Peer Gynt? Acaso es uno de esos júniors de la sociedad mexicana egresados de la Ibero o de la Anahuac, de esos que están tan bien educaditos que reflejan su comportamiento ciudadano, cuando tiran a la calle colillas y hasta botellas de agua desde la ventanilla de su coche.
De esos “niños o niñas bienâ€, que parece que traen papa en la boca, de esos que todo lo hablan a medias palabras y con “hartas†groserÃas; de esos que visten ropa de marca, aunque sea de Gap, Banana, o por lo menos del Palacio, si no se puede de Armani u otros súper caros trapitos por los que pagan más de uno, dos y hasta tres sueldos mÃnimos por prenda. De esos que van a “reventarse†al Love, al Club o de “perdis†a otro antro donde sà los dejen entrar. De esas discos, donde se toman varios “drinks†que cuestan bastante más que cualquier comida diaria que se llevan a la boca muchas de las familias de los obreros que trabajan en la fábrica “de mi paâ€.
De esos que se meten tachas, coca o mÃnimo un “churro†o lo que sea que los ponga “hasta atrás†y los ayude a olvidarse de su pobre relación interfamiliar. Esa débil existencia que los ha llevado a perder el respeto por las tradiciones familiares, con la excusa de que: “el ruco de papá ya ‘traÃ’ una nueva novia†o “mi mamá anda ligando con el entrenador del gymâ€.
SÃ, uno de esos chavos, tan parecidos a Peer, que van por la vida cuestionándose sobre su problemática existencial, que hoy tanto les angustia: “quién soy†y “hacÃa a donde voyâ€.
Pero que en el “inter†gastan en un boleto de los Stones o de Luis Mi, y si Madonna no viene a México se van a Las Vegas, Los Angeles o Nueva York a verlos, pero que por supuesto no pisan una buena función de teatro, música o danza.
Pero también podemos parangonar con cualquier polÃtico, como el “niño verdeâ€, aquel que sale en los videos de los sobornos y luego hace huelga protestando por “el seguro o quien sabe qué, en pro de los ciudadanosâ€. SÃ, esos del partido ecológico, que en la Campaña del 2000, eran “pro-cambioâ€, pero después siempre no… porqué quién sabe qué pasó.
En fin, que Peer Gynt es como uno de tantos prototipos de nuestra sociedad consumista, preocupados mucho más “por lo que se van a poner y a dónde van a irâ€, que por lo que pasa en su paÃs, o en cualquier otro.
En fin, como dicen, después de tanto “choroâ€: Peer Gynt, además del gran protagonista de la novela homónima de Henrick Ibsen -que refleja a aquella sociedad cuyo protagonista era un “popis†del siglo XIX-, este personaje es tan actual que podemos ubicarlo perfectamente en cualquier respetable ciudadano de principios del siglo XXI.
“El final del siglo XX nos dejó el mismo vacÃo existencial que a Peer Gynt su vida, un joven que tenÃa todo para hacer lo que quisiera, menos pasión, deseo y convicción; mal tan común en nuestros dÃasâ€, Carlos Corona. Fotos Marco Lara.
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