Por: Enrique R. Mirabal — 4 de septiembre, 2005
Indudablemente, este ha sido el año Shakespeare en los teatros del INBA. A manera de cierre de temporada, la Opera de Bellas Artes ha programado Roméo et Juliette del francés Charles Gounod (1818-1893) en el Palacio para redondear este mes de festejos con nueva puesta y grandes voces.
Del 4 al 18, habrá 6 funciones de la ópera y tres elencos combinados de calidad internacional. La dirección musical a cargo de Enrique Patrón de Rueda y la escénica de Alejandro Chacón. Los papeles estelares, en estado fraternalmente competitivo : Roméo , los tenores Fernando de la Mora, Frédéric Antoun y Rolando Villazón ; Juliette, las sopranos Ainhoa Arteta y Anna Netrebko.
La segunda ópera más popular en la escala Gounod se estrenó en ParÃs en 1867 y no se representa en México, D.F. desde 1987, precisamente con Fernando de la Mora en el rol de Roméo , dando todo de sà y a punto de iniciar carrera internacional. Esta nueva puesta en escena promete ser orgánica y original, adjetivos al uso de los que corroboraremos o negaremos su idoneidad en una entrega posterior ; sin embargo, el gran atractivo y la gran expectativa de esta temporada están centrados en Rolando Villazón, el tenor mexicano cuyos valores van al alza en las Casas de Opera y la agradable sorpresa que nos llega del Mariinsky de San Petersburgo, Anna Netrebko, singular soprano rusa tan cotizada como lo es desde hace años la rumana Angela Gheorghiu. A Netrebko, al igual que hace años Dvorostovsky, por citar a los ex soviéticos, la podremos ver y oÃr en el pináculo de su carrera, momento poco usual en nuestra máxima casa de ópera: los cantantes internacionales nos llegan al inicio de su vida profesional o en pleno declive de sus facultades. La razón, simple y sencilla, los altos honorarios que una estrella operática de alto nivel exige por su visita.
La partitura de esta Roméo et Juliette es, por la escasa competencia tal vez, la ópera más consistente y próxima al romanticismo inherente a la anécdota shakespeareana. Ni el tratamiento de Bellini ni el de otros compositores han logrado igualar en el pentagrama el canon de amor idÃlico que el inglés consiguió con sus versos. Otros músicos, en diversos acercamientos, sà han podido equipararse a Shakespeare, el francés Héctor Berlioz con su SinfonÃa Dramática y los rusos Piotr Illich Chaikovsky (Obertura FantasÃa) y Sergei Porkofiev con su ballet. Simplemente, cuestión de trascendencia artÃstica. Porque si bien no se le puede escatimar a Gounod un lirismo con toques de exquisitez a la francesa ni su buena construcción armónica y la efectividad dramática de sus óperas, carece, no obstante del gran hálito que en los antes mencionados sobra.
La música de esta ópera es siempre agradable de escuchar, brinda a sus intérpretes oportunidades de lucimiento vocal como el Vals de coloratura con que Juliette presenta credenciales ante el auditorio y para el tenor un aria que frecuentemente se incluye en los programas de concierto, Lève-toi, soleil – para beneplácito nuestro es un logro de los tenores mexicanos- Hay dúos, concertantes y mucho brillo orquestal en el resto de la partitura asà como atmósferas inquietantes y correspondencia entre libreto y acordes y papeles secundarios con buenas alternativas de desempeño: en este caso, promete la inclusión en el reparto de Noé ColÃn y Alejandra Katzarava. C´est tout.
La coda de la ópera en este sexenio ha iniciado con paso firme y atinada selección: De Turandot a Roméo… se percibe un crescendo de calidad que ojalá nos acompañe hasta el 2006.
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