
Por: Oswaldo Valdovinos — 1 de enero, 2007
“El circo es una pequeña arena cerrada que nos envuelve en el olvido; por un momento nos permite salir de nosotros mismos para fundirnos en un mundo de gozo y maravilla que nos conduce al corazón de un universo misterioso”, Henry Miller.
Hablar del circo es evocar a la magia; al paso de un universo cotidiano a un entorno en el que lo fantástico y lo maravilloso son posibles en un mismo espacio; a la posibilidad de lo extraordinario con sólo atravesar un portal para deslizarse a la ensoñación de esa pista que lo mismo es escenario de actos lÃmite que de escenas conmovedoras o fugaces…
Es, en pocas palabras, hablar de uno de los espectáculos en vivo que aún son capaces de asombrar al hombre del siglo XXI, con todo y el desarrollo tecnológico que se ha logrado alcanzar en estas últimas décadas.
Y si de circos de trata, uno de los más emblemáticos y de mayor tradición en nuestro paÃs es el Circo Atayde Hermanos, fundado en Mazatlán, Sinaloa, en 1888, y que a más de 100 años sigue dando de qué hablar.
Si bien existen antecedentes en Occidente que están relacionados directamente con las artes circenses –la Comedia del Arte (por el lado de Europa) en la cual personajes como ArlequÃn, Pantalón o Polichinela, entre otros, cantaban, bailaban, actuaban con base en improvisaciones temáticas, y hacÃan malabares y acrobacias, en tanto en América existÃa ya una tradición y un patrimonio extraordinarios a propósito de los juegos malabares y acrobáticos que datan incluso de antes de la llegada de los conquistadores españoles (Francisco López de Gómara hace una referencia al respecto en su Historia General de las Indias)-, no es sino hasta en 1768, en Inglaterra, que el circo moderno surge, presentado en una pista circular como un espectáculo de acrobacia sobre caballos al que poco a poco fueron incorporándose proezas de malabaristas, acróbatas y saltimbanquis que se practicaban en las plazas públicas desde tiempos inmemoriales.
A México llega en 1808 y en 1841 nace el primer circo propiamente mexicano, y es en 1864, con el circo de Giuseppe Chiarini, un italiano que llega en los tiempos del imperio de Maximiliano, que se introduce definitivamente en nuestro paÃs. Cabe mencionar que para fines de siglo XIX florecieron numerosos circos que corrieron diversos destinos: el Suárez, el Metropolitano de los Hermanos OrÃn, el Gran Circo Fénix, el Circo Treviño, y en agosto de 1888 el Circo Atayde Hermanos.
Para que un espectáculo de circo pueda ser considerado como tal hay que contar con ciertos elementos constitutivos fundamentales: la doma de caballos y otras especies animales, la acrobacia (aérea o de piso), los juegos malabares, los payasos, y las contorsiones y el equilibrismo, actos básicos de las artes circenses –cuyas variables son incontables- que se presentan bajo una carpa que alberga en su centro una pista circular como espacio escénico.
Si bien es cierto que algunos circos han prescindido de los actos con animales por diversas cuestiones relacionadas con las sociedades protectoras de animales, y otros han alcanzado una espectacularidad basada tanto en la calidad de los actos presentados como en la utilización y aprovechamiento de la tecnologÃa, sobre todo en lo referente a luz y sonido (el Cirque du Solei, por citar el más famoso), el Atayde Hermanos se apega al esquema antes mencionado con la finalidad de continuar una tradición que ha seguido por más de 100 años.
Es asà que para continuar con esta tradición, el Circo Atayde Hermanos es una excelente opción para terminar este 2006 e iniciar 2007. Con un elenco que reúne a artistas de diversos paÃses (Cuba, Argentina, Colombia, Rumania y por supuesto México) presenta su temporada 2006-2007 Galas de invierno, la cual se conforma de diversos actos de malabarismo, números de elefantes y tigres de Bengala amaestrados, pulsadores, acróbatas, magia y por supuesto los payasos. Galas de invierno se presenta hasta el 7 de enero, de lunes a sábado a las 17:00 y 20:00 hrs. y los domingos a las 12:00 y 14:00 hrs. en la Carpa Astros.
Por último, baste mencionar las palabras de Vicente Leñero respecto al circo: “Desde la infancia, desde la memoria que revive el pasado, y también desde el presente por supuesto, el circo es siempre un paraÃso. Como tantos productos que convierten la marca en sustantivo (el diúrex, los livaÃs, hasta el pan bimbo), en México decimos Atayde para decir el circo. Lo aprendimos de niños y continuamos yendo, con hijos y con nietos, para ver si logramos seguir siendo eso: niñosâ€.
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