James Thiérrée, lo imaginable posible

Por: Claudia Magun — 1 de noviembre, 2005


James Thiérrée es uno de esos genios que uno se pregunta de donde puede sacar tanta idea, que le dieron para tener esa imaginación, de donde le brota. Porque de que la tiene, la tiene. Será que como dicen: lo hereda, no lo hurta. Es clown, músico, actor, dramaturgo, bailarín, pero sobre todo es de esos creadores que lo que les sobra es imaginación, el suizo, naturalizado francés, adicto a vivir entre telones, iluminación artificial y escenografías multicolores, nieto de Chaplin y bisnieto de Eugene O´Neill.

James Thiérrée logra hacer lo inimaginable posible con un lenguaje único que no necesita de la palabra para que se entienda, y se entiende porque va más allá de un texto oral, es una sofisticada poesía sin reglas escénicas, muy libre, que combina muchos elementos para que el texto emerja a través de la música, la danza o la pantomima. Una sensación de libertad.

James empezó a pisar los escenarios cuando tenía apenas cuatro años de edad en el espectáculo de sus padres siempre en situaciones poco cómodas: dentro de una pequeña jaula o con los pies asomados debajo de una maleta. “Mis padres me utilizaban como utilería”, James reflexiona con cierta ingenuidad. Gracias a la agitada gira de Le Cirque Imaginaire (más tarde conocido como Le Cirque Invisible), James viajó por todo el mundo antes de cumplir los veinte años.

Ya con el tiempo, James Thiérrée se convirtió en un experto en acrobacia, danza, trapecio y violín. Con el propósito de pulir su capacitación en las artes teatrales y las relacionadas con el circo, asistió al Piccolo Theater en Milán, bajo la tutela de la célebre Isabelle Sadoyan-Bouise y más tarde estudió en la mejor escuela para payasos del mundo: la Universidad de Harvard. A partir de ese momento, James incursionó en el mundo del teatro y del cine vanguardista junto con artistas reconocidos internacionalmente como Peter Greenaway y Robert Wilson. A mediados de la década de los noventa, James se lanzó como solista y fundó una compañía de circo que reflejaba su propia estética teatral. La llamó cariñosamente Compagnie du Hanneton. (Hanneton en francés es un tipo de bicho o lo que se llama en inglés un junebug.). En 1988, la compañía montó su primer espectáculo La Symphonie du Hanneton o The Junebug Symphony, una surrealista y maníaca fusión de acrobacia, contorsionismo, malabarismo y personajes fantásticos.

James señala que en un principio este espectáculo para cuatro personajes le llegó como “un cúmulo de imágenes y deseos que uno no puede seguir encerrando en el desván”.

La última creación que pudimos deleitar de Thiérrée en México fue Junebug Symphony, un gusto para todos aquellos que asistieron al Julio Castillo y salieron con cara de que me gusto, con una sensación de alegría que se les notaba. Ahora Integrus trae La Veillée des Abysses, nueva creación de de James Thiérrée, al Teatro Pedregal, del 23 al 27 de noviembre. En esta propuesta, comparten el escenario con el señor Thiérrée, la soprano Uma Ysamat, el contorsionista Raphälle Boitel, el bailarín Niklas Ek y Thiago Martins, experto en capoeira. Una fantástica invención basada en el estado de conciencia que provocan los sueños, una mezcla de circo, teatro y danza con un texto silencioso, donde las escenas son como instalaciones poéticas que cobran vida.

James Thiérrée aporta a la escena toda su imaginación en una obra universal donde el lenguaje del cuerpo es la expresión, y ese se entiende en cualquier parte del mundo.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.