
Por: Roberto Sosa — 1 de diciembre, 2010
De Malcolm Lowry se conoce su obra cumbre Bajo el volcán. A partir de esta novela, David Hevia, escribe y dirige Por el gusto de morir bajo el volcán, para retomar la historia y presentar una propuesta escénica que toma a sus personajes desde otra perspectiva.
El Hotel Casino de la Selva en Quauhanáhuac (nombre original de Cuernavaca), una celebración del DÃa de Muertos de 1939 y una vorágine de pasiones ante la mirada de los volcanes Popocatépetl e IztlaccÃhuatl, son las razones para escribir el relato.
Con un texto poético y desgarrador, Hevia introduce al espectador a presenciar la autodestrucción del ex cónsul británico Geoffrey Firmin (Rafael Sánchez Navarro).
Ivonne (Marina de Tavira), ex esposa del diplomático vuelve a México para intentar salvar su relación y al propio Geoffrey; Hugh (Miguel Cooper) hermano de Firmin, regresa de combatir en la Guerra Civil Española. Tres interesantes personajes que tejen un relato trágico contado a través del alcoholismo de Firmin, que es el hilo conductor de la obra.
En la historia viven otros más que complementan el drama: Laruelle (Sergio Cataño), Doctor Vigil (Miguel Conde), Fernando Patillón (Miguel A. López), Indio y Cervantes (Luis GarcÃa), Concepta y Gregorio (MarÃa del Carmen Félix) y Niña (Ingrid Espejel), todos se mueven alrededor de los tres principales.
Una tragedia que circunda y alcanza al protagonista de la historia, una historia que el propio Geoffrey Firmin narra a través de Laruelle, que funge como su alter ego.
Al inicio, la obra no de fácil comprensión, la dramaturgia de David Hevia no lo es, sin embargo en el desarrollo de la pieza, el texto se traduce a lo comprensible, con esto, no queda duda del oficio del autor, la sapiencia para manejar su versión hacia dónde quiere mover a sus personajes y qué final es el deseado, en este sentido Hevia no traiciona sus principios.
El espectador verá en tres horas de función, la interpretación exacta de un texto bien estructurado. Cabe destacar la actuación de Rafael Sánchez Navarro, una apologÃa de la interpretación done el señor demuestra cómo se debe parar un actor en el escenario.
La escenografÃa nos lleva a la imaginación: un bar, una casa, una calle de Quauhanáhuac y un jardÃn. La madera que decora el espacio escénico propone al espectador un lugar cálido y húmedo; el lino del traje que viste al cónsul, se complementa con los tonos pastel del vestuario de los otros participantes.
La atmósfera que se recrea, es de un sitio caluroso y lluvioso, un lugar lleno de tradición, mágico; la historia ocurre durante los convulsionados tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial.
Por el gusto de morir bajo el volcán –se presenta en el Teatro Galeón del Centro Cultural del Bosque, de jueves a domingo, hasta el 19 de diciembre–, una obra de largo aliento que el público comprometido con el quehacer teatral debe disfrutar.
Malcolm Lowry escribió Bajo el volcán en 1947 durante su estancia en tierras mexicanas; en 1984 fue llevada al cine por el realizador John Huston, quien la rodó por escenarios del Estado de Morelos y en la ciudad de Cuernavaca, protagonizada por Albert Finney, Jacqueline Bisset y la mexicana Katy Jurado.
El texto literario es considerado como autobiográfico por los problemas de alcoholismo que padeció su autor y que lo llevó a la muerte, como sucede en su novela con el cónsul Geoffrey Firmin.
En su proyecto escénico, David Hevia construye una estructura dramática que nos conduce por los intrincados caminos del alma humana, la traición y las pasiones que se desbordan, como se desborda la bebida en el vaso de Geoffrey Firmin; la forma de consumir las copas, es la manera en que se deja escapar la vida.
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