
Por: Enrique R. Mirabal — 6 de noviembre, 2005
Del 23 al 27 de noviembre, Ars Tempo se estrena como empresa operática en el Auditorio Nacional. Para tan lÃrica ocasión, la magnitud del evento se corresponde con el propósito al importar desde Italia a la compañÃa en pleno del Teatro Regio di Parma, el tradicionalmente teatro definitorio del futuro de los cantantes que debutan en esta encumbrada casa de ópera, se dirÃa que la más prestigiosa de su paÃs a renglón seguido de la Scala de Milán (Quien triunfa en Parma salvó el primer obstáculo para emprender carrera). Como una garantÃa de lleno total y éxito seguro, la ópera elegida es Rigoletto, una de las más populares de Giuseppe Verdi y una favorita del público en todas las latitudes.
El principal atractivo de Rigoletto es, fuera de toda discusión, su música, esencialmente cantabile, rasgo inherente a toda ópera pero que aquà usamos en el sentido de la audiencia. Nadie con un mÃnimo de afinidad por la música esencialmente melódica puede evitar salir del teatro sin tararear, silbar o dizque entonar alguna o varias de las arias o dúos recién escuchados: La Donna é mobile…, por remitirnos a lo más obvio y trillado. La inagotable vena melódica de Verdi, sólo comparable a la del genial Tchaikovski, provee a sus obras de infinitas oportunidades de lucimiento para los cantantes, sin discriminar en tesituras.
En Rigoletto, el personaje epónimo, un deforme bufón que sufre en carne propia el escarnio de los mismos cortesanos a quienes aduló y de quienes fue cómplice, le corresponde a un barÃtono que carga con todo el peso dramático, debe vengar la honra de su hija y servir de eje en la trama musical, con un motivo, La Maledizione, esbozo del leit-motiv wagneriano que tanto detestara Verdi en una etapa de su vida profesional y que terminarÃa por incorporar en sus últimos años.
La trama de Rigoletto deriva de una obra de otro titán del siglo XIX, El rey se divierte del francés Victor Hugo, una tragedia al uso con enredos de corte, conquistas amorosas y corazones de doncella destrozados amén de venganzas filiales conectadas en lÃnea directa con el espÃritu italiano de vendettas y pactos de honor (hágase un recuento entre las óperas verdianas y saldrán a la luz estas palabras cientos de veces).
Hay momentos de gran brillo escénico con las báquicas escenas del Duque de Mantua y sus parasitarios subalternos y otros de mayor intimismo romántico entre soprano y tenor o la ternura implÃcita en los encuentros entre padre e hija. La adaptación del texto de Hugo se debe a un cercano colaborador de Verdi, Francesco Maria Piave quien sufrió la censura de su siglo al obligársele a cambiar al rey del tÃtulo por un duque de menor peso jerárquico con tal de no herir susceptibilidades monárquicas. En otra ópera, , Un ballo in maschera, Verdi hubo de cambiar la geografÃa de su melodrama por motivos similares.
Y si la urdimbre dramática y las melodÃas de Verdi no fueran suficientes para atraer al público no habitual del género lÃrico, nadie podrá resistirse a la fastuosa producción del Regio di Parma con su explosión de colores y texturas de vestuario y escenografÃa asà como todo el peso artÃstico de la compañÃa parmigiana, con segundas partes, coros y orquesta en vivo y el equipo técnico del teatro italiano.
Atinada elección de Ars Tempo y sus entusiastas guÃas, Arcelia de la Peña y Eduardo de León, por traernos la casa matriz de la ópera italiana al igual que hicieron con el ballet ruso y el Mariinsky. Las funciones de Rigoletto tendrán lugar en el Auditorio Nacional de Paseo de la Reforma con doble elenco de consagrados y noveles valores del bel canto. Encabezando la lista, una leyenda de las últimas décadas, el barÃtono Leo Nucci, un cantante como pocos y un actor consagrado, consentido de las más importantes casas de ópera que ahora engalana al Auditorio.
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