Sones de tierra y nube, una fiesta de Oaxaca en el Teatro de la Ciudad

Por: Josué Romero — 8 de julio, 2016

Sones de tierra y nube de la Banda Mixe. Teatro de la Ciudad, julio 2016 La tierra de los cielos azules estuvo —el pasado domingo 3 de julio— en esta muy noble y leal Ciudad de México para dejarnos no sólo un pedacito de cielo sino también del alma. Quienes hicieron esto posible fueron los integrantes de la Banda Filarmónica del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM), toda una institución musical quienes deleitaron al público con un concierto de gala que hizo cimbrar los antiguos cimientos del Centro Histórico.

Cabe hacer mención que el CECAM es una institución de formación musical indígena que surgió en 1977 y se estableció en la comunidad Mixe de Santa María Tlahuitoltepec, ubicada en la Sierra Norte de Oaxaca. A la fecha ha formado a 35 generaciones de jóvenes músicos indígenas, algunos de ellos, sobresalientes, lo que les ha permitido ingresar a escuelas de música y a participar en reconocidos ensambles orquestales, tanto nacionales como internacionales.

Fernando de la Mora invitado al Concierto Sones de tierra y nube de la Banda Mixe. Teatro de la Ciudad, julio 2016 En sus inicios la institución contó con el apoyo del gobierno federal, en la actualidad el CECAM opera de manera independiente y no cuenta con un respaldo financiero fijo que le dé estabilidad, por eso la necesidad de captar un mayor número de recursos económicos que le permita funcionar se torna urgente. Además, la idea es que la sociedad de cuenta del valor cultural que esta región de México aporta al país y al mundo, pues además de contar con el mayor número de músicos, también cuanta con el mayor número de bandas en México

Así, fue que nació esta presentación de Sones de Tierra y Nube, un evento a beneficio de la Banda Mixe, la cita fue en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, no podía haber mejor escenario para una noche donde fuimos parte de los valles y las sierras de la verde Antequera (Oaxaca) donde cotidianamente se escuchan Sones de tierra y nube, música que suena lo mismo a viento y melancolía, que a memoria y alegría campirana.

Conchita Hernandez invitada al Concierto Sones de tierra y nube de la Banda Mixe. Teatro de la Ciudad, julio 2016 Los músicos de la Banda Mixe, una vez más estuvieron apadrinados por la cantante oaxaqueña Susana Harp quien compartió el escenario con el tenor mexicano Fernando de la Mora, el pianista Héctor Infanzón, así como por la flautista Conchita Hernández y el trompetista Mauro Kuxi Delgado, estos tres últimos egresados de este centro de formación musical.

Una noche de música y alegría donde al darse la tercera llamada inició el desfile de los integrantes de la Banda Sinfónica del CECAM dirigidos por el maestro César Delgado, una bienvenida donde el aplauso del respetable no se hizo esperar.

Lo mejor fue cuando empezaron a surgir los primeros acordes de Tlahuitoltepecana, un instante muy emotivo donde la piel se nos puso “cómo de gallina” al escuchar este vibrante son de Isaías Vargas; después vinieron Sones y jarabes mixes de Marcelino Rovirosa, y Un manojo de aire de Narciso Lico Carrillo. El pianista Héctor Infanzón acompañó a la Banda Mixe en la interpretación del danzón Circulando señor, de Amador Pérez Torres.

Hector Infanzon, invitado al Concierto Sones de tierra y nube de la Banda Mixe. Teatro de la Ciudad, julio 2016 Si bien es cierto que la música cuando sale del alma cura las heridas, pues déjenme decirles que cuando los acordes salen de la Sierra Mixe sana la vida misma. Por ello, cuando Susana Harp interpretó el tradicional tema La llorona (son istmeño) y Fernando de la Mora cantó magistralmente El andariego del célebre Álvaro Carrillo, quienes estuvimos en el Teatro de la Ciudad nos volcamos en aplausos llenos de emoción, pues nuestra alma había sido curada.

El concierto seguía y no nos importaba que el día siguiente fuera lunes. Había que seguir gozando la música, unas veces con los pies y otras con las manos, para seguir con el Fandango tehuano, un son itsmeño del compositor Máximo Solís; también se escuchó el Mambo 8 del célebre cara de foca Dámaso Pérez Prado, y para cerrar la noche con broche de oro, el ritmo de Pinotepa, una chilena de Álvaro Carrillo.

No hay palabras suficientes que describan el cúmulo de emociones y sentimientos que vivimos el domingo pasado en Sones de tierra y nube. No sólo fue la “carne de gallina”. También fueron mariposas en la panza y esas cosquillitas electrizantes que te recorren todo el cuerpo. Si quieren contagiarse de estos sentimientos temo que tendrán que esperar un año, pues la Banda Sinfónica del CECAM prometió volver hasta el 2017. Mientras llega esta fecha, cerremos los ojos, imaginemos un cielo azul de nubes esplendorosas y cantemos quedito, Naela… di porque me abandonas… Tonta, si bien sabes que te quiero… Vuelve a mi…

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.