
Por: Antonio Riestra — 4 de diciembre, 2014
Para Gabriel Reyes y Diego Cristian Saldaña, músicos…
Mi fuero musical, modestia aparte, goza de cierta sensatez. Y es que en la casa de la infancia, bien recuerdo, se oÃa casi de todo. La abuela tenÃa una consola bellÃsima, de madera, donde ponÃa diversos elepés diariamente y desde muy temprano.
Nosotros, por decir algo pintoresco, desayunábamos, comÃamos y cenábamos con Piporro, José López Alavez, Los TerrÃcolas, Pedro Infante, Los Churumbeles de España, Manuel Bernal “El Declamador de Américaâ€, Los Locos del Ritmo, VÃctor Yturbe “El PirulÃâ€, AgustÃn Lara, Jorge Negrete, Lola Beltrán, Pedro Vargas, entre otros. Ninguna particularidad. Digo que tan colorido repertorio me desveló la ocasión de ser escucha.
Hablar pues de una obra que merece reflexión, es, sin duda, hablar de una obra debidamente atendida –aun cuando sea de manera inconsciente; inconsciente, claro, en sentido psicológico– por su autor. O sea, la obra ha sido puesta en tela de excelentes oÃdos: la poesÃa, argumenta el vate jalisciense Ricardo Yáñez: “es la madre de todas las artes, pero la música es la maestraâ€.
Pongamos el ejemplo de una pintura: La noche estrellada, de Vincent van Gogh. Llama nuestra curiosidad, primero, el espacio duradero que nos otorga. Luego, el tiempo, dentro de su quietud rectangular, que trascurre. No otra cosa que tiempo ocupado y espacio trascendido tal fenómeno; música entonces.
Y asimismo, la música, el trabajo del argentino Pedro Aznar, quien se presentó el sábado 29 de noviembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Aznar, en palabras del ya fallecido Luis Alberto Spinetta, “probablemente uno de los músicos más grandes de la Argentina, un genio totalâ€, mostró y demostró por qué el Flaco le merecÃa tales elogios.
El quórum fue de veras exiguo; el necesario sin embargo. Silencio total y respetuoso antecedieron al roquero y a la vez jazzÃstico Ãncipit: Como un océano,/ como un mar,/ como rÃo correntoso,/ como lago inabarcable,/ no pude ser la gota,/ música en el cántaro…. Pedro comenzó tocando éxitos como el anterior y como Mientes, Viernes 3 AM, Ya no hay forma de pedir perdón; “Las canciones que eligió la genteâ€, pues a través de su portal de internet pudimos armar el setlist. A mitad del concierto, Pedro Aznar concertó y desconcertó; quizá porque lo esperábamos; quizá, porque no. Teléfono en mano, leyó las siguiente lÃneas:
Rama retorcida del árbol humano. La avaricia no se va a erradicar con un discurso ni con un decreto. Todos llevamos egoÃsmo en las alforjas, pero lo que nos forja y hace humanos es vencer al dragón de nuestros vicios.
Lo que se compra y se vende hoy, lo que se traiciona, es la confianza del pueblo. La corrupción no sólo insulta al mandato soberano de la gente, sino que se pronuncia sórdida en palabras de muerte. Ante ese verbo negro exigimos 43 veces verdad. 43 veces justicia. 43 veces paz.
Después de la rigurosa cuenta del público, que finalizó en el Número 43, y clamar a voz en cuello ¡Justicia!, sonó Como la cigarra, de la artista argentina MarÃa Elena Walsh. El maravilloso recital, por razones clásicas, debÃa terminar. Pedro Aznar nos regaló una noche de canciones propias y covers. Entre éstos, pudimos atender Karma Police, y entre aquéllas, Los dÃas más cortos del año, que, de principio a fin, pusieron nuestra atención en buena atención, y en buena escucha.
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