Por: Enrique R. Mirabal — 1 de agosto, 2018
Llegan los últimos pares de concierto a la Sala Nezahualcóyotl en esta temporada bajo la advocación de Ludwig van Beethoven. Esta segunda etapa se mantiene en el esquema de origen con la suma de las sinfonÃas de Beethoven que se hubieran antojado más repartidas. Algunas obras contemporáneas siguen alternando con el clasicismo alemán además de la aparición de varios solistas que dan un toque más atractivo a los conciertos.
Fandangos, del puertorriqueño Roberto Sierra, abre el programa de este sábado 4 y del domingo 5 de agosto que será llevado por la batuta del costarricense Giancarlo Guerrero, actual director de la Nashville Symphony. Una partitura que denota la sonoridad y el ritmo incesante del baile español, tomando como referencia a los famosos fandangos que en la historia de la música han sido, prometen un movido concierto que contraste con el meditabundo y mÃstico ejercicio sonoro de Toru Takemitsu escuchado en julio y que sobresalió en esta temporada por ser una rara avis de la programación, lo cual deberÃa ser más una constante o sello distintivo.
Ya sabemos que en la OSM hay lugar para nuevas obras pero algunos clásicos del siglo XX merecen una nueva mirada que nos ayude a justipreciar la contemporaneidad. En este mismo fin de semana, escucharemos a la concertino de la OSM, Shari Mason, tocando el Primer concierto para violÃn de Prokofiev.
Al igual que su Primera sinfonÃa, Clásica, o su Primer concierto para piano que es un incesante diálogo, en ocasiones agónico, entre el solista y la orquesta, el Primer concierto para violÃn es una oportunidad perfecta para la solista de mostrar sus cualidades técnicas y expresivas. Por las ocasiones anteriores en que hemos escuchado a Mason como solista, este hecho nos permite augurar una ejecución tan brillante como la que exige obra del ruso.
Nos quedan la mayorÃa de las sinfonÃas de Beethoven, comenzando por la Primera y concluyendo con la Novena. Tal y como apuntamos, se hubieran preferido más dosificadas a través de la Temporada y no acumuladas hacia la coda. Siempre es preferible un paréntesis para degustar con un paladar más neutro aunado a la presencia de buenos solistas y obras atractivas: el mencionado Concierto para violÃn de Prokofiev, el de trompeta de Tartini, el Número 20 de Mozart para piano.
No se puede dejar de mencionar el regreso del siempre esperado Vadim Gluzman quien para su legión de admiradores de la Sala Neza tocará el Primer Concierto para violÃn de Shostakóvich, una obra de difÃcil ejecución que demanda a un solista tan diestro técnicamente como poseedor de una sensibilidad especial para patentar los matices que exige el compositor.
El lado más tradicional de los programas, lo cual se traduce en la aprobación del gran público, tiene lugar el sábado 18 y el domingo 19 de agosto con puro clasicismo a la vienesa: Las SinfonÃas 2 y 4 de Beethoven con la aparición del Concierto No. 20 de Mozart con la pianista Anne-Marie MacDermott como solista de una de las partituras más gustadas del genio austriaco y que además se ha visto como soporte dramático y estético (según como se vea) en ballets. Nadie puede negar la facilidad con que su tema principal queda en la memoria de los escuchas.
Por supuesto, la Gala que cierra la Temporada el sábado 1 y el domingo 2 de septiembre tiene como plato fuerte la Novena de Beethoven con imprescindibles solistas invitados y dos coros: Katherine Whyte, soprano, Grace Echauri, mezzosoprano, Thomas Studebaker, tenor, Kevin Deas, bajo y el Coro Vocal/Essence de Minnesota y el Coro de la Orquesta Sinfónica de MinerÃa con Philip Brunelle como director coral. Todos bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, el director titular de la con la Orquesta Sinfónica de MinerÃa.
Un verano de acordes agradables dentro de los cánones oficiales de una orquesta sinfónica pero carente de sorpresas que sacudieran un poco la complacencia del público, sin poner en riesgo la fidelidad a la institución musical. No hablamos de monumentalidad a fuerza o de ocurrencias ad libitum sino de un alejamiento de la rutina y un poco más de arrojo, el suficiente para crear expectativas y atraer a una audiencia más diversa.
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