
Por: Enrique R. Mirabal — 1 de marzo, 2014
El calendario de actividades para festejar los 80 años de existencia del Palacio de Bellas Artes como epicentro de la vida cultural mexicana no podÃa tener mejor comienzo ni una invitada de tanta categorÃa como la que abre este gran evento: la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo con su director titular Yuri Temirkanov al frente.
No es ninguna novedad el señalar que las orquestas rusas, junto a las alemanas, austriacas y norteamericanas son las mejores del mundo. PodrÃa señalarse algún conjunto británico o checo pero la sonoridad y los brÃos de los rusos son difÃciles de igualar; sin embargo, no todo el tiempo ha sido asÃ: tras la censura y represión stalinista, Brejenv se encargó de no romper la predilección por lo sonidos del realismo socialista.
Pocas eran las giras permitidas a orquestas y solistas por temor a la petición de asilo de los artistas. En Occidente, sólo las escasas grabaciones de la disquera oficial soviética, Melodia, daban fe de una tradición que se resistÃa a morir.
La Filarmónica de San Petersburgo fue y sigue siendo la más respetada y cotizada orquesta entre todas las rusas y ya es mucho decir, si la comparación incluye a la Sinfónica de Moscú, a la Nacional rusa (ex Filarmónica de la URSS), las de los conservatorios y las de los teatros de ópera y ballet, especialmente la del Mariinsky de San Petersburgo, actualmente comandada por el férreo y dictatorial Valery Gergiev de quien es justo reconocer sus excelentes resultados.
Yuri Temirkanov dirige la Filarmónica de San Petersburgo desde 1988, dos años antes de la caÃda del Muro, precedido por ilustres batutas cuya memoria se remonta hasta la fundación de la orquesta en 1882 y cambió, en ocasiones, su denominación al igual que la ciudad a la que representa. Entre los ex-directores de la Filarmónica, destaca Serge Kousevistki, de largo y exitoso historial de grabaciones y conciertos en Occidente, después de haber emigrado en los años 20 del pasado siglo.
Gracias también a escasas pero contundentes grabaciones, conocimos a Alekander Gauk, de corta estancia en la ciudad del rÃo Neva pero, sin ningún tipo de objeción posible, quien marcó su impronta y le dio el sello que conserva hasta nuestros dÃas a la Orquesta fue el imponderable Evgeni Mravinski quien reinó con absoluta propiedad entre 1938 y 1988, año de su muerte.
Mravinski conjugaba fuerza, osadÃa y elegancia con un toque singular que lo coloca a la par de los grandes del siglo XX. Mucho le debe el sonido que identifica a los filarmónicos de SP al reinado de Mravinski e impagable es la deuda de Shostakovich y Prokofiev a la perseverancia del director en tocar y estrenar obras de estos autores, tantas veces silenciados por la miserable cúpula polÃtica de la URSS.
En nuestro dÃas, Temirkanov ha permanecido fiel a su orquesta, a pesar de algunos perÃodos de alternancia en el extranjero. Heredero de Mravinski, ha sabido insuflar nuevos aires de renovación de repertorio con obras del siglo XX concebidas fuera de Rusia sin quitarle su lugar a la música rusa, obviamente, el gran fuerte de sus conciertos, lo cual agradecemos y podremos constatar en el par de conciertos que ofrecerá la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo en el Palacio de Bellas Artes: El sábado 8 a las 19 horas, comienza la noche con la colorida y lucidora Suite de La leyenda de Kitzé de Rimski-Korsakov.
Si cualquiera se cuestionara la virtuosa orquestación de los rusos, esta obra serÃa la más confiable prueba para constatarlo. El programa finaliza con la Cuarta sinfonÃa de Chaikovski, el músico ruso por excelencia. Esta obra, por si fuera necesario decirlo, es una piedra angular en el sinfonismo romántico y se mantiene tan poderosa y sugestiva (programática o no, según se quiera explicar) como lo ha sido desde su estreno.
Entre ambas obras, tendremos el privilegio de catar al prodigioso y jovencÃsimo pianista Denis Kozhukhin, recién galardonado con la medalla de oro del concurso Reina Isabel de Bélgica, certamen que ha catapultado a no pocos músicos rusos. Su carta de presentación, el conocidÃsimo y por lo tanto, duro de roer, Concierto número 1 para piano y orquesta de Tchaikovski que, a estas alturas, sólo merece ser escuchado por un intérprete que nos ofrezca algo nuevo y excepcional.
El segundo programa, el domingo 9 a las 5 de la tarde, inicia con un italiano, Rossini y su Barbero de Sevilla para abrir boca y contrastar con las dos obras de Prokofiev que le siguen: el Concierto número 2 para violÃn y orquesta con la japonesa Sayaka Shoji de solista, otro prodigio de ejecución de su instrumento en los últimos años y la SinfonÃa número 2 del opus 27 del mencionado Prokofiev, obras difÃciles de ejecutar, endiabladamente rÃtmicas, con sonidos rÃspidos en ocasiones pero genialmente compuestas por uno de los músicos señeros del siglo XX, junto a su compatriota Igor Stravinski.
No hay que dejar pasar la ocasión. Orquestas como la de San Petersburgo son como el cometa Halley, una vez en la vida. Los dos conciertos pueden satisfacer al más exigente melómano y desarmar a los más recalcitrantes detractores, si los hubiera… Nos vemos en el Palacio. La fiesta comienza en grande.
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