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Por: Enrique R. Mirabal — 13 de agosto, 2012
Ópera en la UNAM está en vÃas de convertirse en una tradición para el verano universitario. La precedieron algunos esfuerzos de Pro-Ópera y, desde el 2011 con la muy aplaudida Otra vuelta de tuerca de Britten.
El director artÃstico de la OFUNAM, Jan-Latham Koening, ha tomado las riendas del proyecto en el que, como primer punto a favor, se promociona el repertorio menos conocido y las mejores manifestaciones de la música para la escena del siglo XX, es decir, poca ópera italiana para quienes esperen bel canto.
Valga una aclaración en aras de la ortodoxia canónica: de las tres obras programadas para esta temporada 2012, sólo la partitura de Milhaud puede considerarse como una ópera (poco ortodoxa además), las restantes, Façade de Walton y Mahagonny-Songspiel fueron descritas por sus autores como: la primera, un entretenimiento o divertimento y la segunda, una cantata escénica. Ya entrados en materia…
Refutando una aseveración de puristas acerca de que la última gran ópera de la historia serÃa la Turandot de Puccini, estrenada en La Scala en 1926, habrÃa que olvidarse de la última producción de Richard Strauss, muerto en 1949, de Porgy and Bess de Gershwin, estrenada en 1935, de Lulu de Alban Berg, de los éxitos de Bernstein, la Lady Macbeth de Shostakóvich, la mencionada Otra vuelta de tuerca, tÃtulos de Prokófiev y Janacek, incluso los aún no bien calibrados proyectos de Glass y Adams, etcétera, etcétera…
Obviamente, el supuesto parte de la estructura que la ópera como género perfeccionó, definió y llevó hasta sus últimas posibilidades en el siglo XIX con Wagner y Verdi a la cabeza y la coda del verismo hasta Turandot.
Una redefinición de estilos, caminos a tomar, búsquedas que no siempre llegaron a buen término y la influencia decisiva de los acontecimientos clave del siglo XX, han determinado el destino, evolución o agonÃa de un g que se resiste a morir al igual que la novela, la sinfonÃa, el ballet o el cine… pero antes de sepultarla, la ópera merece, cuando menos, una revisión a fondo de su historia y el rescate de obras tan olvidadas como las que nos ocupan.
La primera pieza a interpretar, Façade parte de los textos de la poeta británica Edith Sitwell, creados en plena efervescencia del surrealismo y a la par de la carrera literaria de ilustres compatriotas de Sitwell, v. gr. , Virginia Woolf y su CÃrculo de Bloomsbury. William Walton, cercano a la poeta, creó su música para ser tocada a la par que un declamador leÃa los poemas.
Terminó siendo un ballet a principios de los años 30 a instancias de Frederick Ashton pero en esta versión no se leÃan los poemas. La selección de fragmentos de Façade será sólo una muestra y una especie de aperitivo de lo que, le solicitamos al maestro Latham-Koening, sea en un futuro la audición de la obra en su totalidad.
Les malheurs de Orphée o Las desgracias de Orfeo de Darius Milhaud es una corta ópera que no rebasa los treinta y tantos minutos. Recordemos que el sentido del humor del compositor francés, integrante del Grupo de los seis, tiene puntos en común con las ocurrencias (o genialidades, según quiera verse) de Satie.
Milhaud estuvo vigente en la escena parisiense en los momentos del ascenso del surrealismo aunque no pueda considerarse como miembro del grupo y sus temas, ritmos y disonancias marcaron senderos que músicos posteriores siguieron. Su Orfeo no es el solemne y acartonado aunque genial personaje a lo Cocteau. Su dotación instrumental es sencilla y puede tomarse como una alternancia anÃmica entre Walton y Weill, si bien en las tres obras programadas, la irreverencia será el hilo conductor.
Mahagonny-Songspiel es anterior al estreno de Ascenso y caÃda de la ciudad de Mahagonny a comienzos de los años treinta del pasado siglo, una obra más extensa y compleja que la que veremos este fin de semana.
La Mahagonny-Songspiel, concebida como cantata, tiene una lÃnea argumental y textos del dramaturgo Bertold Brecht y marca el inicio de una fructÃfera colaboración entre éste y Weill que se prolongarÃa por varios años con excelentes resultados hasta que la intransigencia y la soberbia de Brecht le diera punto final.
Kurt Weill prosiguió su carrera en Estados Unidos y demostró su autonomÃa creativa y su gran talento mano a mano con escritores norteamericanos. Su ópera Escenas callejeras es un referente ideal. Brecht regresó a morir (o ser asesinado según ensayos confiables) a la Alemania del Este al término de la Segunda Guerra Mundial.
Quizás el fragmento más conocido de la cantata sea la Alabama song que muchos cantantes de diferentes estilos han incluido en su repertorio, como las versiones de Los Doors y David Bowi. La música embona perfectamente con los personajes marginales del libro y se acerca al llamado kabarett alemán que nada tiene que ver, o muy poco, con el cabaret de estos lares.
Nos espera una sesión de buena música, el rigor de la puesta en escena de la experimentada Nicola Raab y el desempeño de un equipo de profesionales de alto nivel.
Óperas 2012 Música UNAM
Sala Covarrubias del Centro Cultural Universitario
Sábado 18, 18:00 horas; domingo 19, 12:00 horas
Programa
Les malheurs d’Orphée
Música: Darius Milhaud
Libreto: Armand Lunel
Mahagonny Songspiel
Música: Kurt Weill
Libreto: Bertolt Brecht
Façade (Selecciones)
Música: William Walton
Poemas: Edith Sitwel
Director concertador: Jan Latham-Koenig
Diseño de espectáculo y dirección de escena: Nicola Raab
Diseño de iluminación: VÃctor Zapatero
Elenco:
Andrew Ashwin, Andrew Rees, Yvonne Fontane, Natasha Day, Andreas Mattersberger, Adélaïde Rouyer, Richard Wiegold, Lourdes Ambriz, Irasema Terrazas y Josué Cerón.
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