
Por: Enrique R. Mirabal — 18 de septiembre, 2018
Nueva puesta de Macbeth por la CompañÃa Nacional de Ópera con la dirección concertadora de Marco Guidarini y escénica de Lorena Maza.
Encontrar un argumento con los ingredientes dramáticos ideales para ser llevados a la ópera es la tarea más difÃcil de un compositor interesado en la lÃrica. Muchas óperas del repertorio tradicional sufren de esta carencia común que, si bien no afecta a la partitura, sà daña a la puesta en escena por muy buenas intenciones y recursos que posea el director a cargo.
En la primera etapa creativa de Giuseppe Verdi (1813-1901), el músico se topó con este inconveniente junto a la escasa experiencia en el género pero sà es posible vislumbrar un talento que despuntaba. Después de su primer éxito, Nabucco, en 1842, le siguieron I Lombradi y Ernani pero su verdadera transformación en la que se desprende de la fórmula belcantista que habÃa heredado de Rossini y Donizetti, ocurre con Macbeth, estrenada en 1847.
La conjunción entre Verdi, su libretista más eficaz y productivo, Francesco Maria Piave, y la tragedia de William Shakespeare desembocaron en Macbeth, una ópera en la que el dramatismo va de la mano de la música y cada uno de los papeles principales que aparecen en el libreto tienen su correspondiente apoyo en las melodÃas que compuso Verdi.
No se puede hablar, ni mucho menos, de similitudes con el leit motiv wagneriano pero significó un paso adelante en la concepción de la ópera como un fenómeno teatral no exclusivamente musical. Aprendida la lección, el compositor se dirigÃa a su etapa más productiva de la que se desprenden sus óperas más famosas e icónicas como Il trovatore y La traviata en 1853.
No fue Macbeth ni la primera ni la única vez en la que Verdi recurrirÃa a dramaturgos famosos: Schiller, Dumas y, de manera muy destacada, Victor Hugo. A Shakespeare volverÃa en décadas posteriores con Otello (1887) y, para culminar su trilogÃa shakespeareana, Falstaff (1893), ambas con libreto de Arrigo Boito. Falstaff fue la segunda ópera cómica de Verdi, después de un fracaso en sus inicios con Un giorno di regno. En las buenas intenciones terminó el proyecto de El rey Lear que pudo haber sido una apropiada despedida del genial músico.
Macbeth es una tragedia en la que la muerte asoma desde el inicio con el vaticinio de las brujas que interrumpen el camino del protagonista y no lo abandona hasta el final. La ambición, la lujuria y el placer mórbido de los personajes principales retratan las peculiaridades de una nobleza que, desde la Edad Media, ha marcado la historia de Europa y de otros continentes. La partitura que escribió Verdi para su tragedia fue premeditada con todo el halo de oscura y tenebrosa atmósfera que deberÃa reflejarse en la lÃnea de canto de los personajes centrales, Lord y Lady Macbeth.
Arias con desgarradoras inflexiones y una ruptura con la acostumbrada y ornamentada tónica belcantista, fueron concebidas a propósito por Verdi, tomando en cuenta la psicologÃa de los personajes y sus motivaciones, un aspecto que tenÃa muy sin cuidado a sus colegas italianos y franceses. Hasta que llegó Wagner a cambiar el rumbo de la ópera y de toda la música.
Muchas han sido las aproximaciones a la obra de Verdi, desde el realismo tradicional con decorados y vestuario fieles a la época (Edad Media) y el lugar donde transcurre la acción, Escocia. La tendencia que prima desde hace unas décadas y que se ha convertido en rutina que no sorprende a nadie es despojar de toda alusión directa a los factores mencionados y dejar correr la imaginación (o la falta de ésta) entre directores de escena, escenógrafos y diseñadores de vestuario y accesorios.
La alternancia de estilos, de épocas y la inclusión de la multimedia y diversas disciplinas (La fura dels baus a la cabeza en preferencias) marcan la moda de despojar a las puestas de ópera de todo aquello que viene dado por el argumento, el libreto y, nada más, nada menos, por la música.
Regresando a Verdi y su acercamiento a Shakespeare, cito parte del texto de una carta del compositor dirigida al director de Macbeth para su estreno parisino y asà considerar lo que es el deseo expreso del autor de cómo debe ser tratada su obra:
“Sé que usted está ensayando Macbeth y, como se trata de una ópera que me interesa más que la totalidad de las anteriores, me permitirá decir unas palabras al respecto. Asignaron el papel de Lady Macbeth a Tadolini y me sorprende mucho que ella aceptara. Usted sabe cuánto admiro a Eugenia Tadolini y ella lo sabe pero en nuestro común interés deberÃamos detenernos y considerar que Tadolini posee excesivas cualidades para el papel. Puede que usted piense que me contradigo: su apariencia es bella, hermosa pero yo quisiera una Lady Macbeth deforme, fea. Tadolini canta a la perfección pero yo quiero que Lady Macbeth posea una voz áspera, ahogada, hueca… La voz de Tadolini tiene matices angelicales. A la voz de Lady Macbeth habrÃa que exigirle rasgos demonÃacos”. Fotos: Fabián Cruz.
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