Giora Feidman predica con música en Bellas Artes

Por: Colaborador Invitado — 1 de septiembre, 2007

Feidman hizo referencia a que había hablado por teléfono celular con Mozart y él músico le había sugerido que aprendiera música del canto de la gente. Risas colectivas

Giora Feidman se presento en Bellas Artes con la Orquesta Sinfónica de Minería Eran las 8:20 cuando Giora Feidman se levantó de su asiento marcado con el número 3 de la fila L de la sala Principal del Palacio de las Bellas Artes, lo hizo despacio, sin prisa, provisto de un hermoso clarinete con que susurraba notas que apenas se alejaban del silencio. Atravesó la sala convertida por él claritenista de los rezos, en una iglesia donde los fieles seguían en comunión las notas de la Orquesta Sinfónica de Minería que interpretaba la Obertura de concierto, para orquesta de cuerdas de Ora Bat Chaim, dirigida por José Areán y a la que él se unía.

Giora Feidman, considerado como uno de los interpretes más relevantes de la música contemporánea, quien a los principios de los ochenta obtuvo el Oscar, junto al violinista Itzhak Perlman, por su participación en la banda sonora de la película La lista de Schindler, de Steven Spielberg, nota a nota encantaba a los allí reunidos. Explicaba su presencia, pedía paciencia en los aplausos. Durante la interpretación de las obras se movía por el escenario, gozaba, su cara se iluminaba, dialoga con el primer violín de la orquesta, con los chelistas, con José Arean y claro, le faltaba el público así que pido que se entonara una “A” mística, sentida, con el que todos entramos en comunión.

La interpretación del Concierto para clarinete y orquesta en La mayor, KV 622 de Mozart fue un viaje por el tiempo, gracias al virtuosismo de Feidman logramos escuchar la composición de Amadeus Mozart escrita en 1791 para el clarinete que utilizaba su amigo y colega masón Anton Stadler, en el que se podía tocar cuatro semitonos más abajo que en un clarinete normal.

Giora Feidman se presento en Bellas Artes con la Orquesta Sinfónica de Minería Su último concierto para un instrumento solista, pues tan sólo dos meses después moriría el compositor. En las últimas décadas se difundió la costumbre de ejecutarla con un clarinete especial, llamado clarinete bassetto, que llegue en el registro grave al Do escrito (los clarinetes comunes llegan solamente hasta el Mi). Durante algunos pasajes tuve la sensación que Giora era el hipnotizador más grande del mundo.

Al regresar del intermedio para evitar interrupciones de manera didáctica y preventiva antes de interpretar la obra de Gil Aldema, “a la manera jasídica”, Suite para clarinete y orquesta, provocó risas colectivas al expresar; “según el programa esta obra consta de 5 partes”. También hizo referencia a que había hablado por teléfono celular con Mozart y el músico le había sugerido que aprendiera música del canto de la gente. Más risas.

Uno pensaría que ya había escuchado a los ángeles, pero teníamos otra sorpresa; la interpretación de la Orquesta y de Giora Feidman de la tercera obra de Ora Bat Chaim, Obertura en el Ser, para clarinete y orquesta recitativo litúrgico hebreo, donde logró que un extraordinario violinista mexicano se convertirá en un klezmer. Las ovaciones a lo largo del concierto, Giora siempre las compartió con la orquesta y en especial con José Aréan y el primer violín, que estuvo emocionado –al punto de la lágrima– e incluso sorprendido por la forma en que había tocado. Deliciosa fue la Suite de Porgy and Bess, para clarinete y orquesta de George Gershwin de la que Feidman comentó que era música hebrea adaptada a un barrio negro de Charleston en Carolina del sur. También bromeó al decir que el programa de mano tenía un error ya que el verdadero nombre del autor de la suite era Jacob Gershowitz; “ya saben cosa de los americanos; el tiempo es dinero y es más corto y popular el nombre de George Gershwin”.

Después de las largas ovaciones y de salir un poco del encanto acústico, Giora Feidman, para compensar tanto elogio, decidió que volverían a interpretar completa la obra de Mozart. La cara de José Aréan provocó nuevas risas. El mejor clarinetista que uno haya escuchado, dio paso a las sugerencias, y seguramente como mago que es, dio una indicación y de acuerdo con el director la Gran Orquesta de Minería nos ofreció Libertango. Ahí una vez más comprobé que la voz de Dios existe.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.