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Por: Enrique R. Mirabal — 19 de junio, 2013
Del 20 al 30 de junio, cinco funciones en el Palacio de Bellas Artes, con Mario Espinosa como director escénico y, en lo musical, Federico Santi…
A 160 años de su estreno en el Teatro Apollo de Roma, El trovador sigue siendo un anhelado tÃtulo del catálogo verdiano. Todos los elementos dramáticos enlazados a la melódicamente pródiga partitura del italiano bicentenario Giuseppe Verdi (1813-1901) confluyen para no dejarnos ni un momento de reposo en las incómodas butacas del Palacio. No es una rareza dentro del repertorio de nuestra Ópera –cada cierto número de años se repone con fortuna desigual– pero tiene asegurada la asistencia suficiente para agotar boletos.
El esperado montaje de este año de celebraciones verdianas venÃa precedido por la reciente investidura de Ramón Vargas como director de la compañÃa mexicana y la anunciada participación del tenor en el papel de Manrico. CirugÃa y recuperación de por medio, Vargas canceló y encontró como sustituto al italiano Walter Fraccaro (no anticipar jueguitos de palabras con el apellido hasta no oÃr y ver resultados) alternando con José Luis Ordóñez.
El resto del reparto se mantiene sin cambios: Joanna Paris, la blonda soprano que conocimos por la Gala Verdi de hace unos meses alterna su Leonora con la mexicana Maribel Salazar a quien acabamos de escuchar en la Liú de Turandot. Jorge Lagunes como el Conde de Luna y Edinéia de Oliveiras como la escalofriante Azucena, rol de exuberantes oportunidades vocales y escénicas que, bien aprovechadas, pueden llegar a robarse la función… según quién lo cante. En este punto, es inevitable recordar a Fedora Barbieri. Ni modo…
La nueva puesta es responsabilidad de Mario Espinosa como director escénico y, en lo musical, Federico Santi que debe cohesionar solistas y coros y además equilibrar los ineludibles desniveles entre experimentados y noveles más sortear la Orquesta de Bellas Artes, siempre necesitada de una batuta firme y exigente.
Gloria Espinosa como escenógrafa y Ãngel Ancona en la iluminación tienen el sólido respaldo de Berta Coutiño, una experimentada productora de primer orden que ha trabajado exitosamente con la Ópera de Bellas Artes en numerosas producciones. Asà las cosas, sólo falta asistir a involucrarse en la trama con la que el español Antonio GarcÃa Gutiérrez logró, en el siglo XIX, uno de los más grandes éxitos del teatro español, quizás sólo superado por el Don Juan de Zorrilla.
Hoy en dÃa, el drama romántico del español es tomado en cuenta en los créditos que (casi) nadie lee en los programas de mano de la ópera El trovador. De GarcÃa Gutiérrez, quien, como dato curioso, anduvo por México a mediados del siglo XIX, Verdi tomó otro argumento para una de sus óperas, Simón Bocanegra.
Desde el primer acto, cuando Leonora entona Tacea la notte placida, es difÃcil no dejarse llevar por el caudal de melodÃas espléndidas y únicas que Verdi compuso para esta ópera. A la emoción de duelos y cortejos, Stride la vampa, a cargo de la gitana Azucena, electrizará los cuidadosos cortes de cabello de la elegante concurrencia aria que es precedida por otro caballito de batalla, el coro de los herreros… Sobrecogidos y expectantes, llegamos al desenlace decimonónico de gran impacto, todo un clásico de la ópera. Celebremos los doscientos años del nacimiento de Verdi con el mayor halago posible para el músico, tararear durante dÃas o semanas los recuerdos de El trovador. Fotos: Francisco Segura CONACULTA
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