El ocaso de una tretalogía

Por: Enrique R. Mirabal — 16 de marzo, 2006

Guido Maria Guida, director concertador Al cabo de cuatro años de seguir los avatares de Brunhilde, Wotan, Fricka, Sigfrido y demás criaturas del Walhalla y los bosques teutones, llega a su fin la tetralogía El anillo del nibelungo de Richard Wagner en el Palacio de Bellas Artes.

El proyecto de Sergio Vela como director escénico y de Guido Maria Guida en lo musical cierra un ciclo que fue cobijado desde su concepción por el Festival de México en el Centro Histórico y que también recibió el apoyo del INBA y FONCA como organismos e instancias culturales del país. La escenografía es de Jorge Ballina Graf, el vestuario, de Violeta Rojas, la iluminación, de Vïctor Zapatero y el diseño de máscaras, de Jorge Ballina Garza.

Presencia de Elena Pankratova en El anillo del nibelungo Epítome de las teorías del autor, El anillo… condensa los postulados de arte total en un drama musical y la apoteosis del motivo conductor (cuente usted los mismos y la operación aritmética arrojará más de medio centenar en la Tetralogía) como factor de cohesión y coherencia en la obra de arte. Wagner, omnímodo, autosuficiente y casi se diría que holístico, escribió el libreto de esta tetralogía como en otras de sus óperas para así tener el control absoluto y también la responsabilidad única del éxito o fracaso de sus partituras. El estreno de El ocaso de los dioses, la última parte del ciclo, se escuchó por primera vez en agosto de 1876 en Bayreuth.

Desde su estreno y hasta el día de hoy, el reto de montar las cuatro obras en su totalidad ha sido una empresa tentadora amén de riesgosa para muchas casas de ópera: varios factores en juego que van desde lo económico ( costos altísimos de producción para salir decorosamente librados) hasta el talento a convocar, elencos difíciles de armar, altos honorarios de los cantantes idóneos o, al menos, solventes y una dirección escénica y musical que, en lo esencial, pueda acercarse al universo wagneriano con propiedad y rigor provocan una escasa presencia de la Tetralogía en la programación habitual de muchísimos teatros a un lado y a otro del Atlántico.

Presencia de Peter Svensson en El anillo del nibelungo La perseverancia (u obstinación) de Vela por llevar a término su Anillo… termina en este 2006 con un elenco conocido en el que, al igual que en ediciones anteriores, predominan artistas europeos en los papeles centrales y los connacionales en los papeles secundarios: Peter Svensson, Ursula Prem, Andrea Silvestrelli, Jesús Suaste, Elena Pankratova, Katja Lytting, Jorge Lagunes, Belem Rodríguez, Carla López Speziale, Irasema Terrazas y Encarnación Vázquez.

Tal vez no sean estas voces las más competentes pero sí las que estuvieron al alcance del presupuesto de la Ópera de Bellas Artes y del Festival. Como todos sabemos, la escenografía y las máscaras usadas en las tres obras anteriores estarán de nueva cuenta entre nosotros: así estuvo diseñado desde un inicio y con esto se persigue mantener la unidad de estilo o premisa básica, es decir, el telón de boca con anillo inscrito y la proyección de imágenes y la utilización de la maquinaria original del Palacio, raras veces empleada por desidia o pánico escénico de los directores y escenógrafos habituales.

El anillo del nibelungo, Sergio Vela, director escenico Las funciones de El ocaso de los dioses están programadas para el 26 y 30 de marzo y el 2 de abril a las 17 horas. Si ya asistió a las otras tres partes de la Tetralogía, debe completar el ciclo por aquello de no dejar nada inconcluso o bien si no asistió a los anteriores, no se pierda esta conclusión. Recuerde que nunca antes se había presentado en su totalidad y quién sabe cuándo se repita el acontecimiento, o sea, el regreso de este Halley operático.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.