
Por: Enrique R. Mirabal — 1 de junio, 2007
Yo- Yo Ma anda con su violonchelo a cuestas por Latinoamérica. Para iniciar su gira, ha escogido a nuestro paÃs y también a un invitado especial para su recital del lunes 11 de junio en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Lo acompaña la pianista Kathryn Stott y el programa que nos ofrecerá es tan singular en la misma medida que este artista lo ha sido dentro de la tradicional carrera de los chelistas.
Casi siempre asociamos a pianistas, violinistas y cantantes como las grandes estrellas de la música clásica mientras que los directores de orquesta han cosechado una fama aparte… pero los chelistas, apartándonos de su virtuosismo y maestrÃa, nunca fueron los consentidos del público. Pau Casals fue un caso excepcional, máxime si conocemos que no intervinieron factores externos ni mercadotécnicos al uso en su fama internacional. Tortelier y Fournier están también entre los grandes pero, en realidad, el concepto de divismo comenzó en los años sesenta con Jacqueline du Pré, gracias a su vida privada, su relación tormentosa con Daniel Barenboim y su padecimiento de esclerosis múltiple. Su Stradivarius pasó a manos de Yo-Yo Ma.
La máxima estrella del chelo en la segunda mitad del siglo XX fue, sin embargo, el ruso Mstislav Rostropóvich, fallecido el 27 de abril de este 2007. Intérprete de excelencia indiscutible, repertorio amplÃsimo y una exorbitante discografÃa, se colocó, en el top de los chelistas, al mismo nivel de otros artistas pop de gran demanda, por su tenaz oposición al régimen soviético, su incuestionable valor para afrontar el reto y su perseverancia a favor de causas nobles.
Yo-Yo Ma, aunque de ascendencia china, no tuvo que oponerse a Mao ni a ningún otro dictador. Tuvo una infancia feliz y una carrera rápida y segura, desde sus primeros pasos en Francia y su temprana llegada a los Estados Unidos de América y al reconocimiento inmediato como niño prodigio que ha devenido en adulto sin rival en los difÃciles terrenos de la interpretación musical. Apadrinado por Leonard Bernstein, saltó a la fama después de pasar por la Julliard School como alumno eminente. El resto es historia, premios, apariciones en televisión, grabaciones in crescendo y giras mundiales. Su relación con otros concertistas famosos como lo es el pianista Emmanuel Ax con quien visitó México hace más de una década y su acercamiento a compositores contemporáneos como Phillip Glass y, por supuesto, a la música popular y a la folklórica china y de otros paÃses han contribuido a cimentar su fama mundial.
El programa que tocará este 11 de julio arranca con un clásico que es una rareza en los conciertos habituales: la Sonata para arpeggione y piano en La menor, D. 821 de Franz Schubert. El arpeggione se toca poco por una sencilla razón: hay pocos ejemplares de este instrumento, una especie de hÃbrido de viola da gamba, antecesora ilustre del chelo, con guitarra y por no haber en catálogo obras para ese fin, salvo la de Schubert que tendrá la gentileza Yo- Yo Ma de tocar para el siempre expectante público mexicano. La segunda obra es de un compositor mexicano, maestro en Julliard y además médico recibido, Samuel Zyman, para ejecutar su Suite para dos chelos, el músico estadounidense invitó al mexicano Carlos Prieto, veterano entre los nacionales.
El resto de las obras de estudiada solidaridad con los paÃses de su gira americana, incluye El gran tango de Astor Piazzolla y Bodas de Prata y Quatro Cantos de Egberto Gismonti / Carneiro. Finalmente, un clásico del chelo, la Sonata en La mayor para violÃn y piano de Cesar Frank, un gozoso ejercicio de estilo en el más puro estilo francés, para que podamos calibrar los sutiles matices de interpretación de nuestro invitado de lujo del Palacio de Bellas Artes, lunes 11 de junio a las 20:00 horas. No se lo pierda.
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