
Por: Enrique R. Mirabal — 2 de septiembre, 2007
Música antigua en la Ciudad de México.
El redescubrimiento convertido en moda de la ejecución y grabación de música antigua lleva unas cuantas décadas en el gusto del público. Los antecedentes, aquellos que cultivaron este tipo de música sin importarles lo comercial o no que pudiera ser, se remontan a las magnÃficas e irrepetibles interpretaciones al clavecÃn de Wanda Landowska registradas en acetatos de 78 r.p.m. o a la persistente labor de Alfred Deller con la música vocal en los tiempos en que Toscanini imponÃa su sonido y los Stokowski, Furwangler, Walter et al se disputaban las mejores grabaciones del sordo de Bonn. Esto es prueba de la tenacidad y convencimiento de causa de los que enarbolaron su bandera sin importarles a quiénes debÃan imponerse.
Lo que se engloba en el concepto de música antigua no es más que aquella que se tocaba, cantaba o bailaba en las cortes, iglesias y plazas desde la Edad Media hasta el Renacimiento. El perÃodo barroco entra con igual derecho en esta clasificación. Decimos desde la Edad Media porque de las monodias griegas y romanas no hay vestigios y, en América, el falso indigenismo que sufrimos en la primera mitad del siglo XX no pasó de ser una mirada nostálgica a un pasado idÃlico, a costa de chirimÃas, conchas y otras percusiones.
Si quisiéramos englobar a nuestro continente en este concepto, serÃa válido tomar en consideración la llamada música virreinal de la que en México y en otros paÃses hay excelentes ejemplos.
La Dirección de Música y Opera del INBA ha programado un ciclo que se pretende institucionalizar y quizás extender a más de un mes al año. Por lo pronto, en septiembre y las primeras semanas de octubre, tendremos a varios solistas internacionales y mexicanos tocando para nosotros.
Les Sacqueboutiers, conjunto fundado en 1974 y dirigido en la actualidad por Canihac y Lassalle es a los que les toca prender la llama. Estos artistas de Toulouse, Francia, son especialistas en el rescate de música olvidada en bibliotecas y gavetas particulares y aunque su nombre derive de un instrumento de aliento, el mencionado saqueboute, antecedente del trombón, suelen reunirse con intérpretes de diverso signo según las necesidades de la partitura.
Desde Italia, La Rossignol tendrá un atractivo extra por conjugar los curiosos instrumentos de época que siempre despiertan la curiosidad del público con cantos y danzas con las que suelen aderezar sus presentaciones.
Las sedes alternas del Ciclo Música Antigua del INBA serán la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el Museo de San Carlos y otros edificios del Centro Histórico, un excelente marco para cobijar a la Capilla Virreinal de la Nueva España, el grupo Lux Aeterna, a La Décima Musa, a La Cantata Barroca y al flautista mexicano internacionalizado a golpe de talento, Horacio Franco, que comparte el escenario con los clavecinistas Santiago Alvarez y Miguel Cicero.
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