
Por: Claudia Magun — 1 de junio, 2007
De fuerte personalidad y calidad interpretativa, la incomparable voz de Lisa Gerrard atrapa en sus melodÃas cadencias sencillas y minimalismo sonoro que entrelaza entre un oscuro toque asociado a la música gótica con reflexiones renacentistas, toques de sonidos étnicos y bases electrónicas de sintetizadores, piano y otros instrumentos que enmarcan su presencia en una única actuación en el Lunario del Auditorio Nacional, el viernes 1 de junio, una noche Ãntima que va del gothic rock, la música antigua, los ritmos del world music a diversas visiones musicales que comprenden el repertorio de esta intérprete que surge de su compromiso por el arte y la belleza de la música.
Una expresión que canta con un extraño lenguaje que sólo puede ser asociado a una visión incomparable que surge del sentimiento y dramatismo que viene acompañado de una libertad vocal reencarnada en una de las voces más bellas y emotivas de la escena.
Una diva que camina por una senda de brumosos y cristalinos sonidos de alta sensibilidad e imaginativa propuesta que va de lo onÃrico a una elegante y aséptica liturgia que se roba el alma de cualquiera. Mujer que viaja con su elevada e insospechada manera de interpretar que gira de lo profundo a lo cotidiano con paisajes musicales de múltiples influencias: clásicas, griegas, electrónicas, barrocas, folk irlandés y demás influencias culturales que ciñieron su infancia australiana.
Con cuatro décadas y seis años a cuestas, entre la autorÃa y la interpretación, el encanto y desencanto de su retrospectiva ilustración con Brendan Perry en Dead Can Dance, su incursión con el séptimo arte y su aportación musical a éste, Lisa Gerrard, dama de particular mirada, tranquila elegancia y mÃstica serenidad, que emergió a los escenarios en una era donde surgÃan nuevas corrientes, recapitula sus más de veinte años de carrera en una edición discográfica -producida en febrero de 2007- titulada The Best of Lisa Gerrard, un recorrido desde sus comienzos en solitario hasta el tranquilo presente de una musa que se desnuda en ese partitivo camino donde la poesÃa y la música plasman su muy particular visión del mundo que le rodea y el eterno cuestionamiento humano por lograr una existencia significante.
Lisa Gerrard, nos hará recordar lo mejor de The Mirror Pool (1995), Duality (1998) con Pieter Bourke, Whale Rider (2003) e Immortal Memory (2004) con Patrick Cassidy, además de su sello que cultivó con Dead Can Dance. Tampoco se olvidará de presentarnos su trabajo como compositora en bandas sonoras de pelÃculas junto a compositores de la talla de Hans Zimmer (Gladiator, Lagrimas del Sol), Ennio Morricone (Fateless), Llan Eshkery (Layer Caker) o Jeff Rona (A Thousand Roads), ni dejará de interpretar la banda sonora de la neozelandesa Whalerider creada en su totalidad por esta versátil compositora que impregna la imagen sonora con aires de notas muy personales.
Liza Gerrard, escena melódica y reposada que ilumina este concierto donde se reinventa con aportaciones propias de una artista que sólo se dejó llevar por la progresión de su trabajo en su personal mundo etéreo que llama a devaneos neoclásicos y atmosféricas incursiones en la música y en la vida.
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