
Por: Colaborador Invitado — 1 de septiembre, 2006
“Comencé hace más de 50 años en el teatro y es la escuela para un actor, porque te enseña disciplina y obliga a ser mejor cada noche. El teatro muestra desnudo al actor”, Ignacio López Tarso.
Nacidó en la ciudad de México en 1925, gran conocedor de la poesÃa y la dramaturgia de Xavier Villaurrutia -quién transformó su vocación de seminarista en la pasión como actor- , Ignacio López Tarso, ha sido, en palabras de Saúl Juárez Vega, director general del INBA, “una figura que nunca se ha detenido, que ha sido la voz y el cuerpo de personajes en toda clase de obras, de toda la dramaturgia universal y de los grandes autores mexicanosâ€
En un emotivo homenáje que se llevo a cabo, el pasado 31 de julio en el Palacio de Bellas Artes, donde estuvieron presentes la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez, Saúl Juárez Vega y la comunidad teatral de México, el octagenario actor recibió esta representativa presea por sus 57 años de trayectoria artÃstica.
El evento inició con una larga y efusiva ovación por parte de todos los asistentes y la presentación del Mariachi Real de Santa Cecilia, quien acompañó a Ana Caridad Acosta para interpretar Yo me muero donde quiera de Federico Ruiz.
La actriz Blanca Guerra fue la encargada de la narrar la semblanza, donde describió algunos pasajes de la vida del actor, desde sus primeros años de carrera, hasta sus innumerables trabajos en cine, radio y televisión, asà como en el mundo de la música, donde López Tarso interpretó con gran talento corridos revolucionarios.
“Esta noche, como en aquel lejano 1948 en el que, como dicen las crónicas, Ignacio López Tarso hizo su debut como escolar en el montaje de “Sueño de una noche de veranoâ€, nos reunimos en torno a una figura que nunca se ha detenido, que ha sido la voz y el cuerpo de personajes en toda clase de obras, de toda la dramaturgia universal y de los grandes autores mexicanos. Sus contemporáneos, que vieron entrenar los tÃtulos que hoy forman nuestro siglo XXâ€, Saúl Juárez Vega.
De formación teatral, egresado de la Academia de Arte Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes, a la que ingresó en 1949, y ciudadano de los principales foros artÃsticos, Lopéz Tarso es resultado de la enseñanza de personalidades como Salvador Novo, Celestino Gorostiza y Fernando Torre Lapham y el propio maestro Villaurrutia.
Su trayectoria abarca alrededor de 50 pelÃculas, 25 telenovelas y más de 100 obras de teatro, entre las que se se pueden mencionar La Celestina de Fernando de Rojas (1953), Macbeth de William Shakespeare (1954 y 1966), Moctezuma II de Sergio Magaña (1954, 1961 y 1968), Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand (1962 y 1967), El rey se muere de Eugene Ionesco (1968), Tirano Banderas de Ramón del Valle Inclán (1974 y 1992) y El rey Lear de William Shakespeare (1980).
Asi transcurrio la noche de esta gran celebración donde el homenajeado lo mismo leyó el poema Nocturna Rosa de Villaurrutia -para recordar a su ilustre maestro-, que hizo una lectura dramatizada de la obra Timón de Atenas, de William Shekespeare -uno de los pocos personajes que le faltan por interpretar-.
También se recordaron algunas de sus pelÃculas, entre las que destacan, La cucaracha de Ismael RodrÃguez, Pedro Páramo de Carlos Velo, Macario de Roberto Gavaldón, NazarÃn del español Luis Buñuel, La Bandida de Roberto RodrÃguez y El gallo de oro de Roberto Gavaldón.
El homenaje nacional terminó con la interpretación del corrido que le escribió al prolÃfico actor mexicano el compositor y cantante Antonio “El charro†Avitia, en el cual se describe su vida dedicada a la actuación, interpretado por Juan Ignacio Aranda –su hijo-, acompañado con la guitarra de José Manuel Alcántara.
Para López Taso esa noche será –como el mismo declaró- un gran recuerdo, ya que este dÃa marca un hecho inigualable en mi vida personal y profesional. Para todos aquellos que lo recordamos en la escenificación de tantos personajes que marcaron parte de la historia del teatro en nuestro paÃs, tan sólo fue un fragmento de la trayectoria de aquel excelso aspirante que debutó profesionalmente en 1951 en Nacida ayer de Garson Kanin.
“El teatro es un acto efÃmero e irrepetible, donde el actor está solo, él tiene el control y la responsabilidad de que en cada repetición, todo parezca fresco, nuevo. Mientras que el cine y la televisión exigen cosas muy diferentes del actor. Ahà la atención consiste en mantener al personaje, en reconstruirlo para cada toma. En el cine, que es un trabajo colectivo, el actor se amolda al espacio, igual que a la distancia de la cámaraâ€, Ignacio López Tarso.
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