Papá está en la Atlántida: los de acá, los de este lado

Por: Oswaldo Valdovinos — 10 de agosto, 2007

En toda problemática social siempre existen dos visiones encontradas: la oficial, que por lo general minimiza, maquilla, esconde, o simplemente ignora los llamados “datos duros”, y la de los afectados directamente: los marginados, los grupos étnicos, los emigrantes, los desesperados…

Papá está en la Atlántida de Javier Malpica obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia "Víctor Hugo Rascón Banda" 2005 Si bien algunos fenómenos sociales tienen un origen histórico (la discriminación hacia los grupos minoritarios, los cinturones de miseria en torno a las grandes urbes, la explotación de unos cuantos sobre muchos, etc.), en las últimas décadas hay uno que se ha incrementado sobremanera: la migración ilegal hacia los Estados Unidos. Sin pretender ser simplista, la causa se puede reducir básicamente a la falta de oportunidades de conseguir empleos bien remunerados y la miseria reinante en muchas entidades del país, lo cual obliga a muchos a migrar de manera ilegal allende a la frontera Norte.

Cabe mencionar que, a pesar de que en general tal problemática ha sido abordada desde la perspectiva de quien busca ahondar en el tema -para lo cual hay una vasta literatura y una serie de estudios desde la óptica de diversas disciplinas que pueden explicar el fenómeno con mayor profundidad y detalle-, pocos son los que se interesan en dar un vistazo, sobre todo desde las artes, a los que se quedan de este lado, quienes también padecen los efectos aunque no sean tan “interesantes” como las enormes remesas enviadas por los connacionales, que en mucho han aliviado la endeble economía nacional.

Tal es el caso, desde el punto de vista de la dramaturgia, de Javier Malpica con Papá está en la Atlántida, obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia “Víctor Hugo Rascón Banda” 2005, cuya trama gira en torno a dos niños, uno de once y otro de ocho años de edad, que son abandonados por su padre, quien cruza la frontera para buscar una mejor forma de vida. Los hermanos, huérfanos de madre, se quedan al cuidado de la abuela paterna, figura que representa para el mayor de ellos “lo horrible que puede ser un ser humano”, pues al fin y al cabo es la personificación de la vieja usanza de la educación de los golpes y los maltratos.

Si bien con el paso del tiempo logran adaptarse a la vida en el campo, el menor de ellos tiene la esperanza de que aquello se terminará cuando su padre regrese de la “Atlántida”, aquel lugar mítico en el que, a decir de su maestra, “toda la gente era feliz”. Por supuesto la Atlántida resulta ser Atlanta, pero al menos ambos saben dónde está su padre. Sin embargo, sobreviene la muerte de la abuela y los hermanos se ven obligados a irse a vivir con unos tíos, quienes los reciben “más a la de a fuerza” , convirtiéndose así en unos “arrimados”, condición que tanto los tíos como los primos se encargan de recalcar cada vez que pueden.

Javier Malpica recibe el Premio Nacional de Dramaturgia “Víctor Hugo Rascón Banda” 2005 Así, los hermanos dejan de ir a la escuela para dedicarse a despachar en la tienda de los tíos, son menospreciados en cada oportunidad, son castigados sin ton ni son, y sobre todo son reducidos a una condición casi de servidumbre, hecho que propiciará que tomen la decisión de ir a buscar a su padre a los Estados Unidos.

La escena final es, pues, la culminación de una serie de hechos que devienen en una situación que pone en evidencia la fragilidad de un sistema político que se vanagloria con nimiedades y espejismos de quien se niega a aceptar que parte de la realidad de los emigrantes radica precisamente en la desesperación y en el desamparo de muchos de los que se quedan.

Más allá de ser una denuncia o de confrontar al lector con la realidad de muchos mexicanos, Papá está en la Atlántida, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y CONACULTA, es una obra donde confluyen la ingenuidad de dos personajes que ven la vida desde una perspectiva que todavía no ha sido tocada por la sordidez de la realidad, pero que tampoco está exenta de los tragos amargos que se han de pasar en una situación en la que ambos niños se ven atrapados; es también una mirada de profunda tristeza hacia hechos cotidianos que pasan desapercibidos por no ser “noticia” al no tener la espectacularidad de la nota roja o el glamour de las cifras macroeconómicas.

Es, pues, una texto en la que se plantea sin pretensiones moralistas, o una denuncia aguerrida o dogmática, una realidad que para muchos se va convirtiendo en algo cotidiano, mientras otros tantos permanecen como simples espectadores, al margen de cualquier compromiso y resguardados en la comodidad de la indiferencia.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.