
Por: Josué Romero — 1 de diciembre, 2012
“No querÃamos ilustrar la música, sino sentir e identificar las emociones que a mà me provocaba y cómo percibÃa esa músicaâ€, Sergio Bátiz.
En algún momento de la vida, seguramente, han dicho que ya vieron todo. En esta ocasión les apuesto a que no. ¿Acaso saben cómo se ve la música? Yo tampoco lo sabÃa hasta que fui a ver Música para los ojos, una refrescante puesta en escena para despedir el año y darle la bienvenida al 2013 de la compañÃa Seña y Verbo.
Si no lo ves no lo crees, pero Música para los ojos es una obra que nos lleva del sorprendente mundo de las imágenes silenciosas al intangible universo de la música que no se ve pero se siente y viceversa.
Es decir, estamos frente imágenes silentes que se escuchan con los ojos, y esto es posible gracias a las emociones que provoca la música —tanto en los que oyen como en los que no— y que gracias al teatro encontraron el espacio propicio para manifestarse.
Todo comienza cuando salen a escena una pequeñÃsima orquesta de cámara compuesta por tres ágiles y sorprendentes actores (Eduardo DomÃnguez, Roberto de Loera y Lupe Vergara, todos ellos sordos) y un despistado y hábil director (Sergio Bátiz que además es el único que oye). Los atriles son acomodados. La batuta pone orden y atención.
Y del libro de partituras, carente de notas –pero no de imágenes– empieza a surgir la magia y la imaginación a través de cuatro pequeñas historias inspiradas en piezas musicales de algunos de los más grandes compositores de todos los tiempos: Bach, Beethoven, Mendelsohn y Vivaldi.
Este simpático “concierto†inicia cuando se escuchan los primeros acordes de La tempestad en el mar de Antonio Vivaldi. En esta agitada escena — que escuchamos con los ojos— descubrimos como un pez naranja busca integrarse a un banco de peces azules, también la conspiración de cuatro medusas contra una anguila eléctrica y una familia de delfines que convierte la agitación en pura diversión.
Posteriormente, La pequeña fuga, de Johann Bach, narra la historia de Los pájaros hermanos que es el mejor tÃtulo para ilustrar las peripecias de dos polluelos que de poquito en poquito aprendan a volar y disfrutar de un gran paisaje. Esfuerzo, complicidad y ayuda son los elementos perfectos para extender las alas y volar en un cielo azul. ¡Tienen que conocer a estos polluelos!
Ludwing van Beethoven no podÃa estar fuera de este onÃrico programa, asà que con el segundo movimiento de la sonata Patética y un niño con mucha imaginación se nos van presentando las aventuras de una familia que sale de paseo en su auto. El pequeño observa todo a su alrededor y ese viaje se convierte en un cuento sin prisas y con el tiempo para todo, hasta para soñar con borreguitos.
En el climax del “conciertoâ€, nuestros ojos escuchan la Obertura Las Hébridas de Felix Mendelssohn, y nos lleva de la mano a una historia fantástica, donde una astronauta se alista, prepara su traje y se dispone a emprender un viaje al espacio donde todo se anima y cobra vida.
Recapitulando, tenemos personajes y situaciones escondidos en la música junto con música inspirada en las imágenes, una combinación sonoro-visual que da como resultado un “concierto†totalmente fuera de lo común que podrás sólo ver y escuchar en la Sala Chopin (Ãlvaro Obregón 302 esquina Oaxaca, en La Roma) todos los sábados y domingos hasta el 13 de enero de 2013.
Se trata de un extraordinario e imaginativo espectáculo de la compañÃa Seña y Verbo en complicidad con Sergio Bátiz, una idea donde predomina el divertimento a través de la música y que el director explica sensillamente como: “Lo que quisimos hacer fue divertirnos y buscar los detalles para unirlos a la música y ésta con nosotrosâ€.
Sobre como fue que Sergio Batiz eligió a los autores de este viaje, simplemente porque le gustan y un buen amigo le dio un gran consejo: “Los niños no tiene prejuicios escuchan lo que sea…â€, tal vez un acto de libertad que deberÃamos seguir los adultos de vez en cuando.
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