
Por: Antonio Riestra — 25 de abril, 2018
Para Ana y Jonás, porque me enseñaron a cantar de otra manera, feliz
Cantar –a mi parecer–, suele regalarnos la dicha más pura, la dicha que los niños recogen de la Luna, el Sol, las estrellas o los árboles, la dicha que luego traducen en sus latidos.
Por ello, el contento de los pequeños los conduce a la mejor sabidurÃa, la de vivir: callados quizás, a través de un llanto suave o estentóreo, cantan, cantan ingenua, amorosamente, aunque, ni modo, un dÃa ese cantar termina y comienza otro distinto, ¿menos maravilloso?, aquel que impone callado el destino.
Sin embargo, algunos entienden que para cambiar el destino, derrotar a la muerte, alejar a las brujas, a los pterodáctilos, se necesita alzar la voz, cantar, cantar lo que sea necesario, porque ni los dioses pueden contra el coro divino de las almas. Luis Pescetti lo ha comprendido bien. Es asà que en su visita a nuestro paÃs, vendrá a develarnos tal secreto a través del espectáculo Una que sepamos todos.
Y es que este cantautor, escritor y músico argentino consiguió, mediante varias décadas de incansable trabajo, oÃr y entender las músicas que los chicos atesoran dentro de sÃ; las músicas que a los adultos nos invitan a hacer segunda, a volver al origen de manera dulce y continuar contentos nuestro camino con el corazón bien atendido, bien acompañado.
Gracias a la excelente recepción del público, el también autor de una vastÃsima obra literaria entre la que se hallan El pulpo está crudo, Lejos de Frin, Natacha, Unidos contra Drácula, Nuestro planeta y Nadie te creerÃa se presentará dos veces en el ya mÃtico Teatro de la Ciudad Esperanza Iris el sábado 28 y el domingo 29 de abril. ¿Qué maravillosas sorpresas encontraremos al asistir?, ¿qué alicientes o ilusiones?
Les aseguro, queridos lectores, que por lo menos sentiremos, de nuevo, la armonÃa de estar vivos, la filarmónica esencia de las notas musicales de la canción universal que nos habita: una que sepamos todos.
Lo que nos aguarda es cantar, cantar, cantar, cantar, cantar… “Quienes no cantan no pueden imaginar siquiera lo que es la felicidad de cantar”, cuenta GarcÃa Márquez. “Cantar, lo que se dice cantar”, escribe un amigo mÃo, “siempre se hace acabada la fiesta”.
No sé qué tanta certeza guardan las anteriores lÃneas (¿importan las certezas?), pero sé que están cargadas de verdad: disfruto cantar, escuchar a los buenos y arriesgados cantantes y, por la mañana, acaso aún embriagado, mas no borracho, ser lo cantado que fuimos, ser los niños que fuimos y los niños que seremos más adelante. Vengan, papás, abuelos. Será un grandioso regalo del 30 de abril, festejo de todos los niños.
“Aparezco en el escenario con una guitarra. Casi siempre cuento chistes, pero en ocasiones no estoy con ese sentimiento, entonces no lo hago. Canto, invito a aprender juegos, el que no quiere no los hace. Y digo breves monólogos sobre vivencias cotidianas de los niños, sus padres o la vida en familia. Siempre fui muy vergonzoso y con esto encontré un remedio para esa timidez. Juego, con toda la sensibilidad e inteligencia que puedo, con irreverencia, y acordándome de que uno no puede reÃrse siempre o de todas las cosas, juego y es una gran satisfacción ver a los niños jugar, y reÃrse”, Luis Pescetti.
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