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Por: Oswaldo Valdovinos — 7 de diciembre, 2007
Si bien en la diversidad de discursos el visual tiene mucho mayor impacto por tener un efecto inmediato y un alcance masivo en comparación con el escrito e incluso con el sonoro, puede resultar insuficiente cuando se cae en el exceso o se pretende construir una narrativa sin tener una idea clara de lo que se quiere decir. De ahà la importancia de tener una estructura sólida y una visión clara del concepto que se va a manejar antes de llevar a cabo la realización de cualquier proyecto para evitar caer en regodeos innecesarios o en situaciones en las que están bien logrados en la parte formal pero bastante confusos o inacabados en la parte sustancial.
Y es que si bien es cierto que respecto a lo visual muchas veces la imagen por sà sola puede ser suficiente para decir algo especÃfico, también se corre el riesgo de que si no está bien fundamentada o no cuenta con la suficiente claridad se pierda en un sinnúmero de significados, lo cual es contraproducente pues el mensaje que se deseaba comunicar se diluye, dando por resultado algo “bonitoâ€, agradable, interesante, “coolâ€, pero que quién sabe qué significa. Asà pues, una buena imagen no necesariamente implica una buena concreción de la sustancia.
Y quizás esto último sea lo que pasa con la puesta en escena El reparador de sueños, de autorÃa y dirección de Humberto Ibarra, con las actuaciones de Aleide Ibarra, Erick López, Karina Sánchez, Alejandra Zenteno, Raúl Jiménez, Bruno BenÃtez y Omar Soto, cuya temporada finaliza esté 9 de diciembre en el Teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque.
Propuesta como un espectáculo de teatro negro y una “lluvia de imágenesâ€, El reparador de sueños “gira en torno a un niño, interpretado por Eric López, actor de nueve años, al que todos tachan de soñador y quien un buen dÃa se enfrenta a la disyuntiva de seguir escuchando la voz de su imaginación o vivir una vida práctica y gris. Se convierte entonces en el Reparador de sueños y entra en contacto con muchos personajes que lo invitan a emprender un viaje por las profundidades del océano, a arreglar problemas como la contaminación y la guerra, e incluso visitar otras galaxiasâ€.
El primer inconveniente es que en realidad no es evidente en qué momento el protagonista es tachado de soñador por los otros personajes en un primer cuadro, sÃ, muy dinámico y coordinado, pero quizás un tanto alargado al no saber muy bien si lo que pasa en el escenario es un juego o existe la preocupación de llenar el tiempo que marca la música; ni tampoco cuándo ha de enfrentarse a la decisión de seguir soñando o integrarse a una vida práctica. Y el problema no es que el montaje carezca de texto y esté sustentado en la musicalización y la expresión corporal, sino cuando ésta no es clara, ya sea por falta de precisión, ensayos (situación “extraña†cuando con este mismo montaje la CompañÃa ImaginerÃas celebró su 19 y 20 aniversario en 2006 y 2007, respectivamente, además de ser una versión “remasterizada y actualizada” al 2006), o una conceptualización de qué es lo que se quiere decir y si en verdad es claro o se queda en la suposición.
Eso por un lado, en tanto por el otro, sÃ, es evidente que en cuanto el protagonista asume su papel de Reparador de sueños tiene la posibilidad de ir a una infinidad de lugares a, por ejemplo, visitar tal o cual paraje por pura diversión, tratar de arreglar este o aquel problema, encontrarse con personajes de otras galaxias, llegar a sitios donde sus habitantes son una especie de robots o androides… en fin, a lo que sea, siempre y cuando tenga un propósito concreto y no sólo sea, o al menos asà lo parece, un pretexto para mostrar una serie de elementos escenográficos muy visuales y vistosos con luz negra. Y es que al no tener un por qué (llámese trama, historia, hilo conductor) buena parte de las escenas carece de sustancia y se queda en un cuadro entretenido en el que hay “cosas padresâ€, música pegajosa, efectos luminosos interesantes, pero nada más.
Tampoco se trata de que haya una trama obvia o una historia que empiece en “a†y termine en “câ€, no sin haber pasada antes por “bâ€, ni de que se dé todo digerido o se diga que “la estructura visual y narrativa de la obra está inspirada en diversas propuestas del teatro europeo de las tres décadas recientes†(¿y por ello deba resultar incomprensible?), o que se “propone un lenguaje donde la fusión de elementos plásticos, dancÃsticos, teatrales y circenses tienen un lugar privilegiadoâ€, si a fin de cuentas la obra en general va a ser confusa, y sobre todo los objetivos que se busca mostrar, reflejar “cuestiones como la discriminación y valores como la tolerancia y la diversidadâ€, se pierdan en un lenguaje visual bien logrado, pero carente de claridad y sustancia.
Cabe decir que hay cuadros bien logrados, en los que sà hay una intencionalidad clara (a pesar de cierta abstracción visual, bien manejada dicho sea de paso) y se ve un trabajo corporal cuidado. Lástima que sean los menos, sobre todo porque se tienen los elementos suficientes para que El reparador de sueños sea un montaje interesante, que vaya más allá de cuestiones formales y se interese en cuestiones de fondo y sustancia, sobre todo cuando se trata de teatro infantil.
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