
Por: Oswaldo Valdovinos — 21 de noviembre, 2007
XXVIII Muestra Nacional de Teatro
Zacatecas, Méx., martes 20 de noviembre
La discriminación será siempre la medida de la estulticia de una sociedad, sobre todo porque tal segregación responde a miedos infundados o prejuicios tan acerbos que resulta muy difÃcil transgredirlos y aún modificarlos, ya sea por falta de voluntad o por temor al cambio.
En este sentido, y en el marco de la XXVIII Muestra Nacional de Teatro, se presentó, con dos funciones matutinas, la obra El rey que no oÃa pero escuchaba, de Perla Szuchmacher, bajo la dirección de Adrián Blue y Alberto Lomnitz, en el teatro Fernando Calderón en la Ciudad de Zacatecas.
Si bien se trata de un montaje infantil, que con Hansel y Gretel, de la CompañÃa Divà dlo (a presentarse el sábado 24 de noviembre en el Teatro Fernando Calderón) es una de las dos obras infantiles invitadas a la Muestra, su temática gira, precisamente, en torno a la discriminación que padece la comunidad minusválida.
A la manera de las narraciones juglarescas, la historia se desarrolla en un pueblo donde un viejo rey tiene dos hijos: el primogénito, que es sordo, y el “benjamÃnâ€, que es oyente, y en donde, dicho sea de paso, también hay súbditos oyentes y sordos. Si bien, como en todo cuento tradicional, en un principio hay concordia y estabilidad al interior de la familia real, esta situación se ve afectada cuando el rey muere.
Lo más lógico, según rezan las costumbres monárquicas, es que el primogénito ascienda al trono y asuma el poder. Pero en este caso existe el desafortunado “problema†de su sordera, situación que lo hace un candidato inviable desde el punto de vista de los ministros (¡qué opinión tendrá la comunidad internacional si alguien minusválido llega al poder!), quienes optan por nombrar rey al hijo oyente, a pesar de no contar con las cualidades para ser un buen monarca.
Por consiguiente, lo que tendrán será un soberano más preocupado por veleidades y superficialidades que por reinar y ocuparse de los asuntos de Estado y de sus propios súbditos, situación que lo llevarán a convertirse en un déspota y tirano a la manera de Ubu rey.
Por fortuna, habrá súbditos que no estarán de acuerdo con muchas disposiciones reales –desterrar a todos aquellos que hablen el lenguaje de los sordomudos, por ejemplo— y harán lo posible para que el verdadero rey asuma el lugar que le corresponde, quien, ya en el trono, dispondrá de nuevas leyes para regresar a su reino al estado de prosperidad de antaño.
Asà pues, El rey que no oÃa pero escuchaba es un montaje en el que la inteligencia para entender al otro es la lÃnea argumental, con un texto bien estructurado que apela, de manera divertida y amena, al criterio de los pequeños espectadores respecto a situaciones —la discriminación, el uso del poder desmedido, el autoritarismo— imperantes en las sociedades actuales.
Cabe mencionar que la propuesta escénica integra de buena manera una dirección muy dinámica, llena de juegos plásticos y desplazamientos escénicos que dan la idea de una multitud con sólo cinco actores y más de una docena de percheros; una escenografÃa sencilla (un octágono en perspectiva, una caja de madera que sirve tanto de trono como de pedestal), que lo mismo es utilizada como palacio real que como plaza pública; un vestuario neutro en escala de grises, utilizado como base para caracterizar a los diversos personajes a partir de ciertos elementos como capas, petos, pelucas y sobre todo sombreros que denotan oficios y actividades variadas de los personajes incidentales, y una utilerÃa colorida muy bien realizada.
El rey que no oÃa pero escuchaba es una puesta en escena de la CompañÃa Seña y Verbo, Teatro para sordos, del DF. Actúan: Eduardo DomÃnguez, Ricardo Esquerra, Clarissa Malheiros, Jafrán Méndez y Lupe Vergara.
Siempre será bueno “escuchar historias grandes, pequeñas, viejas†con las manos llenas de palabras.
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