Por: Claudia Magun — 17 de abril, 2006
¡Y fueron felices!… Esta es la frase esperada por todas las niñas cuando acaba el cuento. Para bien o para mal de una sociedad machista, concebida desde la era de piedra hasta nuestros dÃas, esta expresión es sinónimo de un sueño lleno de amor y felicidad completa. Para Charles Perrault (ParÃs 1628-1703), conocido personaje de la corte francesa de Luis XIV, escritor, abogado, comisario administrativo, miembro de la comisión sobre inscripciones en los monumentos públicos y miembro de la Academia Francesa le significó su reconocimiento póstumo.
En 1697, con 69 años, Perrault publicó, con el nombre de su hijo Pierre Darmancour, la obra que le harÃa pasar a los annales de la literatura: Les Histoires et contes du temps passé avec des moralités, ou Contes de ma Mère l’Oye. Un pequeño libro que contiene ocho narraciones, que se han convertido en verdaderos hitos de la literatura infantil: Barba Azul, Caperucita roja, El gato con botas, Las Hadas, Riquete el del copete, Pulgarcito, La Cenicienta y La Bella Durmiente del Bosque, estas dos últimas también lo llevarÃan a ser recordado en los grandes escenarios dancÃsticos.
Y en nuestro México, con una tradición cimentada en cuentos y leyendas, estas dos historias son, en forma significativa, parte de nuestra cultura. A través de los años nuestra sociedad, por lo menos lo que es de clase media para arriba, los niños y por supuesto más notorio en las niñas, hemos crecido esperando al prÃncipe azul protagonista de la Cenicienta y de la historia de Aurora, que aun cuando la historia se aleja un tanto de la trama de Perrault, resume el contexto.
En el caso de Aurora, la dulce princesa que cae presa de un malvado hechizo en un profundo sueño, este bello cuento nos ha sido transmitido por décadas y décadas a través del cine, televisión, teatro y representaciones coreográficas, siendo ésta quizá, la más estilizada y apreciada por los amantes de las artes.
El ballet La Bella Durmiente es uno de los hechos escénicos más celebrados en la historia de la danza, prácticamente, desde su estreno en el Teatro Maryinsky de San Petersburgo en 1890, se ha convertido en un referente y un sÃmbolo para el repertorio de todas las compañÃas de danza clásica en el mundo.
En nuestro paÃs para la CompañÃa Nacional de Danza (CND) –cuyos orÃgenes se remontan a 1963 cuando se creó por iniciativa de Celestino Gorostiza, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes–, esta visión coreográfica de Marius Petipa con música de Piotr I. Tchaikovsky, ha sido parte central de su repertorio desde su primera representación en 1978 en el Palacio de Bellas Artes. Esta versión, con adaptación de Rosemary Valaire, sobre el original de Petipa se presentó por última vez en 1992 y 13 años después, el año pasado se retomó teniendo como escenario el Castillo de Chapultepec.
Después del éxito que obtuvo en esta breve temporada, una vez más la CND inició -a partir del 14 de abril, de miércoles a domingo, concluyendo el domingo 30-, la representación del clásico cuento inspirado en la obra de Charles Perrault, en una última adaptación de Dariusz Blajer –director de la agrupación-, de nueva cuenta en el mágico escenario del Castillo de Chapultepec.
“La Bella Durmiente forma parte del repertorio de la CompañÃa Nacional de Danza. Se ha presentado en los foros más diversos durante muchos años y ha tenido siempre una magnÃfica recepción de parte de los espectadores. En esta ocasión, nuevamente el público tendrá un espectáculo inolvidable, pues las caracterÃsticas y la calidad del grupo, la majestuosidad del espacio y el cariño que el público mexicano tiene por nuestra compañÃa, ha convertido esta obra, pilar de la danza en el mundo, en una nueva posibilidad que nos ayudará a profundizar en la difusión de una disciplina artÃstica que tiene grandes exponentes en nuestro paÃsâ€, Dariusz Blazer.
Representada por Carlos Olivares y Alfredo Aldama, alternando el papel del Rey Florestán; Beatriz Gómez, como la Reyna; MarÃa del Mar Mazzaferro e Iratxe Beorlegui, alternando en la interpretación de la princesa Aurora; José Urrutia y Harold Quintero, alternando en la caracterización del prÃncipe Désire-Florimundo, La Bella Durmiente impone un reto para los nóbeles bailarines de la CompañÃa Nacional de Danza, que encuentran en esta pieza tan celebrada un escenario para demostrar la precisión y virtuosismo de la danza clásica.
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