
Por: Oswaldo Valdovinos — 1 de noviembre, 2007
Toda etapa de la vida implica riegos y satisfacciones. Por lo general, algunos acordes con la edad, otros francamente inesperadas y hay aquellos que incluso sobrepasan la imaginación, todo en función de contexto social, la realidad cotidiana y sobre todo de las personas que estén alrededor.
En este sentido uno de los periodos quizás más añorados, y más difÃciles a la vez, sea la niñez, justo esa edad entre los 4 y los 6 años en que la dimensión de la vida diaria trascurre en el hogar, los primeros acercamientos a la escuela, el juego, los temores a la oscuridad, al silencio, a la noche, a los seres ocultos en las sombras o abajo de los muebles, o aquellos agazapados detrás de la pared…
En pocas palabras, en ese microcosmos donde la peor desgracia puede ser quedarse con ganas de ensuciarse en el lodo y la mayor alegrÃa comerse un enorme algodón de azúcar. Claro, que buena parte de esta realidad depende, como ya se dijo, de las personas que estén alrededor, sobre todo los adultos, y de que sean capaces o no de crear un ambiente propicio en el que el niño sólo se preocupe de vivir su infancia y no en cuestiones que, ciertamente, suelen ser inevitables para un gran sector de la población marginada, como lo es enfrentar la difÃcil situación económica y la incertidumbre respecto a los proyectos de largo plazo.
Una visión de cómo puede darse un ambiente en el que el optimismo sea el hilo conductor es la puesta en escena Arrullos para los niños despiertos, obra de Gabriela Huesca y Berta Hiriart, dirigida por Perla Szuchmacher, en la que se narra la relación de Estrella (RocÃo Leal, quien hace un muy buen trabajo como niña pues evita caer en ñoñerÃas o estereotipos), una niña de cinco años, y su madre (Gabriela Huesca).
A partir del temor que Estrella tiene a los sapos, sobre todo a uno que no la deja dormir pues se oculta entre las sábanas de la cama, se plantea una relación mare-hija caracterizada por fortalecer los vÃnculos que las mantienen unidas -a pesar de la ausencia de la figura paterna, la cual, dicho sea de paso, sólo se menciona en un solo momento y es para decir que “se fue a otra ciudadâ€-, como es el gusto por cantar canciones antes de dormir, dedicarse tiempo una a la otra para platicar de cualquier cosa y, por supuesto, compartir la ilusión por seguirse maravillando con las cosas simples. Claro que como en toda relación hay altibajos, como el hecho de no querer ir a dormir, negarse rotundamente a tomarse el jarabe contra la fiebre y hacer circo y malabares con tal de evitarlo, y decir con todas sus letras “Ya no te quiero, eres una mamá muy malaâ€.
Cabe mencionar que para Gabriela Huesca, maestra y creadora con amplia trayectoria en la música para niños, Arrullos para los niños despiertos surgió de una serie de textos poéticos de su autorÃa. “Fue un intercambio que se convirtió en la historia de una mamá y una niña de cinco años. A mà lo que me gusta del texto de Berta es ese conocimiento tan pleno de las etapas de los niños, sus reacciones, en una mirada de cómo interactuar con ellos amorosamente, ser firme cuando es necesario, pero sin perder la composturaâ€.
Por su parte, Perla Szuchmacher señala que “El proceso de creación ha sido muy rico, como la obra: suave, tierno. En medio de los ensayos han fluido anécdotas de infancia, esas cosas que nos pasaron como mamás o recordamos de cuando fuimos niñas, ese espÃritu es el que ha marcado el montaje, estar en ese permanente rememorar situaciones divertidas y a veces desesperantes, de momentos hermosos y tiernosâ€.
La letra y música de las canciones que se interpretan en la obra son de Gabriela Huesca, los arreglos musicales de Arturo Marruenda y el vestuario de Maribel Carrasco, y se presenta los sábados y domingos, hasta el 9 de diciembre, en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque.
Sin grandes pretensiones y con una propuesta clara y divertida, Arrullos para los niños despiertos es una buena opción de teatro infantil para niños de 18 meses en adelante, en la que se apuesta por el gusto por la música, el canto, la actuación y la capacidad de regocijarse con historias sencillas.
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