
Por: Claudia Magun — 13 de noviembre, 2006
La presente administración está por terminar y a pesar de que algunos nombres se manejan para tomar la estafeta en la administración del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (incluido el de un destacado músico y abogado), esperamos que antes de pensar en relevos la presente titular entregue y entregue bien.
Y es que entre los problemas del presupuesto y los recortes a programas especÃficos además de otras vicisitudes que ha enfrentado el organismo a lo largo de este sexenio volvemos al eterno problema: mientras no se tome a la cultura en serio y se apoye de forma determinante a las instituciones responsables de generarla nuestro paÃs seguirá careciendo de una parte sustancial para su desarrollo.
Por lo pronto, la Orquesta Sinfónica Nacional y la Filarmónica de la UNAM llegarán a enero sin titular, el Museo del Chopo que aún está en remodelación y también espera el cambio de Rector se encuentra en otro impasse, además de otras instituciones que aún no tienen idea de cómo habrán de empezar el próximo año, sin recursos y mucho menos certidumbre.
Sabemos que en el caso del teatro, el proyecto Mural Tres Siglos de Teatro Mexicano, de la CompañÃa Nacional de Teatro, sigue hasta marzo. Lo que en cierta forma garantiza la cartelera en el INBA, además de un repertorio interesante de la dramaturgia nacional…
Finalmente, lo que es un hecho es que a pesar de hablar y planear con una visión de futuro que prevea y garantice estabilidad, esta administración falló, no sólo en el ámbito cultural sino en otros rubros que durante más de seis años estuvieron en espera tanto de una discusión seria, profunda y sistemática, asà como de una imperante aprobación de nuevas leyes, reformas, estructuras y sobre todo determinación de cambio.
En un balance general, incluida la Biblioteca Vasconcelos, los resultados sexenales de esta administración dejan números rojos en cuanto a la democratización y dirección de los espacios culturales en nuestro paÃs.
Y es que mientras la inversión y administración de estos espacios no se vea como un negocio redituable y con posibilidades de crecimiento, y estén sujetos a la “generosidad de los presupuestos anuales†de los diversos gobiernos, llámese federales, estatales o locales, a la hora de elaborar la programación de contenidos y calendario de actividades existe el factor dinero que en la mayorÃa de las ocasiones deja todo en una buena intención.
Las dependencias culturales no pueden seguir trabajando con polÃticas de manos atadas para hacer un espacio cultural más vivo, más dialogante con su tiempo y más integrado con la realidad social de sus respectivas ciudades, si éstas no tienen mayor autoridad para buscar e inventar nuevas formas de financiamiento, cada seis años estaremos ante el mismo panorama: incertidumbre en la continuación de proyectos, carencia en la oferta cultural y finalmente, la patética realidad social de que la cultura no es del todo importante y puede permanecer en constante espera… Veremos el proximo sexenio, qué nos dice sobre la cultura.
Claudia Magun
cmagun@interescena.com
Susana Fernández
susana@interescena.com
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