Cómo y con qué convencer a los niños del siglo XXI

Por: Claudia Magun — 20 de noviembre, 2007

En el marco del Día Universal del Niño, 20 de noviembre, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas a partir de la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y que contempla el derecho a una educación integral que favorezca su cultura general y le permita desarrollar sus aptitudes para llegar a ser un miembro útil de la sociedad; el arte y la educación artística es pieza fundamental en esta tarea nada fácil que hoy reclama imaginación, ingenio, destreza y una gran sensibilidad para poder diseñar espectáculos atractivos lo suficientemente inteligentes para convencer a los niños del siglo XXI.

Expuestos a una cantidad desmesurada de información, como nunca antes se había visto en la historia, los niños de hoy observan el mundo a una velocidad increíble y de una forma muy distinta a la de sus antecesores, incluso los más inmediatos, los niños de hace 10 años.

Familiarizados con las imágenes y actividades interactivas en su entorno cotidiano, los niños de nuestro tiempo son quizá el público más difícil que hasta ahora haya enfrentado artista alguno. Exigentes y nada complacientes con fórmulas ya caducas, los peques son los primeros en interrumpir y retar a cualquier artista, si aquello que están viendo en el escenario no es de su agrado.

En este sentido, la cartelera infantil de la ciudad parece no llenar las expectativas de este nuevo público en formación y salvo honrosas excepciones las puestas infantiles parecen estar enfocadas hacia el adulto que añora la infancia mas que para el infante que dentro de unos cuantos años llegará a ser adulto.

Es así que en este 2007 hemos encontrado una raquítica producción infantil con unos cuantos estrenos y mucha reposición de montajes, incluso con varios años de haber sido estrenados, que aun cuando no son malos exponen abiertamente el poco talento y/o presupuesto destinado a la creación infantil.

En una ciudad donde sobran niños, es muy fácil encontrar falsos espectáculos que bajo el sello infantil se reducen a una insípida atracción apoyada en el trillado chiste fácil, pocos son los trabajos tan bien concebidos como Arrullos para los niños despiertos, obra de Gabriela Huesca y Berta Hiriart, dirigida por Perla Szuchmacher, historia que sin caer en ñoñerías o estereotipos narra la relación de una niña de cinco años, y su madre. Así, sin preocupaciones por tiempos establecidos, esta propuesta es corta pero divertida y más importante aún, mantiene el interés entre los peques y desarrolla los valores.

Otro caso, es el Festival Internacional de Teatro de Títeres “Con el arte y con los niños por la humanidad”, organizado con mucho esfuerzo por Mihail Vassilev, que a pesar de contar con un atractivo cartel internacional integrado por el inglés Stephen Mottram y las Marionetas de Gelenauer (Gelenauer Marionettenspiele) de Alemania, entre otros, desgraciadamente no ha tenido el éxito de otros años; y no es que falte el talento sino que además de los problemas de logística que enfrentó para subsistir, ahora en el Teatro Wilberto Cantón (que para ser un recinto de la SOGEM se encuentra en muy malas condiciones tanto técnicas como de accesibilidad para el público), algunos de los espectáculos que se presentan son demasiado sofisticados y gustan más a los adultos que a los peques a los que van dirigidos.

Por otro lado, vale la pena preguntarnos por qué se abandonó el Festival de Vassilev, después de veinte años de continuidad, bajo qué planeación artística se organizan nuevos encuentros o festivales infantiles, como el caso de Escenario 07 –enfocado a la formación de nuevos públicos–, que no está de más ni demerita su valor o intención, pero por qué desestimar o abandonar aquello que ya se había consolidado, sin explicación de por medio. ¿Quién se peleó con quién?

Y es que frente al monstruo de la mercadotecnia y la publicidad, la cultura está en total desventaja mediática ante espectáculos, como High School Musical, que pueden agotar la taquilla sin importar el costo del boleto. Otro ejemplo de calidad populachera creado por la televisión es el “fenómeno” mexicano RBD, el cual es un verdadero imán y desastre para la educación de cualquier público, empezando por la limitada visión, la vulgaridad del lenguaje y sobre todo, la supuesta propuesta artística… estos son los parámetros culturales más cercanos y populares entre los niños y jóvenes, futuros ciudadanos que hablarán con el sello Adal Ramones: no guey, de pelos, no manches… y de más finezas propagadas por la televisión, ¿Sabrán el significado real de tan coloridas expresiones?

¿Cuál es la política cultural que rige a esta ciudad, país o mundo?, ¿hacia dónde se dirigen las expectativas educativas…? Tal vez la solución sean las playas o pistas de hielo en el Zócalo en lugar de regalar libros o impulsar espectáculos que mitiguen las carencias de una sociedad empobrecida económica y culturalmente.

En este escenario del siglo XXI, ningún género –música, danza o teatro–, está exento de la apreciación de los acérrimos críticos que pueden ser los niños, para ellos ningún aplauso se otorga por compromiso porque en su caso no existe la complacencia, ni la diplomacia, todo se reduce al simple divertimento.

Susana Fernández
susana@interescena.com

Claudia Magun
cmagun@interescena.com

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.