Por: Amanda GarcÃa L. — 29 de octubre, 2019
La muerte es un libro abierto. Páginas bañadas de rÃos de tinta que desembocan en flujos desérticos o caudalosos. ¿Mares o lagos? ¿Punto final o seguido? Una respuesta puede significar el final de un comienzo o el principio de lo desconocido.
A más de 500 años de su origen, Romeo y Julieta es la sinécdoque del amor; sentimiento que toma forma a través de sus letras apenas la tinta toca el papel.
La evolución de la obra shakesperiana llega al Palacio de Bellas Artes –con seis funciones más, 29 y 31 de octubre, y 3, 5, 7 y 10 de noviembre– para hacer del escenario un libro abierto a la interpretación de los espectadores. Un puente que va de lo luminoso a lo sombrÃo para mostrar bajo sus reflectores la complejidad de las relaciones humanas en la sociedades de nuestro tiempo.
Romeo y Julieta, es un contraste emocional interpretado por la CompañÃa Nacional de Danza (CND), apoyado en la tenue musicalidad de Serguei Prokofiev bajo la dirección de Jonas Alber al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes; y, la partitura coreográfica de John Cranko en una reposición de Jane Bourne sobre este ballet estrenado en 1962 por el Stuttgart Ballet.
A más de medio siglo de su estreno, la clásica historia entre los Capuleto y los Montesco vuelve para visibilizar la polarización de clases frente a la afinidad de pensamiento. La inocencia etérea de Julieta se contrapone a la lucha de masculinidades entre Romeo y Tobaldo, quienes pelean por la simpatÃa de una mujer destinada a un amor consumado en la tragedia.
La luna es testigo de la complicidad entre los papeles protagónicos, interpretados por Ana Elisa Mena, Yoalli Sousa, Elisa Ramos y Greta Elizondo en representación de Julieta y en Alejandro Hidalgo, Juan Capellán Argenis Montalvo y Gerardo MartÃnez, bajo la caracterización de Romeo.
Es asà como el espacio escénico transgrede la temporalidad mediante los recursos lumÃnicos y sonoros que, entre un acto y otro, transitan de lo brillante a lo opaco para la intensificación de las emociones.
Romeo y Julieta son dueños de la sombra, una metáfora en correspondencia de su amor más allá de la rivalidad entre familias.
En tres actos, el lenguaje de movimiento propuesto por Jane Bourn, repositora coreográfica del Ballet de Stuttgart, explora códigos dancÃsticos clásicos y contemporáneos adaptados a las necesidades expresivas de los bailarines de este ensamble de danza clásica que ostenta la dirección artÃstica de Elisa Carrillo y Cuauhtémoc Nájera.
Después de 11 años de su última presentación en el Palacio de Bellas Artes, la nueva producción de Romeo y Julieta de la CompañÃa Nacional de Danza llega a este escenario, es entonces cuando la tragedia llega a convertirse en algo esperanzador y el amor es capaz de elevar al cuerpo desde las uñas de los pies hasta la punta de la coronilla.
La percepción del tiempo se disipa, las sombras se pierden en la profundidad de la noche y la identidad de los cuerpos son sólo el contorno de aquello capaz de perdurar más allá de la vida. Fotos: Carlos Quezada.
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