
Por: Susana Fernández — 1 de mayo, 2007
Como una forma de aprendizaje de otras formas de convivencia que estaban presentes en nuestra sociedad antes de la llegada de los españoles, Jaime Razzo vuelve su mirada a la comunidad zapoteca para crear Muxe: un estado transitorio del ser, coreografÃa que entrelaza distintas expresiones culturales para crear un ejercicio de libertad de lo masculino y la femineidad.
Estudioso y practicante de la danza butoh, que aprendió durante su estadÃa en Japón, el director explica que aborda esta danza como un homenaje al espÃritu femenino que se celebra en el Itsmo. “Quien practica el butoh es el iniciador de un discurso inmortal en un cuerpo efÃmero, este espectáculo presenta como se determina que un niño sea un muxe. Proveniente de un lugar más allá de los lÃmites de la conciencia, un varón nace, heredando el espÃritu de su madre, trascendiendo el cuerpo con una fuerza más poderosa que la de sus músculos… De sus ojos crecen flores blancas para adornar la vida cotidiana. Una borrachera le arma de valor para recorrer el camino del destino. Bailar una y otra vez, entre vivos y muertos, entre cantos y llantos, al compás del grito de una mujer que reclama sus hijos perdidos entre notas melancólicas de un pueblo llorónâ€.
Director de la CompañÃa 0.618, Jaime Razzo entrecruza en esta coreografÃa música, folclor y danza para crear una forma de resistencia cultural inteligente, en tiempos donde la intransigencia es cotidiana, Muxe es un canto silencioso al derecho de ser hombre (de cuerpo) y mujer (de alma), en una forma de comprender que la corporeidad es un estado transitorio del ser.
Acompañado de Griselda Medina y Renata Wimer, quien hizo la música para este espectáculo, inspirada en temas tradicionales como La Sandunga, La llorona y Dios nunca muere, lÃneas sonoras que acentúan el dramatismo de la obra, Razzo presenta un espectáculo que transgrede a través de la combinación de sÃmbolos de lo femenino y lo masculino.
Creada como una muestra de tolerancia, este espectáculo es una manera de estar disponibles y sensibles a otra visión de las relaciones del mundo. En este sentido, el director explica qué es lo que determina que un hombre asuma este rol en una familia tradicional: “El muxe suele ser considerado por su madre como el mejor de sus hijos. El se ocupará de realizar las tareas relacionadas con la reproducción de la vida familiar –cuidar a los niños y a los ancianos, limpiar la casa y el patio, dar la comida a los animales, cocinar para la familia–; es decir, cumple la función de dador de atención como la de la hija soltera en el modelo familiar mestizo. El concepto de tercer género, asà como es usado por diversos autores como repertorio de caracterÃsticas de ambos sexos coagulado en un individuo, es demasiado estrecho y oculta la complejidad de roles, identidades, interrelaciones contradictorias entre lo biológico, la sexualidad y el género. Sobre todo oculta en la representación simbólica y los ámbitos de acción, que al muxe está asignado el ámbito femenino principalmente, pues es excluido de los ámbitos de poder masculinos como la polÃtica o la alta cultura o, en el mejor de los casos, cumple un papel subalterno o devaluado; pero en el ámbito polÃtico, como las mujeres, no tienen un gran poder representativoâ€.
Muxe: un estado transitorio del ser se presenta de jueves a domingo en el Foro de las Artes del Cenart, una expresión artÃstica que se generó fuera del escenario, como una forma de resistencia.
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