Por: Amanda GarcÃa L. — 26 de febrero, 2019
Los lÃmites en la fotografÃa son inexistentes mientras haya un par de manos dispuestas a sostener el objetivo hasta el último rincón del universo. Paisajes, objetos y rostros humanos. Luz, oscuridad y claroscuros.
Detrás de la tinta y el papel que le dan cuerpo a una imagen yacen historias de viajes y caminos, emprendidos por seres nómadas con la valentÃa necesaria para captar la esencia de aquello que es visto.
Más corazón que piel -con una muy breve temporada en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo que concluyó el pasado 24 de febrero- es un mosaico dancÃstico creado desde el lente de Aladino Rivera Blanca, quien retoma la obra del fotógrafo brasileño Sebatião Salgado para mirar de cerca el instinto femenino. Salgado ha explorado a través de la fotografÃa los orÃgenes de la vida, con el objetivo de documentar la tragedia, la lucha social y decadencia que permea en el mundo.
Y eso es, aquello que la danza de Aladino Rivera Blanca llevó ante los ojos de los espectadores, fueron los objetivos que se acercaron y alejaron para mirar a los intérpretes desde distintos ángulos, con la intención de grabar en la memoria ocular la viceralidad corporal vivida en escena.
Plano general. Un trapecio ubicado en el centro sostiene las extremidades de un cuerpo al borde la caÃda; el peso de manos y piernas generan resistencia a la gravedad como método de supervivencia. La fuerza es todo lo que se tiene para mantenerse con vida.
Cada escena es un close up hacia el interior de las bailarinas, quienes se aproximan a su instinto animal ante la vulnerabilidad, el caos y la tragedia en la que se ven inmersas todos los dÃas. Es asà como el coreógrafo y director de Inside the Body hizo énfasis en el horror latente en la sociedad, del cual sólo es posible sobrevivir al entrar en comunión con los seres que nos rodean.
La ambientación –a cargo de Sebastián Solórzano– traslada al público a paisajes desoladores mediante el uso de espejos y tablas de madera que cuelgan de pequeños hilos.
Es asà como la composición de la imagen nos hace viajar a alguno de los fotogramas de Sebatião Salgado, en los que se posa la figura humana en medio de la naturaleza, desafiante y voraz.
Las bocanadas de aire salen de cuerpo con Ãmpetu; chocan con las paredes, el suelo y la piel como un grito que invita a mirar hacia adentro de sà mismos. Las vibraciones del suelo entran en sintonÃa con la voz, los pies y las manos, como un canto que nace desde la tierra. Los paisajes sonoros explorados por OllÃn Yaveh Miranda y Carlos TardÃo Pi son parte de esa imagen que impacta de manera directa en los sentidos y cobra relevancia en la percepción del tiempo y el espacio.
Danza, teatro, artes visuales, cine y música -compuesta por la soprano Alejandra RamÃrez Ramos– son las disciplinas artÃsticas que se mezclaron para teñir el papel fotográfico del Teatro de la Danza Guillermina Bravo, habitado por los bailarines Esperanza Sánchez, Angélica Baños, Ana G. Zambrano, Joyce Islas, Issabel Monge y Mariana Fernández.
Más corazón que piel es esa propuesta de Aladino Rivera Blanca –quien además de coreógrafo es integrante de la compañÃa alemana Sasha Waltz & Guest–, que en el imaginario de la danza sitúa la cámara en el interior del público para captar a través de su lente una fotografÃa de desolación, capaz de reproducirse ilimitadamente.
Plano general. La condición humana en el lÃmite de la supervivencia se muestra en un retrato colgado en los muros del cuerpo, destinado a permanecer sin vigencia mientras actuemos desde la periferia y no desde el corazón. Fotos: Julio López.
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Dramaturgia por Antonio Becerril.
Fue pieza clave toooodo el proyecto.