
Por: Amanda GarcÃa L. — 24 de enero, 2019
“Una gota de agua suspendida en una hoja te brinda la posibilidad de acceder a un estado psÃquico del alma”, Lola Lince.
¿Tú qué querÃas tocar cuando eras niña? El arcoÃris –respondió Lola–. La figura perfecta de contemplación. LÃneas de color con sutil invisibilidad en las que se esconden secretos imposibles de revelar. Trazos dibujados en el viento de los que no se sabe nada más que su complicidad con el agua y el sol. Pigmentaciones sin principio ni fin que seducen a la vista y la incitan a soñar con mundos perfectos, desvanecidos en la caverna de la memoria como producto de la edad.
Esa fue una de las preguntas que despertó el espÃritu creativo de Lola Lince, fundadora de la CompañÃa de Danza Experimental que lleva su nombre desde 1992. Un año determinante para la consolidación de su carrera profesional como bailarina y coreógrafa. Aquellos caminos emprendidos que se reflejan en la lectura de La caÃda –estrenada en 2017 en el marco del Festival Ónesimo González, en el Teatro Degollado de Guadalajara–, una obra de gran formato que hurga en los recuerdos mediante un laboratorio de experimentación kinética.
“Esta es una analogÃa del paraÃso perdido, la edad dorada en la que transcurre la infancia, donde podemos encontrar la belleza sin artificios para poder acceder a aquello que en la adultez damos por perdido”, comentó Lola Lince en entrevista para InterEscena.
Una interesante plática donde la creadora de obras como Apuntes de Viaje y Las Máscaras de Lilith, hipérbole de la memoria compartió las primeras imágenes mentales que tuvo para la realización de esta coreografÃa, las cuales son una analogÃa de objetos frágiles que se destruyen al primer contacto con el suelo, la belleza fragmentada.
“Inicié trabajando con partes especÃficas del cuerpo en las que indagué constantemente; ¿qué historia hay en tu hombro? ¿cómo han tocado el mundo tus manos? ¿qué experiencias están grabadas en tu cuerpo?, cuestionamientos que se visibilizan en escena”, Lola Lince. La dimensión poética visionaria de autores como el chileno Vicente Huidobro y el inglés William Blake son las voces que estimularon el discurso de La caÃda. “El poema de Huidobro, Altazor, es una mirada trastocada del viaje desde el nacimiento hasta nuestra muerte, concebido por él lo como un viaje en paracaÃdas en el que siempre vamos cayendo”, Lola Lince.
Fue asà como los cantos del poeta chileno, sumado a la obra de Blake, Los Cantos de inocencia y Experiencia, además del clásico del británico John Milton, El paraÃso perdido, le dieron estructura a esta pieza dividida en escenas no lineales; fragmentos en los que se pone en entredicho el conocimiento frente a la inocencia. Un delicado balance entre caos, orden, gracia, desolación, belleza y fatalidad.
La ganadora del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2015-2018) cayó en sus propios recuerdos para la generación del vocabulario escénico de La caÃda, detonados por preguntas de la artista emblemática de danza Butoh, Natsu Nakajima, quien conoció a Lola en una de sus visitas a México.
“Tuve la fortuna de colaborar con Natsu Nakajima a partir de una de sus residencias impartidas en nuestro paÃs. Su apoyo ha sido fundamental, ya que fue ella quien cambió todo el orden de la obra, gracias al cual encontré un equilibrio que a lo mejor yo no le hubiera podido dar”, Lola Lince.
En este sentido, Lola Lince Danza Experimental rompió con los formatos intimistas de creación a los que estaba acostumbrada a trabajar como colectivo. En el proceso de La caÃda, la directora le abrió las puertas a artistas y colaboradores de todo tipo, desde diseñadores de cuerpo sonoro hasta creadores de vestuario e interpretación escénica.
“Sentà la necesidad de abrirme y ponerme en contacto con chicos que me estimularan como creadora. Con la intención de respetar la diversidad de perfiles, ideas, formaciones, técnicas y visiones de cada uno”, Lola Lince.
Fue a través de una serie de residencias en diferentes partes de la República Mexicana como se hizo posible la materialización de La caÃda un proyecto en el que participan bailarines de Ciudad Juárez, San Luis PotosÃ, Guadalajara, Guanajuato y Costa Rica, todos dispuestos a compartir sus experiencias a través del cuerpo.
“Los terrenos de la experimentación son bien complicados, porque hay que salirse de la autopista que conoces a la perfección para entrar a una brecha en la que no sabes a dónde llegarás”, Lola Lince.
La caÃda es el resultado de la reunión de dos creadoras, es la expresión de Natsu Nakajima y Lola Lince, es el inicio o el final de un recorrido que abre un nuevo capÃtulo en la Ciudad de México para que el público se encuentre con la visión de esta mancuerna artÃstica, los dÃas 25, 26 y 27 de enero, en el escenario de la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.
“Estas presentaciones son una oportunidad de acercarse a nuevos espectadores en los cuales busco detonar preguntas y que de alguna manera puedan poner en juego también todo su imaginario al comulgar con el trabajo… en mi fuero interno es como susurrarles al oÃdo que hay hilos de Nirvana en el Samsara”, Lola Lince.
Es asà que el escenario de la Miguel Covarrubias servirá como preámbulo a la participación de Lola Lince en el eX…it! Butoh Related Dance Festival, en el que ella, a través de una residencia en Bröllin, Alemania, compartirá nuevas experiencias corporales con coreógrafos de diversos paÃses. Experiencias como La caÃda…, ese pájaro cayendo del cielo para volver a la libertad. Fotos: Jaime MartÃn.
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