
Por: Enrique R. Mirabal — 20 de junio, 2017
En la CompañÃa Nacional de Danza de México, bailar Manon era una asignatura pendiente desde el año 2015 y, antes de llegar a la mitad del 2017, ya se ha estrenado en el Palacio de Bellas Artes con gran expectación acompañada de los cuestionamientos de costumbre: ¿valdrÃa la pena? Pregunta que me permito contestar paso a paso: la reacción del público, que se produce de manera espontánea, ha sido de contundente aprobación y entusiasmo.
La idea rectora de la coreografÃa y su correspondiente puesta en escena apuntan a la inmediata empatÃa del auditorio con los protagonistas y de compasión por el trágico destino que les depara la trama inspirada en la novela que el Abate (Abad) Prévost escribiera en la Francia del siglo XVIII, época en que se desarrolla la acción de la novela y también de las óperas de Massenet, Puccini y Auber) y del ballet de Sir Kenneth MacMillan (1929-1992) que nos ocupa.
Para crear su ballet Manon, estrenado en 1974 en el Covent Garden de Londres por el Royal Ballet británico, MacMillan toma como punto de partida la novela de Prévost y, más o menos, la estructura de la ópera que compusiera el romántico francés Jules Massenet (1842-1912).
Sin embargo, a la hora de musicalizar el ballet no se tomó en cuenta la partitura de la ópera sino que se re-orquestaron obras varias de Massenet, además se orquestaron canciones y piezas para piano, labor que llevó a cabo Leighton Lucas en los años 70.
En 2011, se le encomendó una nueva orquestación a Martin Yates, la cual es utilizada desde esa fecha a nuestros dÃas. Con toda justicia, el dramatismo del ballet sale ganado con la nueva versión, más fluida y, sobre todo, más potente.
Desde su estreno en Londres, el interés por Manon ha contagiado a muchas compañÃas de ballet en todo el mundo, por citar algunas: American Ballet Theater, la Ópera de ParÃs, el Mariinsky de San Petersburgo, el Ballet Australiano y, en América del Sur, al Ballet del Teatro Colón y al del Municipal de Santiago de Chile, cuya producción (escenografÃa, vestuario…) es la que se utiliza en la puesta mexicana.
La Fundación MacMillan, de la que su viuda Debora se hiciera cargo a la muerte del coreógrafo, es sumamente celosa con la reproducción de sus obras. Tal y como ha sido en México, es igual en todas las compañÃas.
Los responsable de preservar el legado (un equivalente del ISO en ballet) hacen un diagnóstico de la entidad solicitante, valoran la capacidad artÃstica y logÃstica de la compañÃa y designan repetidores (repetiteurs) calificados para montar el ballet, entrenar a los bailarines, medir el alcance, cuidar hasta los mÃnimos detalles y aprobar su estreno.
En México, se ha contado con la asesorÃa de Patricia Ruanne y Karl Burnett. En otras palabras, la CND está a la altura de lo estándares del ABT; OP… y lo ha demostrado en las dos funciones vistas, hasta el momento, por quien esto escribe.
La Impronta de MacMillan en Manon es reconocible no sólo por el vocabulario dancÃstico sino por la estructura en la que dispone sus obras dramáticas siguiendo, paso a paso, los moldes clásicos: por ejemplo, en el primer acto del ballet, aprovecha el espacio abierto de una posada para números de conjunto seguidos de grupos más reducidos, identificados por su clase social para desplegar habilidades danzarias, tal y como podemos ver en un primer acto de Don Quijote o El lago de los cisnes.
Nada reprochable es seguir el camino que ha dado buenos resultados. Desde la butaca, queremos un espectáculo que nos deleite la vista y MacMillan sabe cómo hacerlo. Algunos solos con un toque de color y picardÃa más los indispensables duetos de amor completan la composición. Sigue las reglas del juego pero con sabidurÃa y el encanto suficiente para que no se sientan forzadas.
Manon oscila entre escenas de colorido grupal, v.gr., la mencionada en el primer acto y la festiva atmósfera entre cortesanas y clientes en un burdel –con toques de belle époque y esbozos de un can–can que vendrÃa un siglo después– a momentos de intimidad o de gran dramatismo.
La pasión que debe predominar en la escena de la alcoba con cargadas y deslizamientos a piso no reta la lÃnea del buen gusto británico, a pesar de presumir desenfado (otra vez, una danza apache de fin de siècle sugerida).
Recordamos una escena de alcoba en el ballet Carmen de Roland Petit con música de Bizet, estrenado en 1949, en la que Don José y Carmen se demuestran su amor a través del goce de los cuerpos, se engarzan con acercamientos y roces ralentados que más que sugerir ilustran un acto pleno de erotismo que no está reñido con lo artÃstico pero… Petit era francés y MacMillan, británico.
El ballet Manon, en su conjunto, nos hace retomar el placer por el gran espectáculo, por disfrutar decorados con chandeliers, por todavÃa poder gozar de un buen ballet sin pensar en mensajes ni propuestas de cuño jacobino como validación del arte.
Haber seleccionado este ballet enriquece el patrimonio de la CompañÃa Nacional de Danza, significa un paso adelante para el ensamble que dirige (seguro que orgullosamente) el maestro Mario Galizzi, es una oportunidad de crecimiento para el corps de ballet tanto como para los primeros bailarines y solistas que se vieron seguros y entusiastas en las dos funciones iniciales.
Greta Elizondo y Ana Elisa Mena en el rol de Manon bailaron con soltura y desenfado cuando era necesario. Sin duda lograron el concepto del personaje que exige mantener un toque de ingenuidad aun en los momentos más difÃciles por los que atraviesa. Sebastián Vinet y Gerardo Wyss, calzaron bien las zapatillas de Des Grieux con aportes individuales a sus roles.
Mención aparte, el brillo con el que bailaron Agustina Galizzi y Blanca RÃos en el papel de la Amante. No hay papeles menores cuando se baila asÃ. El corps de ballet corrobora la uniformidad y coherencia que envidiarÃan en otras compañÃas famosas. Por fortuna, Srba Dinic al frente de la Orquesta, logró compactar a los, a veces, dÃscolos ejecutantes de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, sin pifias ni dislates que lamentar.
Se pueden contar dos grandes producciones, por parte de la CompañÃa Nacional de Danza, en lo que va de año. Qué nos depara la segunda mitad… Mientras, no hay que dejar pasar la oportunidad de ver Manon en las próximas funciones (hoy martes 20, jueves 22, sábado 24 y el domingo 25 de junio, este último dÃa con una plática anterior sobre la puesta en escena, la cita a las cuatro de la tarde en la Sala Adamo Boari) en el Palacio de Bellas Artes, un ballet que sigue la tradición decimonónica y el dramatismo de las óperas del mismo perÃodo con acentos del siglo XX y alto nivel artÃstico. Vale la pena.
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Deja un comentario