
Por: Enrique R. Mirabal — 10 de septiembre, 2013
Dentro de la tradición rusa del siglo XIX, La bayadera se suma en estilo e impacto a clásicos como El lago de los cisnes y Don Quijote. La razón por la que no fue tan conocido este ballet en Occidente hasta los años 60 del pasado siglo, se debe al distanciamiento entre la ex-Unión Soviética y el resto del mundo más allá de las fronteras de su bloque.
Con la deserción y exilio de los bailarines rusos que pasaron a ser estrellas de compañÃas europeas como el Royal Ballet en Gran Bretaña, el American Ballet Theatre en USA o la Opera de ParÃs –estamos hablando, en estricto orden de aparición de Rudolf Nureyev, Natalia Makarova y Mijail Barishnikov– se comenzaron a conocer obras o fragmentos de ballets que, hasta entonces, eran meras referencias bibliográficas. Entre éstos, llegaron las versiones completas de Don Quijote, Raymonda, los pas de deux Diana y Acteón y Carnaval de Venecia o Satanella y La bayadera en su montaje en tres actos.
No faltan en La bayadera ninguno de los elementos que identifican al ballet ruso del perÃodo imperial que abarcó toda la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX, a saber: exotismo en el que los rusos incluyen a España.
Trama de amores imposibles, venganzas, traiciones y arrepentimiento matizados por un romanticismo tardÃo más la inclusión obligatoria y muy gustada antes y ahora de las llamadas escenas de ballet blanco (uso obligado de este color, más o menos) en la que espÃritus, seres fantásticos, mitológicos, cisnes y estatuas cobran vida arropados en el marco idÃlico de un paisaje ambientado con magnÃficos telones inspirados en la pintura de los clásicos y románticos.
La bayadera (Bayadère o Bayaderka según la traducción) contiene un ballet blanco o escena de las sombras en la que un arrepentido noble Solor acude al reino de las sombras a pedir perdón al espÃritu de la bayadera Nikiya que ha muerto por su culpa.
Las danzas de reminiscencias folklóricas o lo que del folklore de la India se entendÃa en Rusia pueblan los dos primeros actos del ballet, desde rituales con sacerdotes y sacerdotisas hasta la insustituible escena festiva con bailables ingenuos pero divertidos más el Grand pas d’action para exhibir el virtuosismo técnico de los bailarines y, en el caso de las sombras, de un corps de ballet al que se le exige una precisión y una etérea manera de moverse que ha aportado la impronta de este ballet.
La CompañÃa Nacional de Danza (CND) cuenta, desde hace varios años con una versión de Caroline Llorca sobre el original que Marius Petipa creara a partir de la música de Ludwig Minkus, ambos piezas clave en los Ballets Imperiales de San Petersburgo y Moscú, el uno en lo coreográfico y, el otro, en la composición de música original para ser bailada, todo un sello que cambiarÃa con la aparición de Tchaikovski y sus inspiradas y canónicas partituras más allá de la rutina.
Bailar La bayadera exige de toda la compañÃa, sus primeros bailarines y solistas, un esfuerzo mayúsculo por lo demandante del complejo montaje, el número de ejecutantes contados por decenas y la coordinación del cuerpo de baile en todas las escenas que interviene.
Una elección atinadÃsima de la directora de la CND, la maestra Laura Morelos que conoce muy bien, por haberlo experimentado desde adentro como prima ballerina de la compañÃa, lo que exige este ballet, técnica y artÃsticamente, como ejercicio idóneo y reto para todos los integrantes de la compañÃa.
Para esta temporada (en la que la CND festeja 50 años de trayectoria) en Bellas Artes (10,11, 12 y 14 de septiembre), hay dos elencos alternos: Blanca RÃos y Muyuko Nihei como Nikiya; Agustina Galizza y Elisa Ramos como Gamzatti; José Urrutia y Erick RodrÃguez como Solor.
La Orquesta de Bellas Artes tendrá como director invitado a Alexei Baklán quien deberá adaptarse a los innecesarios arreglos que Lanchberry (venÃa en paquete con Llorca) realizara a la música original de Minkus la cual, como debe ser, es la que se toca en Rusia.
La bayadera con la CompañÃa Nacional de Danza es un gran espectáculo, vistoso como pocos, con escenas de dramatismo alternadas con otras dinámicas y coloridas además del ya mencionado ballet blanco.
Es hora de ir a Bellas Artes y, de paso, invitar a los del CNTE a ver cómo se puede mover a grupos humanos con disciplina, armonÃa y estética enriquecedoras. Fotos: Guillermo Galindo.
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