
Por: Josué Romero — 22 de marzo, 2015
Si algo me gusta del teatro es que las pasiones no se escapan de los escenarios. Se quedan ahÃ. Atrapadas. Exponiendo la naturaleza de los hombres. Su maldad o su bondad. Su tristeza o sus alegrÃas. Sus emociones desnudas ante los ojos de los espectadores que siguen un final de vida o de muerte. Nunca se sabe.
Asà pasa con Carmen, teatro y flamenco, una adaptación diferente de la célebre ópera de Bizet, que sin la Habanera o las Coplas del “toreadorâ€, nos sumerge en la historia de una mujer en toda la extensión de la palabra a partir de un singular espectáculo donde el teatro, la música y el flamenco renuevan la incandescente historia de una gitana capaz de hacer todo antes de perder su libertad.
Una Carmen diferente que toma el escenario a través de un ring imaginado por Antonio Castro, donde los protagonistas están en el punto exacto, es decir, todo se encuentra en el punto medio: la pasión camina por una delgada lÃnea que separa el amor de la muerte, como si la única manera de amar fuera necesariamente el dolor ante la imposibilidad de poseerlo. Nada que ver con las historias de amor romántico.
Esta entrega escénica de Castro, aun cuando es extraida de los ruedos de la España meridional del siglo XIX, llega hasta los gimnasios pugilÃsticos de cualquier barrio de la ciudad, es la Carmen de Bizet que se transforma en la Carmen de Ximena Escalante, la misma mujer peligrosa: aquella que prefiere su libertad por encima de sus sentimientos.
En esta Carmen, llevada a escena por Sylvia Pantoja y la bailaora Leticia CosÃo, el personaje también es una mujer “de armas tomarâ€, bella, seductora, que grita e impone su voluntad, y por supuesto nunca se doblega. Es la que seduce a José (Roberto Romano) un boxeador inexperto –tanto en el cuadrilátero como en las artes del amor– quien se dice enamorado de la dulce y tierna Micaela (Tania Lizardo).
En el camino a la pelea por el tÃtulo y manipulado por don Próspero (Juan Sahagún) José se enfrentará a Escamilla (Miguel Ãngel Montfort) quien también cae rendido a los encantos de Carmen. Desesperada por no saber qué hacer, Carmen decide ir con Lilas (Alfonso Cárcamo) a que le lea las cartas para saber cómo proceder…
En suma, esta Carmen es igual que la hermosa gitana de Bizet, pero en un concepto contemporáneo, es la mujer pasional que con una fuerza de voluntad inquebrantable no cede ni a prejuicios ni a presiones, pues ante todo, es una mujer libre; que no se guÃa por ética, sino por su propio código moral: su libertad, la cual no se quiebra y tampoco está en venta.
Asà de simple y asà de fascinante es Carmen, teatro y flamenco, es, en sintesis un espectáculo de teatro y flamenco, donde todos, escritor y director, actores, actrices y bailaores (17 en total) sacan lo mejor de la Carmen de Bizet, para hacerla suya, y ofrecer al público una Carmen de la compañÃa Viva Flamenco, donde la seducción, los celos y la pasión se convierten en tragedia… Una Carmen para disfrutar en el Lunario del Auditorio Nacional. Olé!!!
“Hace 150 años, cuando se escribió la novela en la que se basó en la ópera, a esta mujer tan libre y descarada sexualmente se le condenaba por ser una prostituta diabólica que acaba con todo a su paso y querÃamos revisar al personaje desde la óptica de hoy”, Antonio Castro.
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