Por: Susana Fernández — 22 de abril, 2013
La danza, ese arte puro que no necesita de una narración explÃcita para ser admirada, no siempre es bien afortunada en su ejecución, en honor a la verdad hace un buen tiempo que algunos artistas llaman “danza†a expresiones que no van más allá de creaciones pretenciosas –desde mi particular punto de vista– donde lo que menos hay es danza.
El caso de Magdalena Brezzo se cuece aparte, desde la primera coreografÃa que vimos de ella, Chocolate en 2007, supimos que nos encontrábamos frente a una creadora que privilegia la danza y asà lo demuestra en su nueva propuesta Caperucita Wolf, obra coreográfica que se presenta en el Teatro de la Danza dentro del ciclo Martes de trayectoria.
Se trata de una propuesta que nos lleva al interior del escenario –literalmente hablando el público se encuentra sentado en ambos lados del foro escénico diseñado por la directora– y nos permite seguir con atención cada mÃnima expresión de las intérpretes, Flor Garfias y Lidia Ortega, quienes en un diálogo corporal llevan al espectador por una especie de lÃnea fronteriza entre lo cotidiano y lo sensual.
AsÃ, mientras transcurre este encuentro corporal entre las dos figuras femeninas se crean imágenes cargadas de fantasÃa y fuerza. De extremo a extremo, ellas se encuentran, reflexionan y unidas por un estambre se enfrentan, se alejan, se clavan, huyen una de la otra, asà como el ser humano intenta escapar de aquellas situaciones que no puede dominar.
“Tu cuerpo no termina en la piel  Escribe una de las intérpretes mientras nuestros ojos siguen cada movimiento y expresión gestual de Flor Garfias que en paralelo coreográfico con Lidia Ortega mantiene nuestra atención a cada paso mientras ellas jugando con medias, camisones, zapatillas, hilos, clavos, tazas y agua crean figuras… son sensuales, son mujeres, son bailarinas y hacen danza.
Caperucita Wolf no es de ningún modo una adaptación al tradicional cuento infantil, se trata de una expresión de la feminidad a través de la danza, un interludio donde lo que menos importa es la anécdota porque está presente el lenguaje corporal, una manifestación poética que lo mismo se desliza suave y delicada que vibrante y energética, una obra que forma parte de una trilogÃa escenográfica -que no necesita de partes previas para ser sentida con todo su poder- hilvanada por el diseño sonoro de Eduardo Flores que pasa de mezclas sonoras amorfas a sutiles momentos que se hacen uno con cada expresión del cuerpo.
“La obra semeja una analogÃa basada en el aspecto estructural de la pieza, en la que sà hay historia pero sin ninguna Caperucita en escenaâ€, Magdalena Brezzo.
De acuerdo al programa de mano, “Caperucita Wolf es una pieza que forma parte de un trÃptico coreográfico el cual tiene como tema central al cuerpo, en este trabajo la directora de Camerino 4 crea una historia que es interpretada por dos mujeres que reflexionan acerca del cuerpo femenino y establecen un diálogo entre el universo simbólico y las diferentes realidades fÃsicas del el cuerpo tanto a nivel sensible como conceptual. Es una investigación sobre el cuerpo y su falta de completitud, lo que no encaja, lo que no sucedeâ€.
Sin duda, esto es cierto, sobre todo, cuando pensamos en la infinidad de veces en que nos hemos encontrado con propuestas que nos ofrecen danza sin movimiento, narrativa sin historia.
Cuando uno cree que la fe en la danza está a punto de abandonarnos y después de ver algunos trabajos que nos dejan más que decepcionados, agradecemos el talento y visión de Magdalena Brezzo, en cuyas propuestas se encuentra sobre todo ¡la danza!
Y es que en Caperucita Wolf hay DANZA, festiva, expresiva, trazada con ingenio y pasión, con pinceladas que marcan dramatismo y al mismo tiempo nos alejan de lo mundano a través del movimiento preciso, erótico, armonioso y bello.
Un dato: corran porque solo quedan 23 y 30 de abril y 7 y 14 de mayo.
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