Por: Amanda GarcÃa L. — 21 de febrero, 2019
“Si hoy en dÃa la belleza tiene algún lugar en el arte es en relación con esas supervivencias, que están profundamente arraigadas en la conciencia humana”, Arthur Danto.
Lo prohibido es un arma de doble filo que seduce al ser humano pese a las consecuencias que puede llegar a tener la elección de aquello que es negado. El temor a lo desconocido frente al deseo por conocer es una paradoja analizada desde el origen de la historia. Esta máxima es retomada por la CompañÃa Nacional de Danza (CND) a través Blancanieves, el inolvidable clásico de los Hermanos Grimm, que además de la pelÃcula animada estrenada en 1938 por Disney, ha sido llevado en diferentes versiones a la escena coreográfica.
En esta nueva presentación de la CND, (estrenada en 2016) es resignificada a través de un ballet contemporáneo en una creación de la bailarina venezolana Irina Marcano, una puesta en escena que lleva a 29 bailarines a perder la verticalidad mediante saltos y movimientos que nacen desde el piso para crear una reinterpretación dancÃstica cargada de simbolismos y problemáticas humanas, que se disfrazan en un cuento infantil gracias a los escenarios y vestuarios multicolor que exploran lo imaginario.
Pese a ser una historia universalmente conocida, los elementos sorpresivos atrapan incluso a los intérpretes, quienes, gracias a la dirección creativa y producción de Daniel Herranz, dan vida a seres fuera de este mundo a través del cuerpo. La investigación de movimiento da ilusión de personajes con extremidades que aumentan o se reducen a la mitad de su tamaño, lo cual hace posible imaginar su existencia más allá del escenario.
La música que encierra momentos mágicos de obras de Bach, Dukas, Ponchielli, Rossini, conjunta lo clásico y contemporáneo para hacer que la recreación del cuento Blancanieves se dibuje en una atmósfera fantástica cargada de emocionalidad que hace de la obra un sueño para la protagonista –interpretada por las corifeos Isabel GarcÃa y Michele Cutri–, un dulce sueño donde parece nunca despertar.
Un juego de imágenes donde la escenografÃa basada en paisajes casi surrealistas –que surge de la genialidad de Jorge Ballina– fueron concebidos con esa simplicidad caracterÃstica del minimalismo, lo cual dota de misticismo al espacio escénico del Teatro de las Artes.
LÃneas de hierba entrecruzadas; ventanas con perspectiva tridimensional de las que surgen pequeños seres nombrados por su estado de ánimo -TontÃn, Gruñón, Dormilón, Inteligente, Feliz, TÃmido y Estornudo-, y un espejo que funge como proyector difuso del ego. Son aquellos elementos que su conjunto representan esa historia en la que se ven reflejados los diferentes rasgos de la identidad humana y las sombras del inconsciente que se rehúsan a exhibirse fuera del sueño.
También se dibujan aquellas pieles luminiscentes, ojos tridimensionales y extremidades con una fisionomÃa fuera de lo real que representan los animales del bosque, quienes junto con la princesa envenenada se unen a través de una danza vertiginosa para acabar con el mal representado por la Bruja –Sonia Jiménez, Mónica Barragán y Bárbara Treviño–.
Desde la primera, de dos anteriores temporadas en 2016 y 2017 en el Centro Nacional de las Artes, la CompañÃa Nacional de Danza ha llevado este proyecto a diferentes teatros de la Ciudad de México, una iniciativa del INBA para despertar en el público infantil el interés por la literatura y la danza clásica.
En este 2019, Blancanieves, inició una nueva edición, el fin de semana pasado (con dos funciones más el sábado 23 y domingo 24 de febrero) en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), un nuevo reto para esta propuesta que más allá de la historia de la bella joven que es acechada por su malvada madrasta al envidiar su belleza, es, en su esencia literaria, ese espejo que refleja las múltiples caras de la feminidad.
Una sentensia que puede significar una confrontación para aquellos que gustan del clásico cuento cinematográfico de Disney, pero en la lectura de Irina Marcano, Blancanieves significa una traslación dancÃstica que hace eco a lo humano, al amor, a la amistad y a esa empatÃa como medio para atrincherar al ego, susceptible ante cualquier estÃmulo que se atreva a opacarlo.
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