Danza

Béjart Ballet Lausanne en Bellas Artes (incluye Bolero)

Por: Enrique R. Mirabal — 14 de julio, 2014

Bejart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 Una compañía que preserva el patrimonio de su creador, Maurice Béjart

Las visitas a México del artista francés -con pasaporte suizo- Maurice Béjart (1927-2007) comenzaron con los famosos, por varias razones, Juegos Olímpicos de 1968. La compañía Ballet del siglo XX, creada y dirigida por el propio Béjart nos traía un aire fresco que renovaría la mirada del público a través de una estética novedosa, atrevida para algunos, rebosante de energía y júbilo, incluyendo odas a la alegría que no se limitaban a la Novena de Beethoven.

Quedaría la leyenda que se refrendaría en varias ocasiones como en el Festival Cervantino de 1982 con Wien, Wien… y, en 1999, con Ballet por la vida cuando ya su compañía oficial había cambiado de sede y de nombre: de Bruselas, Bélgica a Lausanne, Suiza y de Ballet del siglo XX a Béjart Ballet Lausanne.

Es necesario hacer un recuento de la trayectoria de Béjart para entender el porqué de la permanencia de sus obras en la compañía que lleva su nombre y, en prácticamente, las principales del mundo, excepto en Estados Unidos, país que visitó en repetidas ocasiones pero donde no obtuvo la resonancia que en otras latitudes, incluida la ex Unión Soviética, donde logró consolidar.

Sus inicios con su Hombre solo a cuestas en los años 50 se dieron en un París en el que la verdad absoluta sobre el ballet se concentraba en el Palais Garnier y su Ballet de la Opera, influenciado por la estética neoclásica/neorromántica de Serge Lifar, de una de cuyas coreografías, Béjart tuvo la revelación del ballet.

Bejart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 Su formación, cimentada exclusivamente en la técnica clásica impartida por maestros de la rancia escuela rusa pre-revolucionaria como Matilde Tchessinskaia y Olga Preobrajenska más algunos estudios en Londres, le dieron una base sólida, la conciencia del espacio y las reglas de una dinámica que, indudablemente, le acompañaron hasta su muerte.

Cuando Béjart se da a conocer en los años 50, la opción más representativa del siglo XX en el ballet, era, sin lugar a dudas, Balanchine, de quien conoció sus trabajos ¿quién no? pero con el que no tuvo un acercamiento o diálogo creativo conocido.

Por obvias razones, la primera mitad del siglo XX ya pertenecía a Mr. B mas la segunda debía ser para Monsieur B. Injusto sería obviar, en una u otra de las mitades del siglo, los pasos dados por De Mille, Robbins, Taras, Tudor, Ashton, Rambert, De Vallois, Cranko, Cullberg, MacMillan, Neumeier, Petit, Babilée y tantos más, sin detallar a los que, en paralelo, labraron la danza moderna, primero y, después, la contemporánea.

Bejart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014. Foto: Nathalie Sternalski Hombre de una cultura vasta, inquietudes varias e inconformidad ante la rutina, Béjart se nutrió de diversas fuentes de la cultura, empezando por lo poco o mucho que hubiera leído de su padre filósofo, Gaston Berger, apellido que su hijo modificó agregándole el sufijo art.

Se relacionó con artistas de otras disciplinas aparte de la danza, trabajó directamente con los compositores franceses de la entonces vanguardia, los Pierre, Henry y Schaeffer, se acercó al gurú Boulez y usó su música, además de interesarse por la Segunda escuela vienesa Schoenberg, Berg y Webern y, con especial dedicación a los finales del XIX (Mahler) y los inicios del siglo XX con Ravel y Stravinsky entre sus favoritos.

Bejart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 El coreógrafo no se circunscribió a la danza culta de los grandes escenarios, exploró la cultura de India, un viaje literal y metafórico, que en los años 60 era un obligado de los chicos inquietos de París y también de Liverpool. La huella del encuentro con la cultura milenaria quedaría explícito en su Bahkti que se llevaría al cine a poco tiempo de creado.

Fue tal el impacto en Occidente que se convirtió, hasta el día de hoy en una pieza muy vista (el pas de deux de la tercera sección del ballet) en concursos y festivales de ballet como una concesión a lo contemporáneo o como muestra de una supuesta asimilación de lo actual por los bailarines clásicos. La otra pieza favorita de concursos es su pas de deux Webern opus 5.

Otra cultura (y su correspondiente religión) por la que Béjart se vio atraído es la iraní o, en particular, los movimientos de los sufí, una variante del Islam. El francés se convirtió a dicha religión aunque no sabemos qué tan ortodoxo se comportaría al toparse con un buen vino francés. Hombre declarado de izquierda fue, con todas las contradicciones de los famosos, íntimo amigo de la familia real iraní, depuesta por la revolución islamista.

Bejart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014. Foto: Francette Levieux La consagración de la primavera, partitura de Stravinsky que el pasado 2013 cumpliera cien años fue el primer gran éxito de Béjart en Bruselas al frente de su recién creada compañía en 1959. Al año siguiente, estrenó Bolero, a partir de Ravel. Muy aplaudida desde la primera visita a México en 1968 es la tarjeta de presentación del BBL antes y ahora.

Con este ballet cierra el programa que veremos del 17 al 20 de julio en el Palacio de Bellas Artes.

No sabemos, si en esta ocasión, el papel central, la Melodía, será interpretado por un o una solista. Existen las dos variantes y ambas sólo necesitan un bailarín o bailarina excepcionalmente musical y dúctil para, en menos de veinte minutos y, sin traspasar un diámetro de escasos centímetros, traducir la música en danza. Jorge Donn y Maia Plisetskaia han sido los mejores intérpretes de Bolero a la fecha.

Bjart Ballet Lausanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014. Foto: Laure N Paschee La gala se completa con Siete danzas griegas con música de Manos Hadjidakis. Ballet grupal que no requiere solistas virtuosos tiene en el corps de ballet a su mejor intérprete. Cronométricamente han de desplazarse los bailarines y crear figuras y conjuntos al ritmo de la música griega. Béjart fue, sin lugar a dudas, un enamorado del Mediterráneo. Varios de sus ballets tienen temas y música del Mare nostrum.

Comienza el programa de Bellas Artes con Ce que l´amour me dit con música de la Tercera sinfonía de Mahler. Más íntimo y reflexivo que los ballets antes mencionados, la partitura define el tono y el quehacer erótico que tan bien se le daba al coreógrafo. A disfrutar al Béjart Ballet.

No sabemos cuánto pueda sobrevivir su compañía sin ceder a los embates del R&B y el minimalismo que desborda a las compañías actuales. El New York City Ballet ha sobrevivido con gran dignidad a la pérdida de su creador, Mr. Balanchine. Deseamos que el legado de Monsieur Béjart corra la misma suerte.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.