
Por: Enrique R. Mirabal — 16 de febrero, 2007
Antes de su primera visita a nuestro paÃs en 2005, existÃa un notable interés entre los balletómanos por ver la obra de Boris Eifman, quien fuera el coreógrafo incómodo para la intelligentsia soviética de los años setenta del pasado siglo. Todas las expectativas quedaron rebasadas desde la primera noche en el Palacio de Bellas Artes con su ballet biográfico Tchaikovsky, inspirado en la vida, obra y desventuras sentimentales del más grande compositor ruso de todos los tiempos.
La gran fuerza y el intenso dramatismo que le imprime a su visceral coreografÃa son los elementos decisivos para atrapar al público a la primera imagen o composición escenográfica de su ballet. Tchaikovsky hizo vibrar a los asistentes a Bellas Artes por la maestrÃa de los intérpretes, la aproximación a los vericuetos de la sique del músico y la preferencia oculta mas no desconocida de su quehacer sexual. Precisamente, el haber abordado este tema tabú en la Rusia soviética y post-soviética, con todos sus resabios puritanos y represivos, a través de una perspectiva sicoanalÃtica (una mera aproximación, sin pretensiones clÃnicas, por suerte), le ocasionó algunos insultos y amenazas en su paÃs pero no pasó a mayores.
En ocasión de su segunda visita a México, en el mismo Palacio de Bellas Artes (28 de febrero, 1, 3 y 4 de marzo) y en el Complejo Cultural Siglo XXI en Puebla (24 de febrero), Eifman y su Ballet de San Petersburgo nos traen Anna Karenina, en la misma lÃnea de introspección en los grandes y emblemáticos personajes de la cultura rusa, en este caso, de la ficción novelÃstica de León Tolstoi. Anna, la mujer, ama, desea y es una ardorosa compañera sentimental pero no de su esposo sino de Vronski, su amante, un hombre ambicioso, irresponsable y… con menos años que su adúltera compañera. De nuevo, un personaje visto a través de la lupa sicoanalÃtica, sujeto al escrutinio moral pero también inspirador en la defensa de los derechos de la mujer: el derecho al placer y a la libertad de elección, patrimonio exclusivo del hombre en la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX (y del S. XX en todas las sociedades).
Anna Karenina es un ballet que resume el argumento de la copiosa novela en breves y no tan breves viñetas, las más significativas, tanto las de Ãntimas reflexiones como los deslumbrantes momentos de conjunto que remiten a bailes, eventos sociales (hipódromo) asà como también las desgarradoras escenas que definen el destino de la protagonista epónima. Brillo, excitantes dúos, solos de intensidad dramática y cuadros de una plasticidad y un lirismo poco usuales en las coreografÃas contemporáneas. Esta obra ennoblece el oficio del coreógrafo y redime al público de ballet del largo bache al que los MacMillan, Grigoróvitch et al nos han sometido.
El Ballet Anna Karenina está basado en la obra de León Tolstoi, con música de Tchaikovsky. La selección musical de Eifman consiste en una gran variedad de obras del compositor ruso e incluye: La Serenata para Cuerdas y Orquesta, Las Suites No. 1 y No. 3, Souvenir d’un Lien Cher, La SinfonÃa No. 6, Manfredo, Francesca de Rimini, Hamlet, La SinfonÃa No. 2, y Romeo y Julieta, entre otras.
Anna Karenina fue un proyecto concebido desde hace tiempo. Eifman iba a él y lo dejaba, en varias ocaciones, creyendo que después de la maravillosa producción con Maya Plisetskaya como Karenina, el tema estaba agotado. Pero de pronto sintió la urgencia de crear un ballet “acerca del amorâ€. El coreógrafo seleccionó la lÃnea Karenin-Anna-Vronsky, de la novela de Tolstoi y realizó su psicoanálisis coreográfico del triangulo amoroso, tratando de hacerlo interesante y comprensible para el público contemporáneo.
Boris Eifman comenta: “El triángulo amoroso, es el eterno tema, que permanece tan vigente en el siglo XIX como en el XXI. Una mujer puede estar esclavizada por su relación erótica con un hombre y abandonar su familia, sus hijos… tengo a tres bailarinas interpretando a Karenina, muy jóvenes y muy talentosas: Maria Abashova, Vera Arbuzova y Natalia Povoroznyuk, pero ha sido difÃcil lograr inculcarles el espÃritu del siglo XIX. Para una mujer actual es difÃcil convertirse en la Anna, heroÃna de la novela Tolstoi. Por ello en el escenario veremos, a pesar del vestuario estilizado y la música de Tchaikovsky, a una mujer contemporanea gritando la pasión por un hombre de hoy. Mi Karenin es un hombre que no puede entender el infortunio que le sucede. Él ama sinceramente a su esposa. La infidelidad de Anna es una catástrofe para él. Está solo, expuesto, vencido. Nuestro Vronsky es más tradicional, un amante heroico que desea el fruto prohibido, pero se cansa rápidamente de élâ€â€¦â€¦.
Anna Karenina, una desgarradora historia de amor y traición…
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