Por: Enrique R. Mirabal — 20 de octubre, 2019
En el proceso para canonizar a un santo/a, el/la aspirante debe pasar primero por la llamada duda procesal, es decir, cuáles han sido sus virtudes y sus sacrificios después de haber franqueado un escrutino exhaustivo de su vida que se supone, no faltaba más, haya sido inmaculada. Como la suspirante en este caso es una bailarina, debemos establecer un balance entre el ser humano y la artista: ¿Jekyll y Hyde sur les pointes?
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre MartÃnez del Hoyo (1920- 2019), nacida para bailar y llevarse al baile a quien obstruyera su camino fue una estudiante de ballet ejemplar. Su primer maestro, Nikolai Petrovich Yavorsky, era un ruso blanco que puso pies en polvorosa para escapar de los soviets. Talentosa, tesonera y tozuda, la MartÃnez avanzó en su carrera subvencionada por las damas de la alta sociedad habanera a través de Pro-Arte Musical.
Los primeros sÃntomas de una débil visión aparecieron pronto, pero soportó este martirio toda su vida (ya va ganando puntos para la canonización). Se casarÃa más tarde con el hijo de una de esas ricas burguesas cubanas: Fernando Alonso. Él, su hermano Alberto y Alicia emigraron a Estados Unidos para sumarse al naciente mundo del ballet compuesto por rusos emigrados como Fokine, Balanchine y Fedorova. Con los mejores maestros posibles, logró alcanzar un sitio preeminente, primera bailarina, en la compañÃa que devino en el American Ballet Theatre.
Alicia Alonso bailó todo el repertorio del ABT, aprendió con memoria asombrosa junto a su marido y maestro todos los pasos y emplazamientos de ballets del siglo XIX y principios del XX, más las novedosas coreografÃas creadas por los rusos y norteamericanos (Agnes de Mille, Jerome Robbins…) y británicos como Anton Dolin y Anthony Tudor.
Años más tarde, con la creación del Ballet de Cuba, nombrado después Ballet Nacional de Cuba, la Alonso cambió algunos detalles a los ballets aprendidos y puso en primer crédito su nombre como autora (a fin de cuentas, no hay copyright en la danza): La fille mal gardée, su Coppelia que, en realidad, fue puesta en escena por León Fokine a partir de la original de Enrico Cecchetti.
El lago de los cisnes del BNC, se lo atribuyó por completo, aunque reconoce como antecedentes a Petipa e Ivanov cuando en realidad fue montado por la británica Mary Skeaping, heredera de Les Ballets Russes. Asà sucedió con su Giselle que aprendió de Dolin y calcó el personaje creado por Alicia Markova. Baste ver las grabaciones existentes de la Giselle bailada por Markova-Dolin.
Alonso, no fue la única latinoamericana que enriqueció el ABT. Lupe Serrano, la chilenomexicana que tuvo sus primeros éxitos en el Palacio de Bellas Artes de México, poseÃa una proporcionada figura y una elegancia que la Alonso nunca tuvo. Serrano bailó con éxito en New York hasta los años 70. En el mundo del ballet norteamericano, destacaron artistas que no correspondÃan con el prototipo de la mujer sajona. Las hermanas Maria y Marjorie Tallchief, Rosella HIghtower e Ivonne Chouteau, conocidas como las American Indian Ballerinas, siempre presumieron su ascendencia aborigen; sin embargo, en el BNC…
A partir de las vivencias de bailarinas como Caridad MartÃnez, una afrocubana de musicalidad incomparable y ductilidad para todo tipo de coreografÃas nunca pudo bailar los papeles principales del ballet clásico porque para la Alonso no era posible que una bailarina de piel oscura pudiera convertirse en un cisne blanco o en el pálido espectro de Giselle. Caridad pasó por México y emigró a los Estados Unidos donde enseña ballet. Y no ha sido la única.
En buen castellano, una muestra de racismo en un paÃs poblado por emigrantes españoles y africanos convertidos en esclavos, en los inicios de una nacionalidad. Hoy en dÃa, predomina el mestizaje pero es muy difÃcil encontrar a una bailarina negra en las filas del ballet cubano. En el American Ballet Theatre, la afroamericana Misty Copeland presume su categorÃa de primera bailarina y Caridad MartÃnez da clases en Brooklyn.
Hablando de la migración de bailarines cubanos por todo el mundo, México incluido, las primeras deserciones se dieron en ParÃs en 1966. La homofobia reinante en Cuba fue el motivo. Alonso no podÃa apoyar esta polÃtica porque, simplemente, se quedarÃa sin una buena parte de su público y no habrÃa bravos para la eximia ballerina. Estricta conveniencia.
Menia MartÃnez, una cubana plenamente identificada con el régimen hasta el dÃa de hoy, estudió en la Unión Soviética y fue intérprete de Castro en alguno de sus viajes a la metrópoli. Enfrentada a los celos de la Alonso y relegada a papeles secundarios pese a su talento, tuvo que pedir la intercesión del Comandante para integrarse al Ballet del Siglo XX de Bèjart.
Muchas carreras desechas, injusticias a partir de caprichos y veleidades además de la crÃtica situación económica y los salarios de sobrevivencia, han devenido en exilios, peticiones de asilo y desarraigo de la tierra natal por parte de los bailarines más jóvenes. La situación se prolonga hasta el dÃa de hoy. Jorge Esquivel, partenaire de Alonso, partió para eludir el simple papel de lazarillo en la escena.
Rosario Suárez, las hermanas Feijoo y cientos de nombres pueblan la larga lista de fugados como suele clasificárseles. A la Alonso podrÃa parecerle una purificación a través de un veto eterno a sus discÃpulos que solo servÃan para el lucimiento individual de la estrella.
El impresionante declive del ballet cubano se debió a la intransigencia de su directora tan absoluta como los reyes de Francia. Absolutismo es sinónimo de poder total e incuestionable. A escala y semejanza de su lÃder nacional, la Alonso decidÃa en su feudo quién y cuándo podÃa bailar un integrante de su compañÃa determinado papel. Imposible que una persona con visión limitada al extremo de la ceguera pudiera calibrar la idoneidad de un bailarÃn y corregir sus defectos o debilidades. SerÃa como poner al frente de un restaurant a un chef que hubiera perdido el sentido del gusto.
El deterioro del BNC se refleja también en la obsolescencia de su repertorio, en la carencia de una sensibilidad capaz de asimilar los cambios del ballet en las últimas décadas. Lo contemporáneo en el BNC son obras que repiten los cánones de Bèjart. La integración de lo nacional no pasa del folklorismo de estampa.
Lo naïf se confunde con el ridÃculo ¿Cómo presumir un ballet tan arcaico, cursi y barato como la SinfonÃa De Gottschalk para cerrar la noche con una conga de cabaret de quinta? Una de las últimas coreografÃas de Alicia Alonso en una larga lista de batiburrillos.
Lastimeras, cursis y decepcionantes (hoy les llaman patéticas) fueron las últimas visitas de la assoluta a México. En los años cercanos a la despedida obligatoria por la imposibilidad de sostenerse, encontró la forma de acaparar aplausos cuando al final de cada función sus subalternos, casi a rastras, la colocaban en el proscenio para ser admirada como fenómeno teratológico con el eterno rictus que convertÃa su sonrisa en mueca circense.
No puede negársele a la señora Alonso el mérito y la voluntad de hacer ballet en un paÃs de rumba como ella misma mencionaba demostrando su desprecio por el mestizaje.
Ella creó su Ballet y también se encargó de llevarlo al precipicio. Devoró a sus hijos como Saturno y como toda Revolución. Está en vÃas de una canonización que nunca alcanzará al mito de Santa Evita Perón.
Lo peor está por verse. Ya se presagia un toque a degüello entre las huestes que le sobreviven. Divididos como Trotsky y Stalin a la muerte de Lenin, ganará el o la más cercana a la cúpula gobernante que quiere seguir presumiendo al BNC como su gran creación cultural. El mérito es estrictamente alonsiano y se lo llevará la tumba. No le aplaudan demasiado al enterrarla porque es capaz de salir como en Giselle a recibir los aplausos. Roll over Alicia.
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