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Por: Colaborador Invitado — 8 de febrero, 2010
Tata Vasco, de Miguel Bernal Jiménez (1910-1956), abre la temporada 2010 de Ópera de Bellas Artes, rindiendo un merecido homenaje al importante compositor michoacano en el Centenario de su natalicio.
La puesta que veremos este mes de febrero en el Teatro de la Ciudad corresponde en lo escénico y coreográfico a David Attié, la dirección musical es del maestro Fernando Lozano que estará al frente de la Orquesta y Coro de Bellas Artes, la escenografÃa y el vestuario son creación del escultor Sebastián y la iluminación es de Jesús Hernández.
En los papeles principales, se repiten varios nombres de la puesta del 2006: el barÃtono Jesús Suaste como Tata Vasco, la soprano Violeta Dávalos como princesa purépecha, José Luis Eleazar, Gerardo Castillo, Benito Navarro, MartÃn Luna y otros solistas. También participa la agrupación Schola Cantorum.
En ocasión de esta próxima presentación de Tata Vasco en el Teatro de la Ciudad, los dÃas 11 y 14 de febrero próximo presentamos un artÃculo que anteriormente en 2006 escribió nuestro colaborador Enrique R. Mirabal, y que por su interés y vigencia, reproducimos a continuación.
Una compañÃa de ópera denominada nacional tiene entre sus obligaciones artÃsticas fundamentales la de rescatar y difundir el patrimonio cultural del paÃs que representa aunque esta afirmación puede sonar a chauvinismo reverberante a la usanza antigua.
La medida exacta del axioma encaja en el potencial que este patrimonio pueda ofrecer. La ópera mexicana, entendida en el sentido estricto de composiciones hechas por connacionales, no cubre un extenso catálogo y la calidad de los trabajos es realmente desigual. Desde las italianizantes obras de Melesio Morales en el siglo XIX hasta las vanguardias del siglo XX y otros empeños más recientes, lo verdaderamente recuperable queda como asignatura pendiente y tarea académica.
La ópera Tata Vasco se debe al michoacano Miguel Bernal Jiménez (1910-1956). Este compositor y organista nació en Morelia, al inicio de la Revolución. Estudió órgano (su Concierto para este instrumento y orquesta es quizás su obra más conocida por el gran público), contrapunto y fuga, armonÃa e instrumentación, musicologÃa, composición y canto gregoriano en el Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma. Más tarde dirigió el Conservatorio de las Rosas de su ciudad natal, la Escuela de Música Sagrada en la Ciudad de México y fundó la Sociedad Amigos de la Música.
Entre sus obras destacan, Suite Michoacana, Navidad en Pátzcuaro, Tungambato y la ópera Tata Vasco (1941), con libreto de Manuel Muñoz y estrenada en la ciudad de Pátzcuaro. En los años cuarenta recorrió Estados Unidos y Canadá dando conciertos de órgano. Durante dos años fue decano del Colegio de Música de la Universidad de Loyola en Nueva Orleáns. Como musicólogo investigó la Historia de la Música Colonial.
Compositor marginal al movimiento nacionalista, su estilo musical es ecléctico, su música pretende abarcar una sÃntesis de lo mexicano y exponer todos los elementos de su realidad. Miguel Bernal Jiménez, murió en 1956 en León, Guanajuato.
Tata Vasco fue compuesta para conmemorar la llegada de Vasco de Quiroga a Pátzcuaro como primer obispo de Michoacán (habrÃa que preguntarles a quienes están en contra de la celebración del 12 de octubre como DÃa de la Raza o Encuentro de civilizaciones cuánto benefició Tata a los purépechaparlantes).
La obra se estrenó en las ruinas de la Iglesia del Tercer Orden el 14 de febrero de 1941. En la Ciudad de México su estreno ocurrió un mes más tarde en el desaparecido Teatro Arbeu. Dos años después se presentó en el Degollado de Guadalajara; en 1948, en Madrid y, en el Palacio de Bellas Artes, finalmente, en septiembre de 1949.
La ópera o drama sinfónico -como también se le clasifica- está basada en un libreto escrito en español por Manuel Muñoz y consta de cinco cuadros y es de obligatoria asistencia para quienes siguen los avatares de nuestra CompañÃa Nacional de Ópera y para todo aquel que se interese en la historia de la música mexicana y la justa apreciación de nuestros artistas.
Quizás el tema y, sobre todo, su tratamiento, tenga cierto dejo a pelÃcula mexicana de los años 40, con la condescendencia al uso y los lugares comunes y folklorizantes. En todas las latitudes, varios músicos han sucumbido a la tentación de glorificar el pasado indÃgena: Victor Herbert en Estados Unidos con su Natoma, Gomes en Brasil con O Guaranà y tantos otros en Europa con su visión exótica de otros mundos: Braun y su Montezuma y, antes, Rameau con la ópera-ballet Indes Galantes.
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