
Por: Amanda GarcÃa L. — 17 de noviembre, 2018
“Ni una inteligencia sublime, ni una gran imaginación, ni las dos cosas juntas forman el genio; amor, eso es el alma del genio”, Wolfgang Amadeus Mozart.
Muerte como finitud del cuerpo. Muerte como lÃmite de lo inacabado. Muerte como principio de lo desconocido. Mientras para algunos la muerte ha significado el fin de la vida en la tierra, para otros implica el comienzo de un nuevo estado del ser en una dimensión distinta a la concebida.
Sin embargo, para uno de los precursores del clasicismo europeo este simbolismo cobró sentido a través de la sonoridad, no sólo como acompañamiento de lo tangible, sino también de aquello que ya no puede ser visto, pero puede ser evocado en la memoria con la estimulación de los sentidos.
El mito entorno a la última composición de Wolfgang Amadeus Mozart no es más que la sinécdoque de su muerte, la conclusión de una obra inacabada que dejó las partituras abiertas a cualquier atrevido dispuesto a formar parte de su vida sin siquiera haberlo conocido.
Fue asà como Réquiem de Mozart, Espéctaculo Monumental –presentado el pasado miércoles 7 de noviembre– resignificó los movimientos inconclusos de esta pieza musical creada hace más de 200 años a través de un show multidisciplinario, en el que se conjugó voz, cuerpo y música en un sólo escenario.
Alrededor de 10 mil personas asistieron al Auditorio Nacional para espectar parte del legado del compositor vienés, a través de un montaje introducido por el Divertimento en Fa K 33 B (Mozart, 1772) y la FantasÃa en Fa menor K 608 (Mozart, 1791), a cargo del maestro VÃctor Urbán en el órgano monumental del Auditorio Nacional.
Esa noche, el ambiente boreal que rodeó el escenario pasó por distintos momentos incluidos la solemnidad y el sigilo, los cuales transportan de primera instancia a las atmósferas caracterÃsticas del expresionismo alemán. Sin embargo, la escena arcana adquirió luminiscencia con la interpretación de las Bodas de FÃgaro (Mozart, 1786), un juego sinfónico que mantuvo al público erguido hasta la última nota.
Susana Zabaleta, fue quien rompió con los estereotipos de una función operÃstica. Fue aquà cuando los expectantes se volvieron agentes activos y disfrutaron, a manera de narración, de obras entonadas por la artista mexicana, como Non so piú cosa son, Voi che sapete y Là ci darem la mano, ésta última acompañada de la música de Don Giovanni (Mozart, 1787) interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto.
Mientras los primeros tres movimientos del Réquiem de Mozart fueron terminados antes de su muerte y dejaron como interrogante lo que pudo ser, la estructura paradójica planteada en este espectáculo deja a la vista del público un final que parece haber concluido y consolidarse para la posteridad gracias a la utilización de una expresión artÃstica diferente a la establecida, la danza contemporánea.
La CompañÃa de Danza Contemporánea de Cuba, dirigida por Miguel Iglesias Ferrer, se apropió a través de la coreografÃa de George Céspedes de una partitura que hasta entonces estaba presente en el imaginario social, principalmente, por su representación musical. La presencia de los cuerpos en ejecución de duetos y secuencias de movimiento que van de la multitud a la elaboración de diálogos corporales interpersonales nos permitieron apreciar la personalidad de cada cuerpo, pese a la unidad que deben buscar en distintos momentos.
La presencia de Rasta Thomas y el cardumen de bailarines se sumergió en el escenario para nadar con fluidez, más allá de las técnicas dancÃsticas en las que pueda caber su interpretación. Fue asà como el bombardeo sensorial impactó al público mediante la vista y el oÃdo durante todo el espectáculo, ya que, a su vez, los ejecutantes se dejaron tocar por la interpretación de la soprano Anabel de la Mora, la mezzosoprano Guadalupe Paz, el tenor VÃctor Hernández y el bajo Enrique Ãngeles, quienes enmarcados por la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro EnHarmonÃa Vocalis, entonaron en voz la pieza que Mozart preparó para su propio funeral.
Fue asÃ, que el Réquiem de Mozart, Espectáculo Monumental en el escenario del Auditorio Nacional, significó una oportunidad para ser partÃcipes de uno de los finales posibles que el padre del clasicismo dejó abierto para la posteridad. No cabe duda, que desde hace más dos siglos se dejó en puntos suspensivos la utilización de la multidisciplina como un mecanismo para acercar al público a uno de los legados más fascinantes de la creación artÃstica. Fotos: Sergio Bautista.
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Deja un comentario