Por: Enrique R. Mirabal — 20 de octubre, 2018
La bella durmiente del bosque, ofrece funciones los domingos 21 y 28, el martes 23 y el jueves 25 de octubre en el Palacio de Bellas Artes.
En la segunda mitad del siglo XIX, el bailarÃn y coreógrafo francés Marius Petipa (1818-1910) estableció las bases del ballet clásico en la Rusia Imperial. Admirador del romanticismo de la tradición francesa, supo incorporarle la dinámica de la escuela italiana a su método de enseñanza y a sus creaciones coreográficas que, de manera casi exclusiva, ocupaban los principales teatros de Rusia: el Bolshoi de Moscú y, en primer plano, el Mariinski de San Petersburgo.
Sin embargo, el vigor y la maestrÃa de sus coreografÃas tenÃan una escasa correspondencia con la rutinaria música que las acompañaba. La historia del ballet cambió su rumbo cuando el director de los Ballets Imperiales, Iván Vsevoloski, le propuso a Petipa un proyecto de ballet que habÃa escrito y le presentó al compositor Piotr Illich Tchaikovski (1841-1893) como candidato ideal para crear la música de lo que serÃa La bella durmiente del bosque.
Varios meses de intenso trabajo en los que Petipa le detallaba a Tchaikovski sus requerimientos de ritmos, tiempos y número de compases, no vaticinaban el mejor resultado hasta que el ruso supo imponer su genio a través de una partitura rica en imaginación melódica, de poderosa y sólida orquestación y un vuelo artÃstico inusual en el género que la convertÃa en un paradigma definitivo de la música para ballet.
La conjunción de talentos dio sus frutos: una historia de singular encantamiento con hadas, prÃncipes y princesas, proveniente del narrador francés Charles Perrault, vÃa los Hermanos Grimm, el virtuoso trazo de Petipa inspirado en la música de Tchaikovski más el libreto y diseños de Vsevolovski, nos han legado el ballet por excelencia, el más completo, armónico y congruente de la tradición clásica. Y con una música tan disfrutable en teatro como digna de las salas de concierto.
La estructura coreográfica y dramática de La bella durmiente se apoya en los motivos conductores o temas de la partitura que se identifican con los personajes principales del ballet: la princesa Aurora, el prÃncipe Desiré, el Hada de las Lilas y la malvada Hada Carabosse. Las partes que componen el ballet, un prólogo y tres actos, están vertebrados por sendos adagios que se cimentan como la parte esencial de cada acto.
En el prólogo, el adagio es bailado por las Hadas; en el primer acto, por una Aurora de dieciséis años y sus pretendientes en el icónico Adagio de las rosas; en el segundo, uno de los pasajes más lÃricos del ballet nos deleita durante el encuentro del PrÃncipe con la onÃrica visión de la Princesa. En el tercer acto, el apogeo es el pas de deux que sella las bodas de los prÃncipes. En este último adagio, se escuchan los arpegios de un piano, instrumento raras veces incluido en la orquestación de un ballet clásico.
Ecos de este ballet, pueden encontrarse, en el siglo XX, en El beso del hada, un ballet de Igor Stravinski con el que rinde tributo a su admirado maestro, Piotr Illich Tchaikovski, parafraseando algunas de sus obras.
La bella durmiente, estrenada en San Petersburgo en 1890, sirvió como incentivo para una segunda colaboración entre Tchaikovski y Petipa que se concretó en El cascanueces, al que Petipa estructuró y bocetó su coreografÃa que fue completada por su colaborador Lev Ivanov. Poco tiempo después de la muerte de Tchaikovski, Petipa e Ivanov decidieron rescatar del olvido a El lago de los cisnes, el primer ballet compuesto por Tchaikovski.
La bella durmiente, pese a su contundencia artÃstica, no obtuvo en Rusia el debido reconocimiento hasta después de la muerte de su compositor. En Occidente, la primera representación importante fue en Londres en 1921, en el marco de una temporada de los Ballets Rusos de Diaghilev. Fue posible, gracias al indispensable Nikolai Sergeyev quien, al escapar de la Rusia de los soviets llevó consigo los cuadernos en los que se reproducÃan, con el método de notación Stepanov, los pasos, composiciones y detalles de los principales ballets de Petipa.
De esta versión, se desprenden, paulatinamente, las consiguientes puestas de La bella durmiente en la Europa occidental y Estados Unidos. Rudolf Nureyev, décadas más tarde, se encargarÃa de repetir, con excesos prescindibles, la coreografÃa aprendida en su alma mater, el Ballet Kirov/ Mariinski.
A finales del siglo XX, la compañÃa del Mariinski emprendió una reconstrucción del ballet, supuestamente apegada al original que se consideraba alterado con el paso de los años. En esta ocasión, se revisó también la partitura con resultados cuestionables en los tiempos ralentados que restan fuerza a la composición.
En México, la CompañÃa Nacional de Danza tuvo en repertorio en los años 70 del pasado siglo una versión de Rosemary Valaire, según la versión inglesa. El coreógrafo y maestro argentino Mario Galizzi, decide legar a la CND, en este 2018, su acercamiento a La bella durmiente, con una mirada y una sensibilidad acordes con nuestros tiempos. Era imperativo para la compañÃa, contar con esta puesta en escena como un escalón más hacia la excelencia. Fotos: CND. Roberto Aguilar.
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