Teatro

El tiempo y los Díaz se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña

Por: Roberto Loera — 2 de agosto, 2009

El tiempo y los Díaz, bajo la dirección de Claudia Ríos se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña, agosto 2009 Justo es reconocer la labor que ha estado realizando el Teatro Sergio Magaña, que dirige el maestro Luis Chavira. Aparte de ser un recinto ya histórico, desde hace varios años ha abierto sus puertas para abrigar a las nuevas generaciones de artistas escénicos, principalmente a los recién egresados de las diferentes (y muy escasas) escuelas de actuación en México.

Construido a fines del siglo XIX, se le conoció como Quinta San Miguel. Con su Templo de Nuestra Señora de la Salud, alojó el Convento de las Siervas de María, cuidadoras de enfermos, quienes fueron desalojadas en 1935 para convertirlo en la Casa del Agrarista. En 1981 pasó a ser administrado por la Conasupo y se le acondicionó el Auditorio Roberto Amorós.

El 26 de julio de 1991 se otorgó el nombre del destacado dramaturgo mexicano Sergio Magaña y fue remodelado en 2005 para convertirse en foro de la dramaturgia mexicana, sin dejar de lado las expresiones extranjeras. Desde 1990 es administrado en comodato por Gobierno del Distrito Federal, comodato que concluirá en este 2009.

Mientras tanto, siguiendo su tarea de dar espacio a los jóvenes teatristas mexicanos, durante el mes de agosto albergará la temporada de estreno de la obra El tiempo y los Díaz (de viernes a domingo), obra adaptada y dirigida por la también actriz, dramaturga y docente Claudia Ríos, quien se convierte de esta manera en una de las más activas artistas mexicanas desde las diferentes trincheras del arte escénico.

Claudia Ríos acompaña, como lo ha hecho desde que asumió también el papel de profesora en distintas escuelas de actuación, a sus alumnos de Casazul, para abordar la obra de John Boynton Priestley, El tiempo y los Conway, de donde surge El tiempo y los Díaz.

El tiempo y los Díaz, bajo la dirección de Claudia Ríos se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña, agosto 2009 J. B. Priestley (1894-1984), escritor, dramaturgo y locutor británico, escribió una serie de obras en las que aborda un tema de su obsesión: el paso del tiempo, en las que se convierte prácticamente en el principal protagonista: Esquina peligrosa, El tiempo y los Conway y Yo estuve aquí antes. Y a propósito de los 25 años de la muerte de este escritor, en México se retoma una de sus más importantes aportaciones dramatúrgicas.

Puesta en escena por primera vez en 1937, El tiempo y los Conway es una reflexión acerca de los sueños y aspiraciones basados en una infundada esperanza. El planteamiento original recrea dos momentos en la vida de una familia: cuando se reúne alegremente para celebrar un cumpleaños, y, veinte años después, cuando sus integrantes vuelven a reunirse para tratar de resolver la crisis financiera de la familia, vendiendo la casa de sus padres.

El tiempo y los Díaz, bajo la dirección de Claudia Ríos se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña, agosto 2009 La dramaturga y directora escénica Claudia Ríos, autora de obras como Las gelatinas (Premio Nacional de Dramaturgia 2000) y directora de montajes como La vida es sueño, de Calderón de la Barca; Lou, la Sibila de Heinberg; y Pequeñas Certezas, de Bárbara Colio, además de Otelo, de Shakespeare, ha adaptado este texto de J. B. Priestley, junto con su grupo de trece alumnos, para llevarlo a tiempos más recientes y ubicarla en un plano más cercano al contexto mexicano.

Así, entonces, será el año de 1968 y será la familia Díaz Tirado que se reúne para celebrar el cumpleaños número veinte de una de sus integrantes. La felicidad parece estar en toda la casa, con música y juegos que llenan el ambiente. El único hermano faltante llega a la mitad de la fiesta; ha concluido el servicio militar y planea quedarse.

La señora Díaz no puede estar más feliz, todos sus hijos están reunidos nuevamente, compartiendo este momento con amigos y conocidos. La sombra del padre fallecido hace diez años parece disiparse por un instante. Ante las infinitas posibilidades que les brinda el futuro, los jóvenes hablan de sus sueños y ambiciones, sin darse cuenta que con cada paso que dan, están marcando su destino fatal.

El tiempo y los Díaz, bajo la dirección de Claudia Ríos se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña, agosto 2009 En la adaptación, Claudia Ríos conserva la esencia del planteamiento de J. B. Priestley: que los horrores vistos y padecidos a lo largo de los años de guerra, imponían la necesidad de creer en la inmediata llegada de tiempos de paz y de progreso.

La vida familiar de entonces estaba atravesada por lo que esa realidad generaba: el fin de la angustia y de la incertidumbre, el regreso de los varones que fueron al frente, el encaminarse a un futuro venturoso y de bonanza sin límites. Sin embargo, veinte años después, la misma familia se reúne en la casa materna ya no para festejar, sino para buscar solución a la crisis financiera familiar y para ver su propio derrumbe.

Algo hay aquí que nos habla de tiempos actuales, de un pueblo y de un país que se antoja por momentos que está a punto de caer: el panorama es desolador: nada queda del optimismo de aquella primera reunión y lo peor de todo, parece que pronto habrá una nueva guerra. Todo indica que los sueños dieron paso a la pesadilla.

Interesante resulta el planteamiento que hace Claudia Ríos para adentrar a sus alumnos, futuros profesionales del arte escénico mexicano, en la reflexión acerca de la realidad de sus propio país, que acusa ya síntomas de efervescencia político-social, sin que haya al menos una luz de esperanza que nos ayude a salir de una crisis, que a fuerza de ser político social, se convierte, necesariamente, en existencial. Fotos: Mariana Flores.

4 respuestas a “El tiempo y los Díaz se presenta en el escenario del Teatro Sergio Magaña”

  1. Xavier Villanova dice:

    ¿El tiempo? y los Diaz
    por Xavier Villanova

    Siempre es un gusto asistir al teatro a presenciar lo que las nuevas generaciones de actores tienen que ofrecer a la escena; dicho lo cual no sólo son caras nuevas sino esperemos una nueva manera de abordar y entender el arte al que esperemos dedicaran su vida.

    Más allá de la expectativa y los buenos deseos, es importante hablar del trabajo realizado por estos jovenes bajo la mano de Claudia Ríos.

    El tiempo y los díaz como nos lo presentan, es sin duda un melodrama que cuenta con todos los elementos para estar en cualquiera de las telenovelas mexicanas que se presentan diariamente en horario estelar.

    Esto era de esperarse después de haber presenciado la telenovela Otelo que nos vendió Claudia Ríos en el CCU, la cual cabe decirlo estaba llena de efectos músicales y sonoros para subrayar el drama, además de la obsesión de la directora con las ¡oh pobres mujeres golpeadas! tema que Claudia inserta en Otelo con marcador amarillo y para que se note, como lo más importante de la obra. De lo cual recuerdo como uno de los peores momentos la escena en la que Emilia hace un aparte, los personajes se congelan y ella recita sus textos en un tono, que ya no quisieramos ver ni en el canal de las estrellas, hablando del maltrato a su amiga Desdémona.

    ¿Y a que viene todo esto con “El tiempo y los diaz”?
    En una obra que como dice Roberto Loera habla del tiempo que nos consume y en el cual las decisiones que tomamos nos llevan una a una a nuestro inevitable futuro… La incertidumbre de lo que vendrá, Claudia retoma el tema de las oh pobres mujeres enfrentándose a la vida tornando muchos momentos en un verdadero cliché inaguantable, por citar algunos en particular:

    El golpe maquillado en el ojo derecho de la actriz Claudina quien no cesa de moverse el cabello para intentar hacer notar que su personaje es abusado por su marido, el personaje que realiza Eva Sánchez quien en el segundo acto entra vestida literalmente como muchacha, mirando para abajo y jalándose el vestido una y otra vez para hacernos notar que pobresita la vida la ha tratado mal, la oh pobre escritora con sueños cuyos textos están plagados de cursilerías irrespresentables que Claudia sostiene en su adaptación no así con los demás personajes, para remarcar el personaje soñador del canal 2 el cual será devastado y terminará como escritora de tv y novelas para luego decir: oh te acuerdas de los días en que jugabamos a las películas… Sin dejar de mencionar los momentos en que la actriz Christel Klitbo (quien claramente vemos luchando para no caer en tal melodrama sin conseguir del todo alejarlo de sí ni entrar en convención) en el tercer acto vislumbra el futuro acompañada de un golpe de campana fortísimo que nos remarca el drama.

    La obra además de adolecer de estos clichés, cuenta con una ambientación músical que nos hace pensar que el público mexicano necesita una y otra vez que se nos pongan violines a esta nuestra situación cotidiana en la que no hacemos más que sufrir en este valle de lágrimas.

    Sin embargo, no todo es malo, los jovenes actores al igual que en la XII noche, son lo más rescatable del trabajo, dejando de lado la dirección de Claudia Ríos, nos encontramos con trece muchachos literalmente abrazando la convención del melodrama, entregándose a ella y consiguiendo hacer de esto un trabajo que destaca más que volverse tedioso como lo fue Otelo. Se agradece infinitamente el trabajo de actrices como Mariana Trejo quien a pesar de ser cargada con ser la niña chiquita por su estatura y ojos dulces, llena de amor y de vida al personaje regalándonos un buen sabor de boca en cada instante en que le vemos aunque estos sean pocos, misma situación con el actor Jordi Pie, quien no explota, no exagera y conteniendo la emoción nos entrega un pastel horneado lleno de ternura, pero no excento de dolor. Dentro de las menciones hay una que debe ser exaltada por su profesionalismo y valía para salvar al montaje del melodrama telenovelesco:

    Hablando claro, lo más memorable del montaje es la magnifica actuación del joven Christian Alvardo quien interpreta a Delfino Pacheco en una genial construcción del personaje mítico mexicano: El Negro Durazo. Este joven se lleva en vedad las palmas cuando en el primer acto hilvana un personaje aparentemente humilde, lleno de ambiciones, mismas que están sútilmente encubiertas por una aparente curiosidad y goce de poder codearse con la clase alta mexicana, para en el segundo acto verlo convertido en un cacique hecho y derecho lleno de poder, jamás cayendo en el cliché del malvado, sino todo lo contrario, simple y llanamente un hombre que ha hecho su vida como el ha querido y sin preguntarle a nadie. Es además, el único que consigue una verdadera transformación del primero al segundo acto, dado que supuestamente pasan 20 años entre un acto y otro, los demás actores y por cuestión de dirección están concentrados llenarse de años, el joven se limita a llenarse de verdad, lo cual si no justifica los veinte años que tendría que tener de más, hace que lo olvides ante el peso de sus palabras.

    Otra actuacion que hay que mencionar pero en otro sentido, es la de la actriz Vanessa Marroquin, quien bajo la estética de pelicula mexicana de los años dorados impuesta por la dirección consigue aprehender de forma magistral el tono de madre de novela, dejándonos ver su colmillo escénico en muchas de las escenas.

    El resto del elenco hace un muy buen trabajo pero cabe decir que pasados por la guillotina de la dirección no consiguen salvar a sus personajes de ser un cliché más.

    De dos actuaciones es preciso decir que están en la indefinición entre abrazar la forma o buscar el tan ansiado contenido, que són Christel Klitbo y Solorzano quienes vemos luchando por encontrar el tono justo de sus diálogos, intentando dar verdad a la situación y a la adaptación del texto a la realidad de México entre los años 60’s y 80’s.

    En cuanto a la situación mexicana de la época se nos cuenta que han vivido el 68, se nos dice que luego vienen los ochenta y se habla de la realidad del país, pero sólo Mariana Trejo cuando imita a Díaz Ordaz y Christian como El Negro consiguen realmente entender lo que se vivía en México en esos días, los demás jovenes se encuentran atados a lo anecdótico de una situación que es evidente no vivieron y no ha pasado por sus mentes, mismo caso de Olimpia 68.

    En resumen, creo que esta obra tiene como aciertos la jovialidad, el empuje y las ganas de los muchachos de la última generacion de CasAzul quienes vemos entregandose sin juzgar, con el intento constante de dar vida cada instante del montaje, así como el muy bien entendido tono lúdico del primer acto, y por supuesto las actuaciones ya mencionadas.

    Dicho lo anterior, dejo la reflexión siguiente: En un país envuelto en la crisis, donde casi nadie lee o asiste al teatro pero si devoran el libro vaquero y María Mercedes a las nueve de la noche, qué nos queda: ¿sumarnos a la ignorancia y hacer llorar al público nacional con las argucías del colmillo de novela? o ¿proponer un teatro distinto, buscando espectadores críticos que vengan a pensar o apreciar algo distinto a lo que ven todos los días?

    En la opinión de este crítico definitivamente la primera opción no es algo aplaudible sino todo lo contrario en un México que debiera pugnar por una estética teatral que rompa convencionalismos y no entregarse al aplauso y la lágrima fácil que nos otorga televisa, pero lo dejo abierto a debate.

    Felicidades a los jóvenes graduados. Busquen el teatro que los llame, con el que puedan decir algo, aportar algo, no se conformen, hay muchos directores y propuestas nuevas, no se casen con ningún modelo hasta encontrar el suyo, hagan mucho teatro, pero no por hacerlo, sino por amor a la escena y a su trabajo.

  2. Xavier Villanova dice:

    Fe de erratas:

    Al escribir la crítica anterior cometí los siguientes errores que aquí corrijo.

    1. La obra además de adolecer de estos clichés… debia decir: La obra además de padecer estos clichés… ya que adolecer significa carecer de ellos, y la obra más que carecer está plagada de ellos.

    2. que són Christel Klitbo y Solorzano quienes vemos luchando por encontrar el tono justo de sus diálogos…. Debiera decir: Christel Klibto y Emma Solorzano quienes…

    Una disculpa.

  3. Xavier Villanova dice:

    ¿El tiempo? y los Diaz
    por Xavier Villanova

    Siempre es un gusto asistir al teatro a presenciar lo que las nuevas generaciones de actores tienen que ofrecer a la escena; dicho lo cual no sólo son caras nuevas sino esperemos una nueva manera de abordar y entender el arte al que esperemos dedicaran su vida.

    Más allá de la expectativa y los buenos deseos, es importante hablar del trabajo realizado por estos jovenes bajo la mano de Claudia Ríos.

    El tiempo y los díaz como nos lo presentan, es sin duda un melodrama que cuenta con todos los elementos para estar en cualquiera de las telenovelas mexicanas que se presentan diariamente en horario estelar.

    Esto era de esperarse después de haber presenciado la telenovela Otelo que nos vendió Claudia Ríos en el CCU, la cual cabe decirlo estaba llena de efectos músicales y sonoros para subrayar el drama, además de la obsesión de la directora con las ¡oh pobres mujeres golpeadas! tema que Claudia inserta en Otelo con marcador amarillo y para que se note, como lo más importante de la obra. De lo cual recuerdo como uno de los peores momentos la escena en la que Emilia hace un aparte, los personajes se congelan y ella recita sus textos en un tono, que ya no quisieramos ver ni en el canal de las estrellas, hablando del maltrato a su amiga Desdémona.

    ¿Y a que viene todo esto con “El tiempo y los diaz”?
    En una obra que como dice Roberto Loera habla del tiempo que nos consume y en el cual las decisiones que tomamos nos llevan una a una a nuestro inevitable futuro… La incertidumbre de lo que vendrá, Claudia retoma el tema de las oh pobres mujeres enfrentándose a la vida tornando muchos momentos en un verdadero cliché inaguantable, por citar algunos en particular:

    El golpe maquillado en el ojo derecho de la actriz Claudina quien no cesa de moverse el cabello para intentar hacer notar que su personaje es abusado por su marido, el personaje que realiza Eva Sánchez quien en el segundo acto entra vestida literalmente como muchacha, mirando para abajo y jalándose el vestido una y otra vez para hacernos notar que pobresita la vida la ha tratado mal, la oh pobre escritora con sueños cuyos textos están plagados de cursilerías irrespresentables que Claudia sostiene en su adaptación no así con los demás personajes, para remarcar el personaje soñador del canal 2 el cual será devastado y terminará como escritora de tv y novelas para luego decir: oh te acuerdas de los días en que jugabamos a las películas… Sin dejar de mencionar los momentos en que la actriz Christel Klitbo (quien claramente vemos luchando para no caer en tal melodrama sin conseguir del todo alejarlo de sí ni entrar en convención) en el tercer acto vislumbra el futuro acompañada de un golpe de campana fortísimo que nos remarca el drama.

    La obra además de contener estos clichés, cuenta con una ambientación músical que nos hace pensar que el público mexicano necesita una y otra vez que se nos pongan violines a esta nuestra situación cotidiana en la que no hacemos más que sufrir en este valle de lágrimas.

    Sin embargo, no todo es malo, los jovenes actores al igual que en la XII noche, son lo más rescatable del trabajo, dejando de lado la dirección de Claudia Ríos, nos encontramos con trece muchachos literalmente abrazando la convención del melodrama, entregándose a ella y consiguiendo hacer de esto un trabajo que destaca más que volverse tedioso como lo fue Otelo. Se agradece infinitamente el trabajo de actrices como Mariana Trejo quien a pesar de ser cargada con ser la niña chiquita por su estatura y ojos dulces, llena de amor y de vida al personaje regalándonos un buen sabor de boca en cada instante en que le vemos aunque estos sean pocos, misma situación con el actor Jordi Pie, quien no explota, no exagera y conteniendo la emoción nos entrega un pastel horneado lleno de ternura, pero no excento de dolor. Dentro de las menciones hay una que debe ser exaltada por su profesionalismo y valía para salvar al montaje del melodrama telenovelesco:

    Hablando claro, lo más memorable del montaje es la magnifica actuación del joven Christian Alvardo quien interpreta a Delfino Pacheco en una genial construcción del personaje mítico mexicano: El Negro Durazo. Este joven se lleva en vedad las palmas cuando en el primer acto hilvana un personaje aparentemente humilde, lleno de ambiciones, mismas que están sútilmente encubiertas por una aparente curiosidad y goce de poder codearse con la clase alta mexicana, para en el segundo acto verlo convertido en un cacique hecho y derecho lleno de poder, jamás cayendo en el cliché del malvado, sino todo lo contrario, simple y llanamente un hombre que ha hecho su vida como el ha querido y sin preguntarle a nadie. Es además, el único que consigue una verdadera transformación del primero al segundo acto, dado que supuestamente pasan 20 años entre un acto y otro, los demás actores y por cuestión de dirección están concentrados llenarse de años, el joven se limita a llenarse de verdad, lo cual si no justifica los veinte años que tendría que tener de más, hace que lo olvides ante el peso de sus palabras.

    Otra actuacion que hay que mencionar pero en otro sentido, es la de la actriz Vanessa Marroquin, quien bajo la estética de pelicula mexicana de los años dorados impuesta por la dirección consigue aprehender de forma magistral el tono de madre de novela, dejándonos ver su colmillo escénico en muchas de las escenas.

    El resto del elenco hace un muy buen trabajo pero cabe decir que pasados por la guillotina de la dirección no consiguen salvar a sus personajes de ser un cliché más.

    De dos actuaciones es preciso decir que están en la indefinición entre abrazar la forma o buscar el tan ansiado contenido, que són Christel Klitbo y Emma Solorzano quienes vemos luchando por encontrar el tono justo de sus diálogos, intentando dar verdad a la situación y a la adaptación del texto a la realidad de México entre los años 60’s y 80’s.

    En cuanto a la situación mexicana de la época se nos cuenta que han vivido el 68, se nos dice que luego vienen los ochenta y se habla de la realidad del país, pero sólo Mariana Trejo cuando imita a Díaz Ordaz y Christian como El Negro consiguen realmente entender lo que se vivía en México en esos días, los demás jovenes se encuentran atados a lo anecdótico de una situación que es evidente no vivieron y no ha pasado por sus mentes, mismo caso de Olimpia 68.

    En resumen, creo que esta obra tiene como aciertos la jovialidad, el empuje y las ganas de los muchachos de la última generacion de CasAzul quienes vemos entregandose sin juzgar, con el intento constante de dar vida cada instante del montaje, así como el muy bien entendido tono lúdico del primer acto, y por supuesto las actuaciones ya mencionadas.

    Dicho lo anterior, dejo la reflexión siguiente: En un país envuelto en la crisis, donde casi nadie lee o asiste al teatro pero si devoran el libro vaquero y María Mercedes a las nueve de la noche, qué nos queda: ¿sumarnos a la ignorancia y hacer llorar al público nacional con las argucías del colmillo de novela? o ¿proponer un teatro distinto, buscando espectadores críticos que vengan a pensar o apreciar algo distinto a lo que ven todos los días?

    En la opinión de este crítico definitivamente la primera opción no es algo aplaudible sino todo lo contrario en un México que debiera pugnar por una estética teatral que rompa convencionalismos y no entregarse al aplauso y la lágrima fácil que nos otorga televisa, pero lo dejo abierto a debate.

    Felicidades a los jóvenes graduados. Busquen el teatro que los llame, con el que puedan decir algo, aportar algo, no se conformen, hay muchos directores y propuestas nuevas, no se casen con ningún modelo hasta encontrar el suyo, hagan mucho teatro, pero no por hacerlo, sino por amor a la escena y a su trabajo.

  4. María dice:

    Hola:

    Quiero hacer un breve comentario, para no marear a la gente que se toma la molestia en leer esto. Me parece que el joven que escribió la crítica, quien dice llamarse Xavier Villanova, no es mas que un simple socialista frustrado, que tiene algún asunto personal en contra de la directora Claudia Ríos y el elenco que protagoniza dicha obra. Me imagino que él si vivió la época de los 60’s y 80’s para poder hacer la crítica de los actores. Seguro es parte del grupo de AMLO. Saludos a todos 🙂

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.