Dramaturgia joven

Por: Oswaldo Valdovinos — 4 de septiembre, 2005

No basta imaginar para crear. Como en todo proceso creativo es necesario el ensayo y el error para obtener resultados concretos, tangibles, y en ocasiones detonantes para llegar a la verdadera consumación. No basta pues con las buenas intenciones si no hay detrás una actitud perseverante que concrete lo que en algún momento fue una idea. Porque proyectos hay muchos, y sin duda algunos excelentes en cuanto a conceptualización, pero lo verdaderamente difícil es llevarlos a buen término.

Un buen ejemplo de lo anterior es Teatro de La Gruta IV —coeditado por el CONACULTA, a través del Fondo Editorial Tierra Adentro, y el Centro Cultural Helénico—, edición que recopila las cinco obras ganadoras del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo.

Este volumen es el resultado de un ambicioso proyecto de las instituciones participantes por dar a conocer a los nóveles dramaturgos mexicanos que empiezan a “hacer tablas” en el medio.

El libro compila las obras de Zaría Abreu, Carlos Nhópal, Víctor Salcido, Alberto Castillo y Aída Andrade.

Carajo, Malena, de Zaría Abreu, obra ganadora del Premio, retrata las vicisitudes de Malena, un personaje que a decir de Silvia Peláez “se desenvuelve a lo largo de la obra para quedar desnuda, mostrándonos la soledad ante las posibilidades del amor en las relaciones contemporáneas de la pareja…”

Asimismo “nos lleva por el mundo interno del personaje central, expresado de manera externa en las relaciones con los otros, con posibilidades de jugar con distintos finales y principios, para revertir y subvertir el sentido original del texto desde la propia autora”.

Café Hemingway, de Carlos Nhópal es una propuesta donde el autor “nos entrega universos cargados de significación en un entramado dramático” donde el paso de la realidad al ensueño se hace de manera sugerente, sobre todo apoyada en los diálogos y las situaciones con ciertas características oníricas que remiten por momentos a una serie de cuadros de un rompecabezas un tanto difuso.

Van a matar a Toño, de Alberto Castillo, es una exploración realista que aborda una temática actual: la vida de una familia desintegrada (madre, hijo, hija y una padre que a pesar de estar muerto es una presencia permanente) en la que uno de sus miembros —Toño— acaba por ser absorbido por el ambiente reinante en las colonias marginales de la ciudad: el delito, ya sea como ladrón o vendedor de droga.

En México de rodillas, de Víctor Salcido, se hace una disección de la Ciudad de México desde la óptica del crimen y el poder: la urbe está rota, “vendida a extranjeros, en la que el amor se contamina con las relaciones peligrosas del hampa… Es una propuesta desde el punto de vista ideológico, contada con ironía, gracia y humor para dejarnos frente a un país de rodillas ante el poder”, apunta Silvia Peláez.

Por último, La inocencia de los condenados, de Aída Andrade, es una reflexión en torno a lo que comúnmente tomamos como el mundo de los vivos y su relación con el mundo de los muertos, “con una fuerte presencia del teatro como espacio del que emanan los personajes y donde tiene lugar la acción dramática.

Así pues, con este volumen de Teatro de la Gruta IV, las voces de jóvenes autores se abren paso en un ámbito donde lo que hace falta es, precisamente, correr el riesgo para crear nuevas propuestas escénicas que devengan en un teatro mexicano contemporáneo.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.